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Aldeano vanidoso [Por Mario Verdugo]

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Aldeano vanidoso
Por Mario Verdugo


Si una de las reflexiones más socorridas sobre poesía chilena reciente se fundamenta también en una imagen espacial (me refiero a Ciudad Quiltra), no parecerá inoportuno que yo nortinice o ensurezca los textos en cuestión. Lo que me interesa es reseñar muy someramente cómo algunos poetas y lectores se sitúan en el plano geopolítico; cómo se plantean frente al proceso de construcción y reconstrucción discursiva de los espacios regionales, periféricos, no metropolitanos; cómo reaccionan además frente a lo que a mí me gusta llamar el “geoestatus”, o sea, aquel modelo de organización simbólica y concreta del territorio, que se caracteriza por la verticalización valorativa, axiológica del par centro-periferia, de manera que el primer término queda ubicado “arriba”, y el segundo, obviamente, “abajo”.
El tema a veces resulta odioso, impopular, con poco glamour, y a veces se le desecha como una obviedad no interrogable, como si se tratase una otredad demasiado ligera. A estas alturas del partido es re difícil que alguien se ponga a discurrir suelto de cuerpo sobre una cantinela tan incorrecta como el “lector-hembra”, por ejemplo, pero del provinciano todavía es admisible predicar toda clase de vicios, taras y minusvalías con absoluta impunidad. Y no sólo en el lenguaje corriente o en la cultura de masas, no sólo en las teleseries, en los chistes o en Borat, sino inclusive entre los autores que problematizan las modernas localizaciones epistemológicas, Wallerstein, Benedict Anderson, Ángel Rama, en fin… El mismo José Martí repudiaba a ese “aldeano vanidoso que veía a su pueblucho como el ónfalo del universo”. Y Gramsci retrataba al enunciador de provincias como un sujeto imbécil y llenos de sofismas banales. 
Casi siempre lo provinciano tiene un sentido contraejemplar: segregación amurallada, mirada corta, conservadurismo, neofobia, gerontofilia y otras patologías feas y raras. El geoestatus gravita tanto en el mundo empírico como en el universo ficcional. Si vamos a la literatura en específico, nos damos cuenta que este modelo suele afectar fuertemente a los emisores regionales, cuyas actividades son leídas a menudo de forma degradante o despectiva. (Sólo por poner un caso: Wellek & Warren –responsables de un conocido manual universitario, que es también una especie de buddy movie de la teoría literaria– entendían este tipo de enunciación como un refugio del resentimiento, nada más que un montón de esperanzas piadosas y prescindibles, por cuanto el único marco adecuado para mapear la literatura era el espacio de la nación orquestada desde su centro). 
Y si ya nos metemos a la inmanencia del texto, es muy común que los acontecimientos se restrinjan a una mera cuestión de ascensos y descensos: ascenso al espacio-tiempo prestigioso, la capital, donde radicaría la experiencia moderna y, por ende, el único horizonte de realización individual y colectiva; y por otro lado: descenso al espacio despreciado (en el caso de los afuerinos que llegan al territorio periférico) o estancamiento en el espacio despreciado (en el caso de los residentes provincianos incapaces de desplazarse). O sea, siempre siguiendo el eje vertical de lo que quiero llamar geoestatus.  
El hecho es que pese a todo el tema se las arregla para reaparecer, en buena y en mala hora. Sabemos que desde hace unos años se ha estado perpetrando un proyecto autodenominado “Descentralización poética”. Sabemos lo que ocurrió cuando se organizó en Santiago un Seminario de Poesía y no se invitó a poetas de regiones (ahora se dice que sí habrá paletos, hillbillies y rednecks para la segunda versión). Recordará Daniel cuando Alejandro Godoy propuso un catálogo tentativo de poetas jóvenes chilenos, todos de Santiago… (Me disculpan que mencione episodios chismográficos de Facebook como fuente, pero ya está más o menos claro que Facebook se ha convertido en una arena para los incumbentes y contendientes del campo literario).
La pregunta podría ser cómo situarse sin lastrarse, cómo asumir una conciencia de la regionalidad sin recaer en el vicariato martinrivista, ni en esos afanes de canonización compensatoria tan frecuentes en el periodo post73: esa búsqueda de validación afirmada tan solo en la oriundez o el afincamiento, no importando si lo que se produce es una obra magna o un mamarracho (dicho de otro modo: soy maulino, soy temuquense, soy penquista, y ya por ese mérito merezco figurar en el mismo parnaso regional junto a De Rokha, Gabriela Mistral… o Ercilla)
Hace cosa de unos meses se presentó en La Chascona, la casa de Neruda en Bellavista, una antología editada en la región de Valparaíso y que lleva por título Entrada en materia, la antología favorita de mi amigo Ernesto González Barnert, que lamentablemente no pudo venir, aun cuando figuraba en el programa. ¿Qué señala paratextualmente esta antología? Que no es el bosquejo de una escena generacional ni geográfica. Que es necesario dejar de leer desde el aislamiento provinciano. Que resulta legítimo encarar la dominancia discursiva metropolitana, pero que unir la escritura poética al territorio –de manera reivindicatoria– es una empresa de dudosa solvencia teórica. El impulso deslocalizante llega a ser tan evidente, tan abarcador, que se omiten del todo los datos domiciliares o espaciales de los antologados, por mucho que varios de ellos sean coterráneos del libro.
No es un incidente nuevo tratándose de Valpo. El 2008 se publicó Carta de ajuste, antología de poetas inéditos en Valparaíso. Aquel “en” iba en cursiva, una cursiva precautoria, y los compiladores de entonces –Juan Eduardo Díaz y Antonio Rioseco– no dejaron de remarcarlo en el prólogo: no creemos en una poesía con tintes localistas, no es ésta nuestra patria chica, la región es un punto de encuentro, un lugar de tránsito: una circunstancia en la que converge –por estudios o por trabajo, pero nunca por simple turismo– un grupo de poetas a los que yo tiendo a ver como una población flotante, poetas flotantes, cuyos productos podrían desvirtuarse al ser objeto de una localización más enérgica o comprometida. Eso sin perder de vista, claro está, que convocar el topónimo Valparaíso en el título (y no Chuchunco o Villaviciosa o Springfield o París) ya conlleva inevitablemente una imantación de valores simbólicos. Todo poder es toponímico, decía De Certeau. 
La reticencia de Díaz y Rioseco es una respuesta a los dilemas de la ficción territorial. La omisión productiva de Ismael Gavilán en su Entrada en materia también es una respuesta. Pero hay otras. Uno puede optar en este ámbito por una modalidad integradora, por una modalidad denunciante, por una modalidad diferencial, por una modalidad epistémica. Se ha dado el caso de una discursividad belicosa respecto del territorio inmediato, producida a pesar de, como el pertinaz grupo rancagüino Los Inútiles, y se ha dado también la alternativa de un operar periférico que hasta cierto punto se vuelve hegemónico, no por lo imposición de un temario autóctono, sino por la formación de centros activos de producción y circulación literaria en provincias: logro –o mito– de Trilce y Arúspice en los sesenta.
Vuelvo a nortinizar. El año pasado la Fundación Neruda presentó en la Feria del Libro de Santiago una antología titulada Predicar en el desierto, poetas jóvenes del Norte Grande. La constitución de ese corpus se basaba precisamente en el cruce de la variable territorial con la variable etaria. La tapa, sin ir más lejos, recurría a un motivo cartográfico, y en las páginas interiores no faltaban fotografías de paisajes, evocadoras quizá. El prólogo de Tamym Maulén entreveía algunos elementos compartidos por los allí convocados (en especial un cierto “realismo sucio”), y refrendaba además la importancia de iniciativas de este orden en términos de la ecología literaria del país.
Se dirá que esto es hegemonía, que es el producto de una institución reputada, asociada incluso con una industria minera (Collahuasi), pero el fenómeno se reproduce también o por lo menos se discute en las páginas de la cultura emergente. En Nueva Nortinidad –una compilación que la editorial Cinosargo publicó el 2009– se gastaban unos cuantos párrafos intentando asesinar al padre simbólico (la pampa calichera) y abominando del misticismo princisecular de cartón piedra. Se abogaba, en contrapartida, por la incorporación modernizadora de otra iconografía: narcos, contrabando, psycho killers, porno duro, subgéneros como la ciencia ficción o el terror, medios digitales y nuevas codificaciones semánticas y fonéticas que se originaban en el contacto fronterizo y en un vínculo de multicentralidad con Perú y Bolivia.
Con un tono casi manifestario se disponía así un programa que apuntaba en principio a la narrativa, pero que podemos ver traducido, quizá, en textos poéticos recientes de Daniel Olcay, Renato Contreras y Rodrigo Rojas Terán. No tengo tiempo ni ganas ni tal vez la competencia para juzgar la ejecución estética de estos autores, pero sí quiero hacer notar que en ellos existe una implícita o explícita acentuación espacial de los signos.
Asfalto, de Olcay, incluye referencias locales o que podrían remitirse a escenarios reconocibles, aunque puestos a lidiar con un tecnoimaginario –cito– “de silicio y sangre”. La comunicación con el lector se encuentra expuesta a un constante ruido, y digo ruido en su acepción cibernética, como una serie de interferencias que esta vez no necesariamente entorpecen la comprensión, sino que más bien actúan como contraseñas, encriptando ex profeso para reafirmar la existencia de una comunidad ideal de intérpretes. En Asfalto hay “tecnocaína”, parafilias, entropía y “códigos para hacerse invisible”. Los viejos clichés identitarios son sustituidos –y esto también es cita– por una “Para-Identidad”.
Algo parecido podemos hallar en Continue, de Renato Contreras, que por sus aventuras gráficas y su inclinación prosística podría obligarnos a repetir la frase sotto voce más recurrente y pelotuda en las lecturas poéticas: “¡Esto no es poesía!” Lo que predomina aquí es el léxico macarrónico y ruidoso de los videojuegos, por momentos coloreado de incorrección política (prácticas de sadismo contra los gordos) y de incorrección regional (el gamer cuya infancia desemboca en un odio sistemático hacia los mineros).
La introducción de tecno-terminologías y de extranjerismos no es por supuesto una novedad  en la literatura producida desde los extramuros de la metrópoli. Como dijera Mirko Lauer acerca de las vanguardias del Perú –muchas de ellas de raigambre provinciana– las voces extranjeras pueden actuar como una clave morse de lo cosmopolita, como una remisión abreviada a otro espacio, al cual los poetas también se pliegan mediante un vocabulario indicial: antaño avionetas y globos aerostáticos; hogaño redes, consolas y quién sabe si cabinas de teletransportación.
Con menos ruido (ya digo que no estigmatizo el ruido) y más elementos de mímesis histórica y espacialmente localizable, Rodrigo Rojas Terán marca territorios desde la misma portada de Cumbia ácida, adelanto recién publicado de un poemario mayor. Va ahí, en la portada, una bolsita rellena con un polvo blanco, que nada cuesta emparentar con aquella bolsa con tierra del valle central incluida por Juan Luis Martínez en La poesía chilena. En esta ficción de frontera, el pop o el hardcore demandados por la Nueva Nortinidad el 2009, se cruza con coordenadas de mundialización económica y de (entre comillas) baja cultura: tecnificación agrícola, invernaderos, pesticidas, reggaetón, Wendy Sulca, cumbia chicha, cumbia sound, sitios eriazos que no alcanzan a teñirse de camanchaca.
La posibilidad de intervenir en las cartografías oficiales está también en un poeta nortino ya no tan joven: Víctor Munita Fritis. Su libro En guerra con Chile lleva un paratexto bien claro a ese respecto: “poesía geohistórica”. Es un libro que reincide, como los anteriores que nombré, en la disposición gráfica y tipográfica, un libro que apuesta igualmente al ruido intersemiótico y al extranjerismo (textos no en inglés sino en chino), un libro que rehace mapas o los desfamiliariza, y que trabaja en especial –creo yo– con la relación parte-todo, con la sinécdoque, pensando los lazos entre la región y el país, o las lazos entre las partes del cuerpo y el cuerpo total. El Estado-nación acostumbra concebirse como un organismo del que no puede amputarse ningún miembro. De ahí que haya fotos de veteranos de la guerra del Pacífico con chongos, con miembros cortados, y que se pida al lector que ponga una imagen de un pariente y que enseguida le quite un brazo o una pierna. No estamos, en cualquier caso, ante un regionalismo acantonado o defensivo, sino ante uno problemático, o ante lo que Antonio Cándido llamara (sé que la etiqueta es dudosa) un “superregionalismo”, un regionalismo crítico, en guerra con las visiones nacionalmente consagradas.  
Bueno, ensurezco brevemente para terminar. No me parece un fenómeno negligible que el poeta Miguel Bórquez haya publicado hace poco un libro como Trapalanda, esa ucronía construida a partir de ciertos mitos australes, y que ya desde el poema inicial va estableciendo un mapeo heterodoxo: “Soy una desesperada inanición, / lo que hierve Chile adentro / y analmente desvalija al beato territorio”.
El caso del aún inédito Alejandro Azúa me sirve para mandarme el último carril de la tarde. Intuyo que en el discurso y en la práctica de los poetas que menciono, hay una percepción del territorio, una vivencia del territorio regional, que es distinta a las que han sido dominantes en la literatura chilena. ¿Quién era el enunciador criollista? Alguien que salía del centro, iba a las provincias, extraía recursos icónicos y después los procesaba y presentaba en la capital. ¿Quién era el enunciador lárico? Alguien que se iba a Santiago, padecía saudades y con eso configuraba una poética del retorno imposible, en conflicto con la modernidad. ¿Quién era el enunciador regionalista después del 73? Alguien que decía ser de ahí, y que de ahí no se movía, para seguir cantando o archivando –bajo la vigilancia del centro autoritario– las lindezas de la comarca.
En Azúa, en la manera como practica el espacio magallánico (hay remisiones claras: busto de Grimaldi, presunto submarino nazi, costanera que parece diseñada para alienígenas, etc.), creo que se trata más bien de una experiencia de la simultaneidad, no la centralidad criollista, ni la lateralidad o la marginalidad lárica, ni la guetificación regionalista. Centro y periferia a la vez, sin alharacas ni lloriqueos, sin los desgarros consabidos del migrante interno. La idea concuerda un poco con cierta retórica postista de los flujos y de la plasticidad. Pero es una idea no más y ya ha sido suficiente cháchara. Así que eso no más por hoy. Gracias.


Texto leído en una mesa de diálogo entre poetas latinoamericanos en el marco del III Festival de poesía transfronterizo Tea Party en la trifrontera de Arica (Chile-Perú-Bolivia).



Mario Verdugo Arellano, Talca 1975. Doctor en Literatura UCV, periodista Universidad de Concepción. Ha publicado: La novela terrígena, Pequeño dios editores 2011, Apología de la droga, Fuga ediciones 2012, Libros del Pez Espiral 2014, Canciones gringas, Ediciones Inubicalistas 2013, Miss poesías, Editorial Alquimia 2014. Actualmente es profesor en la Universidad de Talca y ocasional columnista en The Clinic. Vive en Santiago



Poemas de Luis Carlos Musso

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  I

                                             días de caos


 esta casa de neón iza la decadencia: retraso el avance del síntoma [inhibiendo mi jugada sobre el tablero] / galantamina, rivastigmina, donepezilo –genéricos que degüellan  su patente de reojo–: palabras de metal que escinden la chocolatera de mis neuronas hasta plagiarme por completo / persianas de memoria asesinan esas olas: el olvido se lo traga todo con la negra tela de un fotógrafo de parque


         cero [00:01]




un resuello que deshoje las ásperas orillas del miedo / que amenace –como la belleza, o como este cortocircuito que quiebra mi tórax– desde sus ámbitos hostiles, encharcados en alcohol desnudo sobre un rostro que se aleja / un resuello de alcurnia adulterada que me haga sobrevivir a los herrumbrosos hiatos del amor / y que desvencije la memoria en su lenta deriva similar a lechuguines en la ría / uno que contenga los saberes herbolarios de los abuelos, que secuestre este instante y lo retenga en un eterno presente / que enmudezca como el universo que contienen estas manos estriadas / un resuello, como el silencio



uno [01:12]


                                                                                                                                                                                                 
lengua habitada / lengua torcida / lengua suspensa: no me seduce si me alcanza su mundo trunco / la mañana que vino después de mi deceso me halló lidiando con el arte mayor de la muerte [soy patrimonio del surmenage / nadie se recuesta junto a mis muertos en sus ataúdes de pino recién derrumbado, ni les talla la noche en los párpados –aunque la hayan ganado–]
  
lengua habitada / lengua torcida / lengua suspensa en una vertical plantación de peyote: no me escribe si me alcanzan sus yemas biseladas [la víspera del campo me acosa con urgentes cremalleras] / en esta visión que me ciega no hay falacia que me fabrique el invierno con sus tereques / que me traiga la fláccida mirada del error, envuelta en envase tetra-pack nocturno / porque dejo de tener en la memoria lo que debía, abrazan el mercurio mis neuronas –como guijarros degollados–: estas varillas de tinta rasguñan una poética del olvido


      dos [08:53]
                                                                                              
mundos de helio se atascan entre las ramas del mango: ráfagas de superchería se incrustan en las ojeras de la virgen / y otras, violetas, en las manos de la madre mientras lesionan los correlatos del vértigo [moscas de tungsteno frustran mi juicio] / tu estropicio languidece estas pupilas rengas, guardo la noche que fornicas en el lugar de las palabras desportilladas / IGUAL A UN ÁCARO, SIGO POSADO EN LA ESTRECHÍSIMA HOJA DEL ABEDUL, DONDE PASADO Y PRESENTE SON EL MISMO / allí, donde las hembras insinúan su tortura fresca [los peligros de mirar el fuego] / ¿a quién sirve el volumen de la palabra?: la ciudad dejada atrás, partida en dos [el cuerpo, auditorio de memorias] Y LOS HABITANTES, RECONOCIÉNDOSE ENTRE SÍ POR LAS SÍLABAS QUE DEFORMAN SU LENGUA

   

       tres [14:05]

                                                                                                                                                             
porque la luna –partida en dos– nace en el exilio, sé que la epidemia de las furias viene del norte [velas deshilachadas, que antes combaban mis carbones como ramas que punzaban el desgano]: apenas vestigios de ese viaje montado en mis propios hombros –LAS CABALGADURAS OFRECIDAS ERAN UN PUÑADO DE DECIRES REGADOS EN EL BULEVAR–:
el cristo del consuelo vuelve a ser mi barrio / vuelve a pasearse en andas durante la procesión de viernesanto a la que iba de la mano del viejo, con réplicas de tatuajes fronterizos en los pulmones / ya no destellos de la memoria: la luna –partida en dos– nace en el exilio, pero crece donde debe / y hay un fulgor nocturno en los tácitos espinos del arenal / garúa: el cadáver de dios bajo una nube de gallinazos / y yo, alfiletero de sus punzones domésticos / y yo, con un poemario de fuego entre las sienes por las calles del cristo del consuelo


cuatro [22:41]


se retiran [se amilanan] estas jadeantes AGUAS CALCINADAS, abriéndose paso a fuerza de una ebriedad que arrastra su consigna de lápida gaseosa / y pueda que escriban sus esclusas los juncos de retórica solitaria / pueda que también, la recompensa de un deseo curvo como las garras que quiebran mi esternón bajo la lluvia / porque perpetro continuamente el mismo asalto, OLVIDO SIEMPRE LO QUE ESCRIBO


cinco [23:15]

 

porque detrás de esta casa hay otra casa, y detrás de estos ojos hay otros ojos, NO PUEDO RECORDAR LO QUE ES RESPIRAR SIN DOLOR / NO PUEDO RECORDAR LO QUE ES PAGAR LAS DEUDAS / NO PUEDO RECORDAR LO QUE ES ESCRIBIR / no puedo recordar el oficio más complejo / si registrar los eslabones de esta cadena de megahertzs / o viajar al fondo de mi silueta / o saber regresar de un riguroso viaje con los tatuajes precisos

como fallidos ejercicios mnemotécnicos están tu piel y, más allá, tu nombre / porque detrás de esta práctica censas las ensordecedoras lápidas [empujas a la memoria a ser virgen de nuevo] / y olvido lo que son un friso griego, un clásico del astillero en el estadio monumental, un cebiche, el rol de los espejos / a pesar de mis bocanadas, NO LOGRO RECORDAR EL SABOR DE TUS HUMEDALES / NO LOGRO RECORDAR LO QUE ES DESEAR[TE]



Textos de Mestér de Altanería 





LUIS CARLOS MUSSÓ (Santiago de Guayaquil, 1970). Ha publicado los poemarios El libro del sosiego (premio Bienal de Cuenca), Propagación de la noche (premio César Dávila Andrade), Tiniebla de esplendor (premio Jorge Carrera Andrade), Las formas del círculo (reúne los anteriores), Minimal hysteria, Evohé (premio M. I. Municipalidad de Guayaquil), Geometría moral, Alzheimer, Cuadernos de Indiana, Mea Vulgatae (premio Jorge Carrera Andrade) y Mester de altanería. Además, ha publicado Oscurana (novela, premio Ángel F. Rojas y premio Joaquín Gallegos Lara), Épica de lo cotidiano (ensayo) y Rostros de la mitad del mundo (semblanzas, premio José Peralta). Con Luis Fernando Chueca publicó Esquirla doble. Es corresponsable, con Juan José Rodinás, de la muestra de poesía ecuatoriana Tempestad secreta, y editó y prologó la antología La astillada sombra de Sodoma. Estudió Letras en grado y posgrado. Se desempeña en la cátedra universitaria y en el periodismo. Sus colaboraciones han sido traducidas y editadas en seis lenguas





Mimesis: la representación de la realidad en la literatura occidental [Libro de Erich Auerbach]

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En este libro, Auerbach va trazando, a lo largo de tres mile-nios, la historia de la representación poética en Occidente, con base en ejemplos característicos que siguen de modo cabal su análisis. Además, el posfacio escrito por Edward W. Said ayudará al lector a reconocer la obra de los poe-tas, del mismo modo en que lo hace Auerbach, como uno de los quehaceres humanos más fundamentales. Con Mi-mesis descubriremos que las ideas y las pasiones, la sen-sibilidad y la religiosidad, la economía y la retórica contri-buyen de forma íntegra a la iluminación de la creación poética.


Poemas de Ángel Aviña

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Ciento sesenta y cinco millones de años después, la paleontología nos dice algo incomprensible acerca de algo desconocido


koprolithus:

icnofósil
objeto de estudio
de
la
paleoicnología

clasificación parataxonómica

ornamental
dimensional
y estructural



(y es que alguien
debía darle a está mierda
la importancia
que
merece)






El verdugo sabe cincuenta nudos más que el marinero, parte leña y afila su herramienta 



al institucionalizar el homicidio
surge la sorprendente creatividad
del ser humano

la santa inquisición
debió ser
la primera revolución industrial
de la historia

exportar máquinas de tortura
resulta más complicado
de lo que se piensa


(no hay departamento de recursos humanos
ni sindicato en esta historia)






Este programa es público, ajeno a cualquier partido político. Queda prohibido su uso con fines distintos al desarrollo social.



hice un títere
para asistir a la sesión del día lunes

llevé ilustraciones
y modelos de vaginas y penes
desarmables
para el receso

la última vez llevó a Porfirio

montó un pulcro escenario
y su ventriloquia
parecía provenir de su tracto intestinal

las clases de orientación sexual
parecían más interesantes

llegó una hora tarde
con la corbata colgando hacia su espalda

y hematomas que parecían
las nebulosas del protector de pantalla
en el proyector

Ah
se había tomado la molestia
de llevar el títere de nuevo

lo supe cuando fue detenido

el cuero lustroso y las argollas
que tintineaban debajo
de los apretados botones
de su camisa
y no resistirse a usar las esposas

eran el resto de las sesiones
que jamás tuvimos

y google

me
lo
ha
revelado







Ángel Aviña (León, Guanajuato; 1991) Poemas suyos aparecen en las revistas Tres pies al gato, Bitácora Random, Tachas, La Rabia del Axolotl, El poema del día es, Poetas en MP3, Revista el Humo, Electrodependiente, El grito Literario. Estudiante de ingeniería. Asiste al taller de creación literaria impartido por Eduardo Padilla desde el 2014. 



Marcos Rosenzvaig: “Hubo dos artistas que me atravesaron: Tadeusz Kantor y Copi” [ Entrevista de Rolando Revagliatti]

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Marcos Rosenzvaig: “Hubo dos artistas que me atravesaron: Tadeusz Kantor y Copi”

Entrevista realizada por Rolando Revagliatti


Marcos Rosenzvaig nació el 22 de junio de 1954 en San Miguel de Tucumán, capital de la provincia de Tucumán, la Argentina, y reside en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Es Profesor de Letras (1982), por la Universidad Nacional de Tucumán, y Doctor en Filología Hispánica, por la Universidad de Málaga. Dictó seminarios, cursos y conferencias en varias universidades de su país, Colombia, Ecuador y España. En los ‘70 se formó en actuación, dirección y pedagogía teatral. Actuó en espectáculos teatrales (por ejemplo, en “El último padre” de Rodolfo Braceli, en Estocolmo, Suecia, 1985, “Homenaje a Federico García Lorca” en Viareggio, Italia), algunos de los cuales dirigió siendo suya también la dramaturgia (“El Vía Crucis”, en Livorno, Italia, 1979, “El pecado del éxito”, en Quito, Ecuador, 2010, etc.), y obtuvo en 1978, otorgada por la Embajada de Rumania, una beca de estudio en la Universidad de Teatro, en Bucarest, así como entre otros reconocimientos, la Faja de Honor de la ADEA Asociación de Escritores Argentinos, por su libro “Teatro” (1994), el Premio Fondo Metropolitano para las Artes y las Ciencias, por su libro “Teatro y enfermedad” (2008) y el Primer Premio Argentores Metrovías por su monólogo “Una cabeza en apuros” (2009). Es el compilador de los volúmenes “Epístolas terrenales” y “Monólogos filosóficos, teatrales, cinematográficos”. Libros publicados en el género dramaturgia: “Regreso a casa” – “Qué difícil es decir te quiero”, “Niyinsky” (en volumen con otras piezas suyas), “El pecado del éxito y otras obras”, “Monólogos teatrales”, “Tragedias familiares”, “El veneno de la vida”, “Sacrificios”, etc. Libros publicados en el género ensayo: “Tadeusz Kantor o los espejos de la muerte”, “El teatro de la enfermedad”, “Copi: sexo y teatralidad”, “Las artes que atraviesan el teatro”, “Técnicas actorales contemporáneas”, “Técnicas actorales contemporáneas II”, “Breviario de estéticas teatrales” y “Monólogos teatrales”. Entre 2010 y 2018 se editaron sus novelas “Madres fuck you!”, “Qué difícil es decir te quiero”, “Monteagudo. Anatomía de una revolución”, “Cabeza de tigre” y “Perder la cabeza”. 


          1 — Tucumán, noroeste argentino, allí tu niñez y adolescencia, y por ejemplo, aquellos trenes cuyos nombres tanto me resonaban: el expreso “Estrella del Norte” y el lujoso “Cinta de Plata”. En ellos habrás viajado. Viajemos, Marcos: a tu niñez y adolescencia. 

          MR — Nací en Tucumán, en la casa de mis abuelos y en la cama donde duermo. La costumbre de mi madre era tenernos cerca del terruño. Después a mi hermano y a mí nos llevaban con el “Cinta de Plata” o el “Estrella del Norte” a la humedad de Lanús, allí, pegada a la ciudad de Buenos Aires. Todavía había algo de campo y baldío y en verano te asaltaban nubes de mosquitos. El lechero te dejaba la botella verde en el umbral de tu casa y el vino te lo vendían desde el tonel. Hay una tristeza en la infancia que acopia en silencio los misterios. Esas oscuridades me constituyeron, y cuando mi hermano mayor me reveló la existencia de la muerte, me escondí en el baño y lloré. 
          El silencio también fue un arma para combatir a los idiotas, el silencio y la invención de historias. Dos oficios me respaldaban para custodiar mis oscuridades: la actuación y la palabra. Mi padre, que estaba lejos de ser un intelectual, tenía el don, antes de dormirnos, de inventar cuentos y actuarlos tan vívidamente que cuando nos apagaba la luz, yo ocultaba las lágrimas protegido por la oscuridad.
           El teatro era un misterio: el escenario, las luces, los disfraces y los actores. Un universo comparable con la imagen de Dios, claro que a éste yo no lo veía, en cambio el teatro almacenaba infinitos escondites. A los cinco años vi a la cantante española Conchita Piquer y a los nueve a Fu-Manchú, a los once le pedí un autógrafo a los actores Enzo Viena, Walter Vidarte y Gilda Lousek. El teatro Alberdi de Tucumán estaba a la vuelta de la casa de mis abuelos. Pasar por allí y espiar por los telones ya era una aventura de asombro y un cultivo secreto y húmedo en el alma. El dolor y el placer estaban unidos a mi imagen de lo que sería el teatro. Por esa época, mi primo y yo caminábamos las productoras cinematográficas de Tucumán buscando los recortes de celuloide. Los clasificábamos por películas y el placer era verlos a la luz e imaginar las escenas. 
          La primera obra teatral que interpretamos en el patio de los abuelos fue una adaptación de “Una libra de carne” de Agustín Cuzzani, hecha por mi hermano Eduardo. Los textos aprendidos, los disfraces, las sillas en doble fila y hasta algunos amiguitos de la manzana se constituían en una imitación flagrante de un teatro. La colaboración para los actores se pedía al final con la gorra hurtada al abuelo que dormía. 


          2 — “Abuelo que dormía”. Incorporemos aún más a tus abuelos. Y a quienes desees.
          MR — Mi abuelo había llegado de Rusia con el oficio de sastre, y mi abuela con el de comunista. Uno de sus hermanos, según dicen, había sido guardaespaldas de Trotsky, y al otro se lo puede advertir en la foto de la IV Internacional; así pues su casa, en Tucumán, era el sitio de reuniones en donde cada uno cantaba “La Internacional” en su idioma. También dormían allí los militantes comunistas que llegaban a la provincia para buscar futuros brigadistas. No volvieron a reencontrarse con ninguno de los que habían viajado a España, tampoco supieron algo de ellos, según contaba mi abuela. Sencillamente, no regresaron. La Guerra Civil Española se debatía en el patio de la casa. Las noticias se esperaban con ansiedad. Se debatía como si la contienda fuese a tres cuadras de la casa. Desde ese rinconcito de la República percibieron cómo se apagaban los intentos revolucionarios.
Ellos eran comunistas y no veían con buenos ojos a Perón, más aún cuando en esa época habían matado, en el medio de un discurso político, a Mauricio Glezer, sobrino de mis abuelos. A pesar de los reclamos nunca entregaron el cadáver. Su foto estuvo expuesta varias décadas en la pared del local del Partido Comunista de Carlos Casares. Cuando el local cerró, yo viajé a recuperar esa foto. La tarea fue imposible. El tiempo no sólo desintegra los cuerpos, también las imágenes. 
El cine-club del Centro Cultural Israelita I. L. Peretz, de Lanús, fue un maestro que nos hizo conocer el buen cine: Luis Buñuel, Jean-Luc Godart, Pier Paolo Passolini y el clásico debate al final de la función. Todo guardaba una estética setentista, una impronta mágica y polémica. Las obras teatrales que allí ofrecían las devoraba. Así conocí a clásicos como Arthur Miller y Tennessee Williams. Cuando a los actores no se los escuchaba, mi abuelo de Buenos Aires gritaba desde el fondo: “¡Más fuerte!”
Mi vida a los catorce años era viajar en un colectivo durante media hora colgado del estribo hasta llegar al colegio. Era la época del presidente de facto Juan Carlos Onganía y la secundaria parecía una colimba; nos exigían la corbata y el pelo corto en plena época de los Beatles. Esperaba la noche para viajar a la escuela de teatro de Lomas de Zamora. Los estudios me los pagaba haciendo masa para empanadas y pidiendo por la calle a la salida del colegio. Yo tenía apetito todo el día y mis compañeros engullían sándwiches de milanesa en los recreos. Por ese entonces era comunista; serlo era otra oscuridad que mantenía en secreto, y que solo lo confiaba a ciertos amigos. Nunca fui un buen alumno en la secundaria. Pasaba de año con una materia previa y con dos cuando se permitía. Mis padres nunca conocieron el colegio (Joaquín V. González) y cada tanto los llamaban por problemas de conducta. Ninguno de los dos quería ir, y el que me salvaba era mi tío Salo. Él era actor, y actuaba el rigor hacia mí frente al jefe de celadores llamado Juliano, un hombre engominado, con traje y digno de los tiempos que corrían. Los celadores que lo secundaban eran tan nazis como él. Más de una vez tuve que justificar mi judaísmo. Ser judío era mala palabra. 
          La escuela de teatro de Lomas conservaba ciertas costumbres escolares como el timbre al final de clase. Entonces mis compañeros y yo íbamos a beber el peor vino en un bar cercano. Nos sentábamos en la mesa junto a nuestro profesor de Historia del Arte, el poeta Adolfo Fernández de Obieta, hijo de Macedonio Fernández, quien vivió tantos años como su padre. Él era otro gran contador de historias y nosotros lo escuchábamos con reverencia. Había un respeto por el maestro, casi una veneración, algo disipado en las nuevas generaciones, como si la admiración fuese un atributo del sí mismo, en una época que se encargó de igualar todo, hasta los roles de hijos y los roles de padres. La idea del éxito aplastó neuronas. No está nada mal que todos quieran ser protagonistas, lo malo es que lo sean prolongando el vacío que viven y obsesionados por las alabanzas de los amigos.
          Mi primera maestra teatral se llamó Gloria Oporto. Éramos un grupo de unos quince alumnos, todos mayores, yo era algo así como el benjamín, y cuando ella entró al aula, en la primera clase hizo un paneo del curso, reparó en mí, y dijo: “Pase al frente. La situación teatral es que usted está en una plaza leyendo un libro y llora”. Fue mi primer fracaso. El ejercicio comenzó a discutirse entre todos los compañeros y ella nos explicaba que llorar era algo fácil: bastaba un golpe de sangre al cerebro para que las lágrimas fluyeran, no como hilos de coser, sino desbordes de ríos. Y es que ella lloraba a mares.

          3 — Circulaste por otras escuelas. E hiciste teatro.

          MR — Durante la década de los sesenta existían pocas escuelas de teatro. Los renombrados eran todos aquellos que habían estudiado en Europa y exhibían sus chapas como trofeos engalanados en vitrinas. Mi segundo maestro fue el querido Enrique Escopez, y después vino Raúl Serrano, y después la represión. Tenía 18 años y era militante político.
          Yo había aprendido a vender de la mano de mi padre. Él usaba la actuación para convencer a los clientes y tenía el don de saber a quién fiar. En una oportunidad cayó a su bicicletería un diputado buscando comprar una moto. Su negocio era las bicicletas y consideraba que no había porqué vender la muerte; lo cierto fue que el diputado salió del negocio con tres bicicletas para toda su familia. Otro de los dones de mi padre era mirar los cheques y descubrir cuáles eran cobrables y cuáles sin fondos. A veces se generaban discusiones con clientes que aseguraban que el cheque era bueno, lo cierto era que no se equivocaba, leía detrás de los cheques.
Los dos primeros años del terror los pasé en Tucumán, hacía teatro, estudiaba Letras en la UNT y vivía del dinero reunido en Buenos Aires cuando compraba y vendía  artículos de bazar. La muerte me rondó en los años ‘75 y 76’, pero ninguno de nosotros terminaba de asumir el riesgo. Yo tenía vedada la entrada a los teatros oficiales; no me refiero para actuar sino como simple espectador de una obra. A mi novia de entonces la habían secuestrado y asesinado, y mi despedida de Tucumán fue ser echado del canal 10 de Tucumán en el medio de un ensayo. Una voz salida de los parlantes de la producción nos anotició al poeta Mario Romero (1943-1998) y a mí: “Tengan a bien abandonar el canal de manera inmediata”. Salimos avergonzados. Los actores y los técnicos nos miraban y nadie atinaba a hablar.
Cada noche nos preguntábamos dónde dormir, cuál era la casa menos insegura. Analizábamos pro y contras y decidíamos. La noche era un carrusel con un ser invisible que nos observaba y que decidía a quién de nosotros le correspondía la sortija. Bastaba sacarla para ser humo, como aquellos que salían de la chimenea de Auschwitz.
Mi persecución dejó huellas en mis novelas. Un personaje llamado Pablo pasó a ser mi alter ego huyendo de Tucumán a Buenos Aires. Cuarenta años después, esa fuga se tornaba literaria en mis novelas históricas: “Perder la cabeza”, “Cabeza de tigre” y “Monteagudo. Anatomía de una revolución”. 
          Llegué clandestino a Buenos Aires y después viajé a la Rumania de Nicolae Ceaușescu. La beca me servía para alejarme de la persecución diaria, estudiar lo que me gustaba y vivir en el supuesto edén Socialista, pero el lenguaje teatral buscado estaba lejos de encontrarlo en la Universidad de Teatro Ion Caraggiale de Bucarest. Me fui algunos meses a Italia, donde monté un espectáculo con 100 extras y 10 actores fiorentinos. Ese “Vía Crucis” es ahora el tema de una novela inédita: “Naufragio en Bibbona”, la imagen de Cristo azotado y mi vida en Bucarest. 


          4 — Y retornaste a nuestro país.

          MR — En los albores de la democracia en Argentina regresé desilusionado del socialismo. Crear y escribir comenzaba a ser una manera de encontrar mi lugar en el mundo, claro que por ese entonces estaba prisionero del reconocimiento y de todas las vanidades que el artista tiene al exponerse en un escenario. Una caparazón gruesa de piel impide el contacto con el otro. Los lobos marinos se protegen del frío, nosotros nos defendemos del prójimo, de la interioridad del otro. La juventud estaba ligada al heroísmo y a la soberbia de entonces, dejarla a un lado fue también abandonar las pieles que nos recubren del otro; naturalmente, no se trata de andar desnudo por la vida, solo los locos pueden hacerlo, pero por lo menos quedarse con una capa ínfima que nos recubra, y además que sea transparente para ver al otro y dejar que su alma nos atraviese. 
La primera obra que escribí se llama “Matadero, Capital Federal” y tiene que ver con el barrio de Matadero y la hinchada de Nueva Chicago. La presenté en un concurso Municipal (“Voces con la misma sangre”) en plena época menemista. Lo organizaba el Teatro Presidente Alvear y mi obra ganó junto con nueve obras más; todas debían ser estrenadas en el Alvear. Lo cierto es que a “Matadero…” se negaron a hacerla como indicaban las bases. Al volver a leerla descubrieron que la pieza era una crítica al menemismo, estaba encubierta bajo la figura de un yupi (Marcelo) que los sábados por la tarde se transformaba en el Turco, jefe de la barra brava de Chicago, y que al final abandonaba a los hinchas para irse con una mujer millonaria.
          La carta documento que les envié salió publicada en la revista “Humor”. La directiva del Club Chicago la leyó y me llamó porque quería conocer la obra de teatro. Al principio se interesaron, pero todo quedó en la nada cuando se nombró una comisión organizadora del evento. Un día que estaba saliendo del club me encararon algunos jefes de la barra brava. La casualidad hizo que el apodo del personaje (Turco)  fuese el nombre del anterior jefe de la hinchada. Me pidieron presenciar un ensayo. Se entusiasmaron y tomaron la posta adueñándose de la obra y de la puesta una vez estrenada. Una bandera de cincuenta metros con el nombre de la obra se floreaba en la cancha. Los hinchas coreaban los nombres de los personajes más queridos en la cancha. Las funciones se hacían en el teatro Piccolo de la calle Corrientes, frente al teatro Alvear, también en el club de Chicago y hasta en la cancha. Resultó increíble para nosotros que Víctor Hugo Morales transmitiera la salida de los actores como si fuesen jugadores. El teatro Piccolo se convertía en una fiesta de cantos y papelitos. Llegaron a manejar el sonido y las luces de la obra. En las últimas funciones hablaban al final de la función con los actores y reparaban en detalles que se perdían y que a ellos les gustaba. Los hinchas se levantaban de las butacas para cantar, y hacia el final de la obra pasaban de la alegría al llanto. He visto llorar y abrazarse a hinchas como si fuesen chicos. Ese recuerdo perdura, imborrable, fue la mejor respuesta al teatro oficial y a quien se negó a dirigir la obra, Villanueva Cosse.
          Nunca supe cómo la barra se enteró de que yo era hincha de Vélez Sarsfield, la contra de Chicago. Me lo perdonaron. Pasó el tiempo y en dos oportunidades me llamaron por teléfono, afónicos, un hilo de voz gastada me anoticiaba que ese día Chicago ascendía a primera división: yo para ese entonces ya simpatizaba con los verdinegros.


          5 — ¿Y tu carrera de Letras...?

          MR — La carrera inconclusa de Letras la terminé en Tucumán cuando regresé de Rumania. Cinco meses de venta de cuadernos escolares en las librerías alcanzaron para alimentarme dos años y pagar mis estudios. La etapa siguiente fue actuar un monólogo en Europa y a mi regreso me dediqué a vender libros de medicina. Cuando tuve una casa dejé los libros y volví al teatro y a la escritura. 
Un día uní el teatro a la vida y me casé. El matrimonio fue siempre una ficción desgraciada, aunque el ritual de la ceremonia alcanzaba un momento epifánico digno de ser vivido. Un rabino nos casó en el escenario del teatro del Centro Cultural Recoleta, de manera tal que la obra “El último ensayo” continuaba con la aparición de la jupá y los testigos. Tres actores la representaban: mi mujer de entonces, un actor joven y yo. El escenario era la antigua iglesia del barrio Recoleta, entonces devenida en teatro. La ceremonia casi le cuesta el puesto a su director, el inolvidable amigo Miguel Briante. 
He procurado que cada obra teatral tenga un lenguaje distinto. Dejé de escribir teatro cuando me harté de los actores, de la mediocridad del poder teatral y de los funcionarios condecorados de gloria que llegaron allí, más por capacidad política que por talento. Algunas de mis veintitrés piezas teatrales publicadas fueron consecuencia de hechos de la vida que con el tiempo pude ficcionalizar. La obra “Eterno ideal” fue concebida en un momento en que los celos, el enamoramiento y mi narciso herido hicieron en mí un combo suicida. Cometí el pecado de hacer madres a dos mujeres. Las consecuencias las padecí durante muchos años. De esas historias nacieron dos hijas: una pieza teatral titulada “¿Ya se hizo usted su fotografía?” y una novela que me encanta: “Madres fuck you!” La paternidad quedó siendo una deuda para una próxima vida; dudo que la haya, razón por la cual me aseguro de dejar en la tierra estas dos obras que representan un período de mi paso por el mundo. 
          

          6 — En 1995 volviste a Europa.

          MR — Mi tercer viaje a Europa fue a Polonia, sí, en 1995. Investigué la obra de Tadeusz Kantor y de allí nació el libro de ensayo “Tadeusz Kantor o los espejos de la muerte”, que lleva tres ediciones en dos editoriales. A raíz de mi experiencia polaca llegué a la Argentina y formé un grupo de investigación teatral llamado Circus Renacentista. Basadas en ese lenguaje dirigí cuatro obras a lo largo de diez años. El tiempo y la práctica hicieron que a partir de Kantor desarrollara un lenguaje teatral singular. Yo amaba el teatro de texto; convengamos que en el lenguaje del Circus la palabra pasaba a un último lugar, puesto que la imagen era portadora de los sentidos y de los mitos que resucitaban. Me dediqué a experimentar ambos lenguajes dirigiendo muchas obras de texto.
          Durante el cuarto viaje a Europa me doctoré en Filología Hispánica en la ciudad de Málaga (España); la tesis doctoral fue sobre la obra de Copi, y me posibilitó escribir dos libros sobre el tema: “Copi, simulacro de espejos”, publicado en España y “Copi, sexo y teatralidad”, editado en la Argentina, y un ensayo incluido en el volumen colectivo “Il teatro inopportuno di Copi”, editado en Italia.
          Estar desterrado del terruño te convierte en una lupa de tu alma. El pasado se acerca a los ojos, distante y cercano, está allí, como una estrella al alcance de tu mano. La lupa nos acerca un dolor antiguo que no alcanzamos a descifrar, es algo que te hace lagrimear sin motivo, que se respira y que se sabe sin saber: el perfume del aire, los envoltorios de una rosa, el zigzag de una mariposa. Nos aterra la invisibilidad de la existencia. Los amores perdidos se padecen y los odios se atemperan. No nos enseñan a morir, se cabalga desconociendo el final del camino. Todo quedó expresado en dos obras escritas en España, dos obras que reflejan complejas vidas familiares, sentimientos encontrados y sobre todo la imposibilidad de hablar del amor: “Regreso a casa” y “Qué difícil es decir te quiero”. Ellas y mi tesis justificaron mi autoexilio. 
Estando en España viajé a distintos países haciendo entrevistas a escritores: la que más rememoro es la que le hice a Paul Bowles en Tánger; fue la última en vida, dos meses después me enteré de su muerte. Tenía ochenta y ocho años. Me recibió en la cama, a los costados había libros y cartas de todos los países del mundo. Contaba con un chofer y una cocinera de toda la vida. Su rutina era la cama, siempre lo había sido; cuando joven leía y escribía allí mismo, y a la tarde el chofer lo llevaba a dar unas vueltas por la ciudad. 


          7 — ¿Y entonces “regresaste a casa” (otra vez)?

          MR — Lo vivido fue una sucesión de partidas y regresos, aunque sostengo que la vida es más larga de lo que uno sospecha, retrocedo en el tiempo y cuento que volví a casarme con una mujer que amo hace dieciocho años. La vida es algo que cada tanto se revisa y uno encuentra agujeros difíciles de remendar con el mate*, y aunque se logre, se hace costumbre vivir remendado. Imposible tapar los vacíos afectivos del alma. Así pues, basada en la pieza teatral escribí lo que nunca pude hablar dentro de una novela: “Qué difícil es decir te quiero”.
          Los mitos fundacionales los abordé en tres tragedias: “El sacrificio”, “Hipólito o la peste del amor” y “Edipo en la cruz”, y en algún momento pensé en escribir todas las versiones de los clásicos griegos. Esto quedó en deuda, espero cumplirlo en los años que me restan. La dirección y la enseñanza de la dramaturgia, el guión y la dirección teatral me dieron la posibilidad de viajar a la Universidad de Colombia, a la de Ecuador y a muchas de las provincias argentinas. 
          Estaba dirigiendo el teatro estable de Tucumán cuando comencé a investigar el tema de la enfermedad e hice de la Biblioteca de la Universidad Santo Tomás de Aquino mi escritorio, y de la Biblioteca Sarmiento un lugar de consultas. Mi versión de “Los derechos de la salud” de Florencio Sánchez fue un disparador de un libro de ensayos: “El teatro de la enfermedad”. Lo interesante de la puesta de “Los derechos de la salud” fue convertir a una familia sana en enferma y a una mujer enferma en una persona sana. La protagonista está afectada de tuberculosis y la familia le niega la muerte. Ella los observa respirar abriendo los cierres de una bóveda de material transparente, y hacia el final, convertí a la familia en un insecto que camina y a la enferma muerta en un ser alegre que saluda a los espectadores. 
          Una de las preocupaciones de un escritor es la cantidad de lectores a los que llega. Por nada del mundo eso debe ser mirado como una señal de que un libro sea bueno, a lo sumo puede ser considerado útil, aunque la utilidad no tiene por qué estar reñida con la belleza, es algo que nos resistimos a aceptar como si en nuestro imaginario ser elitista fuese un pecado. Tres volúmenes editados por Capital Intelectual: “Técnicas actorales”, “Técnicas actorales II” y “Las artes que atraviesan el teatro”, deben ser los libros de ensayo teatral más vendidos de las últimas décadas en las librerías del país. 
Un escritor, por lo menos eso es lo que a mí me sucede, es alguien que inventa una necesidad para ocupar el tiempo. Los editores no te llaman por teléfono, para colmo reciben cientos de originales que apilan en sus escritorios. Cada día hay más gente que escribe y menos que lee, entonces aparecen editoriales pequeñas, muchas de ellas excelentes, y otras que cumplen un sentido comercial como quien instala una verdulería. Son las que suplen ese vacío interior del hombre, no vendiendo remolachas pero sí abanicando el goce de los egos. Estos impostores del mercado lucran con la tendencia de un hombre encerrado en un celular sacándose selfies o escribiendo mamarrachos. Ese hombre desesperado e inconsciente aspira como paradigma de su vida a plantar un árbol, procrear un hijo y escribir un libro. Semejante perogrullada, difícil de sostener en un mundo en donde lo efímero y desechable está a la orden del día, es consumida por el común a cualquier precio.
Mi colaboración en el último tomo de la “Historia crítica de la literatura argentina”, dirigida por Noé Jitrik, dio origen a la escritura de un ensayo sobre las tendencias del teatro contemporáneo en nuestro país: “Breviario de estéticas teatrales”. La obra de un escritor es una y, probablemente, se halla en un único libro, el resto son variaciones de una apertura feliz. Tengo por costumbre, cuando la imaginación flaquea, sacar personajes de mis obras teatrales y ponerlos en mis novelas o viceversa. Me copio, me invento, sufro, me distraigo, y mientras tanto el tiempo pasa.

*Era tradición remendar con el mate.


          8 — ¿Con cual “no común” persona o personaje te identificabas, te identificás?

          MR — Como actor me identifiqué desde siempre con Marlon Brando en “Nido de ratas” y con James Dean en “Al este del Paraíso”; no por casualidad mi primer rol teatral fue Jerry en “Historia del zoo”, de Edward Albee. El tiempo transcurre y con él nuevas identificaciones: Woody Allen me llevó a imaginar que algunos de sus films podrían haber salido de mi pluma. Tenía en común la imagen del derrotado, el no poder resistirme al fracaso y a la risa de la gente. Así nació mi obra “El pecado del éxito”, con esa imagen del derrotado chaplinesco. El argumento es que un hombre carga con la ambición del éxito pero es demasiado intelectual para alcanzar esa conquista superficial. Entonces un empresario lo pone en contacto con un médico dueño de una máquina capaz de quitar todo lo intelectual que lo perturba: Baruch Spinoza, Franz Kafka, Soren Kierkegaard, etc. Claro que ese conocimiento no se pierde sino que va a parar a otra cabeza o a una bolsa de residuos. Su mujer será quien lo reciba y ella alcanzará la fama como intelectual y él, arrepentido de la decisión, reclamará en vano por su pensamiento. 
El premio otorgado por Iberescena en 2009 me permitió viajar a dirigirla a Quito.
           
          
          9 — Tantas veces, en conferencias, seminarios, entrevistas, artículos, te has referido a Copi (Raúl Damonte Botana, 1939-1987). Sin embargo, ¿por qué privarnos de que también para nuestros lectores nos des tu visión de él y de su notabilísima obra?

          MR — Hubo dos artistas que me atravesaron: Tadeusz Kantor y Copi. A Kantor lo estudié en Cracovia y a Copi en España. Mi tesis doctoral se basó en su obra. Allá encontré todo lo referente a nuevas modalidades de relaciones y él sostuvo la importancia de una cultura capaz de inventar modalidades de relaciones, modos de existencia, tipo de valores, formas de intercambio entre individuos que sean realmente nuevos, que no sean homogéneos ni puedan superponerse a las formas culturales generales. Si eso es posible, la cultura gay no será entonces una mera elección de homosexuales para homosexuales. Se crearán relaciones que, hasta cierto punto, puedan trasladarse a los heterosexuales. Hay que invertir un poco las cosas. En lugar de enunciar “Tratemos de reintroducir la homosexualidad en la normalidad de las relaciones sociales”, debemos decir “dejémosla escapar y procurará nuevos espacios donde encontrarnos en nuevas posibilidades relacionales”. Al proponer un nuevo derecho relacional, veremos que personas no homosexuales podrán enriquecer su vida gracias a la modificación de su propio esquema de relaciones: esto es lo que deseaba Copi, y lo concretó a través de su obra. 


         10 — Me interesaría que nos detengamos en dos de tus ensayos: “Acerca de las barras bravas” y “La historia del teatro idish en la Argentina”.

          MR — Son dos ensayos muy cortos. Las barras bravas de antes no son las actuales. No me malinterpretes pensando que antes eran angelitos. Para nada, pero la violencia y las drogas crecieron de manera exponencial en estos treinta años. Y estoy hablando de una de las barras con historia violenta como la de Nueva Chicago. Te intimida solo el hecho de llegar a la cancha y mirar la pintada en una de sus paredes: “Bienvenido a tu velorio”. Sin embargo, había códigos de respeto y de solidaridad por los hinchas, existía la admiración hacia los artistas y un verdadero amor por la camiseta. El resto eran prácticas que hasta el día de hoy se mantienen: enjabonar los vestuarios visitantes para imposibilitar el precalentamiento, y en partidos difíciles sobornar a la policía para recibir a los jugadores visitantes con golpes de puños.
Nosotros compartimos asados al final de algunas funciones y pude palpar el orgullo de los hinchas por ser representados en el teatro. Nos cuidaron cuando fuimos a la cancha ofreciéndonos la platea, milanesas y refrescos. Éramos dos mundos tan distintos y ambos lo sabíamos.
El teatro idish fue una idea de Alberto Ure para la revista del Teatro San Martín. Me serví de la biblioteca de la entonces AMIA [Asociación Mutual Israelita Argentina], de las entrevistas que realicé a los actores vivos, y a través de los viejos comediantes me enteré de anécdotas que hasta el día de hoy recuerdo. Jacob Ben-Ami era un gran actor judío dueño de teatro en Estados Unidos. Cuando llegaba a Buenos Aires, lo hacía no solo para actuar su repertorio sino también para dar conferencias a la intelectualidad de la época. La admiración que despertaba hacía que un actor como Narciso Ibáñez Menta le besara las manos. 
Los dueños de burdeles y cafishos judíos, antes del golpe del presidente de facto José Félix Uriburu, eran amantes del teatro y con capacidad económica de comprar medio teatro de butacas por anticipado cuando los empresarios proyectaban la llegada de actores famosos de Estados Unidos. Los mafiosos ansiaban vivir como judíos, ir al Templo, ser enterrados en cementerio judío, ser aceptados por la comunidad. Como eso resultaba imposible, entonces compraron un rabino, un templo y un cementerio. 

                   
          11 — Dramaturgia, narrativa, ensayo, periodismo cultural… ¿Fuiste “convocado” por la poesía?

          MR — Se publican toneladas de libros y la vida es corta para hacer todo lo que uno se propone, y a veces es sabio elegir, renunciar. Solo los genios pueden hacer todo y bien; como no pertenezco a esa categoría, me conformo con dejar algunas novelas o ensayos que sobrevivan algún tiempo. Tengo demasiado respeto por la poesía. Tal vez algún día corrija y publique, pero solo por un gusto personal. Yo considero que mi poesía está en el lenguaje narrativo o en el ensayo mismo. 


          12 — Animales legendarios: ¿Medusa, gorgona, cerbero, cancerbero o anfisbena?

          MR — Hay una generación de anfisbena que padeció la dictadura militar, allí perdimos una de nuestras dos cabezas. Continuamos viviendo con la verdadera, en cuanto a la otra, la cínica, fue enterrada a tres metros de profundidad. Los que decidieron conservarla viven la apariencia y cada tanto sacan a relucir las viejas medallas guerrilleras, con olor a naftalina.
          Me he topado en mi vida con alguna medusa; por suerte, no quedé convertido en piedra, muy por el contrario transformé el dolor en arte, y tampoco corté su cabeza, ella ya la había perdido cuando la encontré.
            Ni en sueños visité la entrada del Averno. Lo más próximo que estuve fue el día que hice un té con cucumelo. Una de las tres cabezas del cancerbero manejaba un Ford Falcón verde, la otra representaba la ignorancia que es un sinónimo del odio de clase, cabe decir que persiste en la actualidad, y la última de las cabezas representa a los esbirros del poder, con mucha actividad en estos tiempos de resistencia. Por todo eso escribí “Perder la cabeza” (Editorial Alfaguara). Acaba de ser publicada.


          13 — El actor Marcelo Katz expresó en una nota que “Un unipersonal es una cena de dos: el actor y el público”. Inquiero a quien ha incursionado en más de una ocasión en piezas teatrales unipersonales: ¿cómo te han resultado esas experiencias? ¿Qué espectáculos unipersonales más has disfrutado como espectador?

          MR — El unipersonal no es un género que me interese. Tengo muchos recuerdos de cuando lo hacía y lo miraba. Yo comencé a hacer unipersonales en Tucumán a los veintitantos años. En esa época te llevás el mundo por delante. Un día te das la vuelta y te das cuenta de que fue el mundo el que te llevó. Te creés el mejor y esas cuentas se pagan. Tampoco contaba con un referente de admiración; al no tenerlo, por desgracia, terminás siendo vos ese objeto y ahí comienzan los problemas. A nada le temía. Actué en Estocolmo, en Alemania y en muchas provincias argentinas. Yo mantenía al público sin moverse durante dos horas actuando una versión del “Peer Gynt” de Henrik Ibsen. La obra la llamamos “El último emperador”. También actué un poema novelado de Rodolfo Braceli: “El último padre”.
          Mis mejores recuerdos del género fueron la magia del Bululú, del español José María Vilches [1935-1984], que llegó a hacer 4500 funciones del espectáculo y murió en un accidente automovilístico en nuestro país, muy cerca de la ciudad de Las Flores; y a comienzos de los años setenta, apenas tenía diecisiete años, admiraba a los actores que hacían café teatro o café concert en Buenos Aires, como Cipe Lincovsky, Antonio Gasalla, Carlos Perciavalle y tantos otros. Me atraía el café berlinés y la magia íntima de un actor que cantaba, decía poemas de Bertolt Brecht y monólogos. Me di ese gusto con un café-concert realizado en todo el norte de la Argentina. 


          14 — ¿Cómo no preguntarle a quien tanto se ha involucrado en la creación de novelas históricas sobre aquellas novelas históricas que más lo hayan conmovido o que más se acerquen a la excelencia…? 

          MR — Andrés Rivera es un referente fundamental con “La revolución es un sueño eterno”, pero también lo es Abel Posse: “El largo atardecer del caminante” y Tomás Eloy Martínez: “Santa Evita” y “La novela de Perón”, y María Esther de Miguel con “El general, el pintor y la dama”, entre otros.


          15 — En una entrevista que te realizaran para la revista “Cabal”, refieren que viajaste a Cracovia indagándote respecto de por qué de Polonia había surgido un teatro “radicalmente distinto al del resto de Europa”. ¿Por qué de Polonia surgió un teatro radicalmente distinto al del resto de Europa?

          MR — La artes reinan en el único enclave católico rodeado de países ortodoxos. La guerra, el antisemitismo, los campos de concentración, una intelectualidad exquisita junto a una dinastía de reyes y de papas, la fineza de su aristocracia y universidades que llegaron a ser, en siglos anteriores, las mejores de Europa, hicieron de Polonia un país singular. Todas las artes se congregan con excelencia en un país que en la actualidad vive un proceso político nacionalista; ¿un regreso a viejas prácticas?
          El teatro investigó lo que la palabra ya no podía comunicar. El horror carece de palabras y el teatro las buscó en el objeto encontrado, en el vacío existencial y el vacío escénico, allí donde las palabras sobran y solo queda lo cómico nostálgico ante la tragedia. Jerzy Grotowski y Tadeusz Kantor fueron sus máximos exponentes. El primero creó el Teatro Laboratorio, el segundo, el Teatro de la Muerte.



*

Marcos Rosenzvaig selecciona dos de sus poemas inéditos y fragmento de su narrativa para acompañar esta entrevista:


SALA DE ESPERA


Con elegancia virreinal
los hilos van y vienen
hasta entretejer un paquete de confitería.
Uno escapa de los dedos ágiles
y envuelve el anillo terrenal.
Sobre ese camino luminoso
marcha una caravana de abejas 
sin alas 
todas ellas
fugadas del panal.

Los amantes giran su juventud 
alrededor de la alianza de oro,
se prometen recostados en la alfombra mágica,
encendidos se lanzan 
del estribo de un tobogán.

Un hilo largo envuelve a la tierra 
como el anillo 
el temblor de los amantes.

El hombre es un viandante del sedal. 
Las abejas giran fatigadas 
alrededor del anillo de compromiso 
hacen malabares colgadas del brillo del oro.
Una araña cruza la luna,
como una persona tardía la pantalla de cine.
Las patas ladronas tejen un ovillo de aire azul.

Mi gato entra por la ventana.
Y me dice: ¿no viste mi cuerpo?
Cómo explicarle lo incomprensible. 
No besé a mi padre, ni a mi madre, ni a mi hermano, ni a mi gato antes de morir.
¿Por qué nadie me enseñó a besar?


*


Muchos años después 
la inmigrante toma el mismo subte
con estudios clínicos bajo el brazo.
Se aferra al pasamanos 
y se da cuenta que se resbala
porque es de plastilina, 
como la humedad del cabello 
los días lluviosos, 
las veredas nuevas, 
el idioma nuevo, 
el país nuevo, 
su antiguo trabajo, 
sus piernas fibrosas
y sus estudios clínicos.
Desciende
la escalera mecánica,
el charco sin saltarlo. 
La muerte llegará con zapatos y pasamanos cansados, 
ella entregará su mano mojada de lluvia, 
alguien le quitará los anillos, 
después los anteojos, 
y por último una vieja dentadura. 
Todo se hará en orden,
con los papeles al día.


*


Fragmento de “Perder la cabeza”


Yo, Marco Avellaneda, que nací en Catamarca, que estudié en Tucumán y que a los veintiún años ya era abogado, pienso que una cabeza muerta sin brazos ni piernas ni cuerpo que la sostenga es casi inofensiva. Digo casi porque las mujeres que cruzan esta plaza se han propuesto enterrarme. Seguramente para que no sufra la penitencia a la vista de los paseantes, ni para que las inclemencias del tiempo sigan decolorando lo que, en otra época, fue un relicario de mujer adolescente y enamorada. Yo, Marco Avellaneda, que fui decapitado a los veintiocho años por haberme opuesto a vivir amordazado con un chaleco punzó, un sombrero con cinta color punzó, un poncho punzó y con el maldito color punzó hasta en el culo, he muerto y mi cabeza hace dos semanas es exhibida en la plaza Independencia de la ciudad de Tucumán. En cuanto a mi alma, debo decir que ignoraba la velocidad de la muerte, que sabía acerca de la crueldad de los represores pero que jamás imaginé tantos años vagando como un niño perdido para siempre.
La plaza está desierta. El calor ahuyenta a los transeúntes a sus casas. Una mujer espera en un banco empecinado. Fortunata García, resguardada por la sombra de un naranjo desde el mediodía hasta el atardecer, no hace otra cosa que espiarme desde el vértice mismo de la plaza. En el extremo opuesto, formando un triángulo isósceles perfecto tomando mi cabeza como vértice, el comandante de la guarnición. Un hombre comprometido a garantizar la seguridad de mi cabeza...
Como si pudiera escapar.
Ella finge leer un libro pequeño. Seguramente se trata de una Biblia. A la altura de su boca el libro tiembla y sus ojos atardecidos de laguna de campo alunizan en los míos desteñidos. Mis ojos, si pudiera palpar mis ojos. El color, ¿habré perdido el color? ¿Qué quedó de mí? ¿Quién soy? Ni siquiera un actor, algo menos que un bufón, una cabeza de kermesse; un objeto triste repleto de recomendaciones como las de una madre a un niño el primer día escolar: “No cruces la calle solo, tampoco te olvides los útiles, si querés ir al baño pedile permiso a la señorita y no te asustes... Cuando seas grande es posible que casi no me necesites, pero te vas a acordar siempre de mí”.
Tampoco ustedes van olvidar mi cabeza de espantapájaros, mi cabeza de mierda ultrajada por la mirada de todos y hasta por las palomas de este maldito sol de Tucumán.
Ahí está ella, obstinada. Aferrada a cualquier ilusión, estorbando mi libertad con un vientre ocupado por un hijo mudo de por vida, un hijo que jamás tendremos porque me separé de ella a la edad de dieciocho años. Pero ella persistió en amarme sola durante toda la vida, como lo hace ahora desde un banco. A distancia, temerosa de las miradas federales, disciplinada con su cinta punzó. Con miedo de que alguna de las mujeres emperradas en enterrarme pueda pensar que ella, Fortunata García, continúa aún enamorada.
Sí, de a poco me voy secando. Poco a poco. Serenamente, sin urgencias, sin demandas. Lo sé, aunque no tenga un espejo.
Envidio a los hombres que llegan al final con ojos cansados de haber amado bellas mujeres y conocido tierras fantásticas. Quizás para ellos todo sea distinto, no lo sé.
Fortunata deja el libro pequeño sobre su regazo y abandona los ojos a la deriva como quien ya no busca una explicación a las cosas. Ella se entrega a la molicie de la noche. Ya no le interesan el qué dirán ni el cotilleo del pueblo. Hace un esfuerzo para que nadie note la oscuridad en la que se ha sumergido. Por eso continúa respondiendo mecánicamente los saludos de aquellos que, para ahorrar distancia, cruzan la plaza en diagonal sin inquietarse por el horror de una cabeza que cuelga de un árbol.
Aún me recorre un zumbido de patas al galope. Una sábana de polvo de patas. Un cielo surcado de sables y de gritos. Yo, esforzándome por desafiar el pánico, empapado de sudor y empapando las crines de las bestias asustadas, con las manos resecas de tanto sol, cortajeadas por la fuerza de las riendas, sostenido a las riendas como a la vida, despanzurraba el viento a sablazos. Los pingos intuían que Quebracho Herrado era el principio del fin, después seguiría Famaillá y mi huida desbocada y la de Lavalle hacia el norte, y la traición de Sandoval y Oribe escribiéndole a Rosas: “La cabeza de Marco brillará como un sol o como un espejo en la plaza, para que cada tucumano se mire y piense”. Y Rosas contestándole: “Dios es infinitamente justo”.



*

Entrevista realizada a través del correo electrónico: en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Marcos Rosenzvaig y Rolando Revagliatti, septiembre 2018.


Theodor Adorno [Prismas]

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La presente obra es una de las más representativas del filósofo, en la que expone su concepción acerca del pensamiento y la crítica filósoficos de la cultura y la sociedad de su época. 

CONTENIDO 

Prismas: Crítica de la cultura y sociedad 
-Crítica de la cultura y sociedad 
-La consciencia de la sociología del saber 
-Spengler tras la decadencia 
-El ataque de Veblen a la cultura 
-Aldous Huxley y la utopía 
-Moda atemporal. Sobre el jazz 
-Defensa de Bach contra sus admiradores 
-Arnold Schönberg (1874-1951) 
-Museo Valéry Proust 
-George y Hofmannsthal. Sobre su epistolario: 1891-1906 
-Caracterización de Walter Benjamin 
-Apuntes sobre Kafka 



Poemas de Virginia Benavides

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Hubiera sugerido coserte la boca 
o guardar las palabras decibles bajo la manga
pero no hay armazón que permanezca
entre los restos de silencio
como un escenario en ruinas así el alfabeto.

Y en casa no te dicen cómo estas al despertar 
y la leche se va cuajando entre mis labios
a medida que trazo un origen donde
las plantas acogen la canción insonora.

Entonces mi dedo en la mesa dibuja un espiral:
esta es la costura que necesita la voz, 
una caída libre y todo será futuro
pero mi otra voz me dice que no, 
que no hay origen posible 
en tu zurcir amor invisible.

Sorbo rápido mi leche, 
me aliento en secreto a no mirar atrás ni temer
que lo que haya que decir ha de decirse.

Así se calma una polilla
deshalada
que te espera.



(de Hospital del Niño, inédito)







La próxima vez que me tire de un acantilado prometo acordarme de gritar ¡por fin en casa! a todo ser que me encuentre en el arrojo. La aerodinámica sumersión no traerá consigo lamentaciones o por qué no la quise más y menos paros cardíacos ni del tráfico. Para eso están mis pilotos del pensamiento que actuarán en silencio, con el cuidado de un delincuente primerizo o una escena muda restaurada que susurra, para borrar todo rastro de vida terrenal. pluma que se desprende para prenderse en el mar. No olvides cerrar el caño, apagar el gas y cerrar las puertas, no sea que se desborde mi cama de agua y tenga que abandonarme en la hoja del word o la ciudad  náutica, cuenta el trazo de mi carta virtual de despedida. Como un viejo delfín autista trans génico cuyas neuronas espejo se han dañado de tanto amar malaguas y seguir el brillo azul del va lleno... y fugaba desprendido de prenderse, como excavado, con restos en gracia de renacimiento y huyendo de ser un hallazgo y sin ganas de entrar en el libro de historia (salvo para silenciar gritando). Como él, volaba por ese acantilado, orillando esta ciudad a quien tengo que arreglar cuentas un día, sintonizando la onda modulada de mi clavo de olor, el lenguaje de fósforo mojado. ¿No será entonces imposible piromanear a sien versas de la orilla? pienso en pleno clavado. Señor barquero, no tema, solo me ahogaré un ratito, como de paso, como una ida que venía. No es más que respirar en otro lado, Mi batiscafo entubado al respiro de mi ojo combustiona y burbujea, hay un temblor que me fecunda y una isla que me nace en la voz, señor barquero, vamos a ver qué me pesca o habita. A volar.

(visto por la ventana del bus con ataques de desdoblamiento)



 (de Hospital del Niño, inédito)







LUNA NUEVA ( los bares los mares)


  

                                                                                                  a  Miguel Grau

     





Cuando la víspera del alba te acontece                 

para embriagar tus ojos de cordura

el sueño clama niños que envejecen

en el parque de juegos de la duda



Y en el rumor del día se cuaja tu espanto

tu soledad terrosa y torturada

inevitable somnolencia de la nada

del llegar alejándote e irte lento



Que mi caricia no te alcance da lo mismo

si alcanzándote se deshace en la fuga

que tu mano imprime a su elemento

antes de sumergirse en la perdura



Ya tu piel no me extraña

ni tu grito se oye en mi vientre espasmódico

ni tu yegua se mece en mi ventana oceánica

y sin embargo

la noche nos reclama para ser infinita

el viento es una daga que roza nuestros cuerpos

donde la piel del tiempo es un espejo nublado

que nos enlaza en una fugaz incongruencia

En un reflejo arisco y luminoso

y desierto es de cierta la ciudad

Y su río de cadáveres varados en las casas

Y bocinas sabias de zumbidos en conciertos subterráneos

nos aguardan



Y los bares...

Los bares donde, expedicionarios e inertes,

absorbimos de las garzas su espumeante claridad y aleteo

Los bares donde corrientes y mareas

nos convirtieron en náufragos sin isla

tan solo un barco de cuatro patas donde el timón

era un cenicero de cristal y una pata coja

que solo flotaba a la deriva

hacia un puerto inexistente sino en algún sueño



Los bares donde corrientes y mareas

inundaron de presagios nuestro encuentro

ahogándonos de cielo empaquetado en Saint Lorent

y caramelos mentolados para el beso



Los bares siempre recordaran ese barco

piloteado por  dos cuerpos cartománticos

que en el combate

dormían en su Huasca r

navegando

con el cenicero roto



hacia ninguna parte.





(de Extrabismo, 2003)








Ocultarse en fragilidad para no delatar lo que consume: incendios rojos de pena y hastío y rabia encenizándolo todo. Nadar en nada. Asolar campos semánticos para desaparecer la voz de las raíces. Una puerta en la niebla esconde su cerrojo. Loco bus hacia los paraderos ocultos por la ley de los desvíos. Diamante de espuma para un visceverso encuentro con el gris trino de tus veredas. Barrendera del alba, tus mudanzas y deleites en las hojas caídas de lenguaje amarillo, tus conquistas de aire puro en los parques recién nacidos, tus plumas insulares cosiéndote al día. La casa abandonada del que te besó por primera vez, la vereda agrietada y las calles de tierra muerta en que tomas el bus de un sueño que se sumerge en este amanecer insomne. Precaria vida estos roces, este azul hallado para ahondar el pozo y mantener supurando la herida o cicatrizarla. Dolor de ser, vergüenza. Una luz radiografiando el abandono de haberlo contemplado todo. Un desahucio y una vuelta de tuerca en el filo de las cuerdas. Ángel  cayendo en vuelo: una luz abrazando la niebla y tus máscaras intervenidas por las muecas del fuego.



(de Sueños de un Bonzo, 2013)






Un río subterráneo recorre todos los desiertos. Son las venas de un cuerpo abandonado a todos los abrazos radioactivos o solo la constatación de una sequía que asola como una nada en nuestro intrábico transcurrir. La ciudad es un descierto más hondo y solitario que el mío. Nadie comprende los pasos del que huye dibujando razones para quedarse o las cercanas calles donde en las esquinas acechan las culpas y faltas incurables. La desesperación me ha arrojado a mi suerte. Ya no espero consuelo ni compañía. Soy un monstruo y como tal he de vivir mi propia vida por dentro. Nadie mira adentro. Un río subterráneo que canta y donde navega un corazón de arena que se decanta en las manos del sol, mi titiritero. La belleza solo es un viento azul o espejismos de estatuas sin rostro. Soy hermoso cuando sueño y sonrío. El río adentro canta y me adiestra en el arte de no necesitar. Algunas noches un grito de ciudad me recuerda que soy tan solo un niño que juega con su máscara a las escondidas y reza para que nadie lo encuentre. No sabe que nadie lo busca. Un río interior fluye en esta melancolía de monstruo o niño triste.  Sus venas en latitud oeste trazando una cartografía de fuga me susurran el mar. La ciudad se funde en mis pesadillas. Voy a despertar. Sumersión.                                                                                                                                                                                                

  (de Sueños de un Bonzo, 2013)






Virginia Benavides Avendaño. (Lima, 1976). Bachiller en  Literatura por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Ha publicado el poemario Exstrabismo (Chataro Editores, 2003). Ha participado en diversos encuentros de literatura y recitales, como ponente, performer y lectora, y publicado en revistas y blogs virtuales. 


Textos de Fernando Escobar Páez

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Extraídos de Tu retorno con aliento a biberón, peluche y verga ajena.



RESPETO

Ella es una buena chica
solo ha follado con dos tipos
y cuando salíamos
me dejaba las sobras de su cerveza.
A su pubis lo conocí
mediante pixeles y códigos binarios
porno light que me enviaba por mail
para que yo no haga cochinadas
mientras esperaba
que ella se cambie de tanga.
Obvio que las hice
y no sé si se enteró, si decidió
            no tener un tercer pene en su vida
                                       o si se aburrió de mí.

El caso es que se fue
y hoy me pide respeto,
pero antes de darle eso
tendría que negociar
              con los vellos púbicos y secreciones
              atrapados en el teclado de mi laptop
o conseguirme un terapeuta
que no me recomiende tener a mano
un calcetín viejo,
vaselina y rivotril
                              cuando escribo sobre ella.




EL HOLLYWOOD

Lo único que nos diferencia de los cerdos, es que nosotros tenemos pornografía.
Chuck Palahniuk

La primera vez que asistí al cine Hollywood fue cuando tenía seis años, mi tía solterona obligaba a todos los sobrinos a ver las películas religiosas que proyectaban allí durante Semana Santa. Ese ritual familiar duró tres o cuatro años –no lo recuerdo exactamente-, pero siempre me pregunté por qué mi tía ponía tanto énfasis en que revisáramos nuestros asientos, y nos cercioráramos de que no hubiera “nada raro o pegajoso allí”, mientras nos sobaba la cara con un pañuelo lleno de perfume cada cinco minutos. Personalmente me parecía algo absurdo, pues el Hollywood no era muy diferente al cine Colón o al Fénix, donde vi, invitado por la misma tía solterona, “Los Gremlins”, “Las Tortugas Ninja”, y muchas películas más. Después de cierto tiempo, me harté de las enseñanzas de Moisés, Ben-Hur, y del Maestro Splinter. Cuando un jueves santo, mi tía quiso llevarme al cine, le expliqué mi punto de vista, y le pedí que mejor fuéramos a jugar fútbol. Entonces la solterona montó en cólera, y dijo que si yo me quería comportar como un impío pateador de pelota, me podía ir olvidando de asistir al estreno de “Jurassic Park”. Pese a ello, no claudiqué, pero desde entonces nadie me volvió a invitar al cine.
Cuando me enteré cuál era la peculiaridad que diferenciaba al Hollywood de los otros cines, ya había encontrado las revistas porno setenteras de mi padre, así que mi curiosidad estaba saciada, luego “la magia del internet”, y dos que tres amiguitas me proporcionaron varias escenas para completar mi aprendizaje, razón por lo cual, yo no tenía el más mínimo interés en ver las películas del Hollywood.
Pero hoy me encuentro vagabundeando por el Centro Histórico y en un arranque de nostalgia, compro un six-pack de chelas, una cajetilla de cigarrillos, y entro al Hollywood. En la entrada hay dos afiches, que anuncian la proyección de Las tentaciones de Clarisse, y de Fin de semana en Bologna. Se nota que esas películas se exhiben frecuentemente, pues los afiches están gastados, y se observa rastros de cinta adhesiva en sus esquinas. Como es función continua, pago un solo ticket, e ingreso rápidamente –no vaya a ser que mi tía pase por allí y me sorprenda- a la sala.
Una vez adentro, escucho los gemidos masturbatorios del resto de asistentes a la función. Antes de instalarme, reviso bien mi asiento –mi tía estaría orgullosa de lo precavido que soy-, y abro la primera cerveza. La película ya había empezado, así que no tengo idea de cuál de los dos films es el que estoy viendo. Se trata de una cinta vieja, los peinados de las actrices son ochenteros, y comparada con las producciones de gozno, la película me parece inocentona.
La acción se desarrolla en una mansión, lo cual debería conferirle a la cinta cierta elegancia, pero entre los diálogos –que pretenden ser picarescos-, la mala calidad de la imagen, y las voces chillonas de las actrices, la impresión que me produce está lejos de ser aristocrática.
Regreso a ver la sala, que está casi vacía. No creo que haya más de diez personas, y todos son hombres solos de edad indefinible. Como cada quien está ocupado en lo suyo, le doy un sorbo largo a mi cerveza y enciendo un cigarrillo para ahuyentar cualquier hedor ajeno. Las escenas de sexo son simples, muchos primeros planos de penetración y gemidos estridentes dominan la pantalla. Mientras doy una chupada a mi cigarrillo, se escucha el crujir de una butaca, supongo que se trata de “mi vecino” más cercano, quien se halla tres filas más abajo, aproximadamente a unos diez metros de mi posición.
Abro otra cerveza y me concentro en la pantalla. Aparecen un par de gemelas, que no aparentan tener más de quince años, en la consabida escena lésbica. Vuelve a crujir la butaca de “mi vecino”…no lo culpo, las gemelas son muy atractivas y la acción es bastante explícita.
La cerveza ya empieza a cogerme, así que voy al baño. Las paredes están repletas de nombres –masculinos y femeninos-, acompañados con números telefónicos, direcciones, dibujos obscenos, y tras pegar una meada larga y dolorosa, decido colaborar con el mural. Garabateo el nombre de la zorra de mi ex y redacto una pequeña apología sobre la conducta sexual y las características anatómicas de la muchacha en cuestión. En un principio, acompaño el graffiti con su número telefónico, con la intención de que “los cinéfilos” que frecuentan ese retrete se comuniquen con ella…pero recordé que la muy puta me clavó una orden de restricción, así que mejor me evito problemas y tacho el número telefónico. En su lugar dibujo a un enano con un falo gigante –en honor a Heimito Künst, aquel personaje de Los Detectives Salvajes, que se dedica a dibujar enanos con priapismo en cualquier lugar al que vaya-, y me siento menos vil. Debería haberme lavado las manos, pero las manchas del lavabo no me inspiraron confianza, así que abro otra cerveza, y regreso a la sala.
Una vez que estoy con la vejiga vacía y que la perturbadora presencia de “mi vecino” ha desaparecido, intento reflexionar sobre el papel de la pornografía en la sociedad contemporánea, recuerdo un poco de cuestiones teóricas posmodernas como “la pornografía es la caricaturización del sexo”, o que “en las películas porno, el hecho de que el hombre siempre eyacule en la cara de la chica, tiene una connotación ritual”… pero en ese instante, reaparecen en pantalla las gemelas, y es mejor dejar las ideas para otro rato, así que Gubern, Baudrillard, y demás intelectuales impotentes, pueden irse por la sombrita, mientras yo me pongo hecho carpa y disfruto de la película.
Lamentablemente no se repite la escena lésbica, pues aparecen dos tipos –también gemelos- y cada uno se encarga de una de las hermanitas. Abro la cuarta cerveza, y ya empiezo a sentirme de buen humor, incluso encuentro cierto encanto en los comentarios “picarescos” que hace un enano bigotón, el cuál es el único personaje de la película que no fornica.
Sin embargo, creo que es suficiente por hoy. Sé que debería cumplir con mis obligaciones académicas y quedarme a ver la segunda película, pero prefiero salir del cine y llamar a una amiguita para que me acompañe a templar más cervezas, y tal vez algo más.




LOS GANADORES Y YO

Siempre te dicen
que eres como ellos
y que tú también puedes.
Yo les dejo el mundo
las grandes luchas
y los grandes amores,
tengo los ojos en llamas
y un árbol favorito para mear
que es lo mejor de todo.



PLEGARIAS

Me frotaré las asfixias contra tu fémur y serás 
mi última lealtad, pues el pasado se me cae 
como un Ícaro Sangriento, como un beso del 
que fui ausente.

Entonces mis arrugas –que nunca fueron más
que libélulas fracasadas– te crearán océanos
para que pueda inundarte los dientes.
Perpetraré una plegaria para olerte las
pestañas, y otra –un poco menos obscena– para
eyectarte hacia la madrugada y contemplarte
mientras copulas con mi sombra.




FERNANDO ESCOBAR PÁEZ. Quito, 1982. Poeta y narrador. Comunicador Social. Textos suyos han sido traducidos al inglés, alemán, portugués y francés. Colabora regularmente con varios medios impresos en las secciones de cultura y política. Tiene 18 gatos, le gusta la cerveza, el porno interracial (sobre todo en la categoría gangbang). Ha publicado los poemarios “Los Ganadores y Yo (Machete Rabioso Editores, Quito, Ecuador, 2006) y  “Escúpeme en la verga” (Editorial Cartonerita Niña Bonita, Zaragoza, España, 2013; BongoBooks, México DF, México, 2014), y el libro de microrelatos  “Miss O’ginia” (Doble Rostro Editores, Quito, Ecuador, 2011; Editorial FOC, Barcelona, España, 2013; La Liga de la Justicia Ediciones, Arica, Chile 2015; Ediciones Ay Caramba!, Salta, Argentina, 2015), el cual de momento va por su cuarta edición. Textos suyos constan en una veintena de antologías de poesía y crónica periodística dentro y fuera de Ecuador.


Poemas de Tulio Mora [Extraídos de Cementario General]

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El Perú es una montaña coronada
por un cementerio.
Manuel González Prada




Pikimachay 
(20,000 a.C. - 14,000 a.C.)

Descanso la fatiga de una vida sin culpas
bajo la humosa, limosa tierra de una cueva.
Pero antes en las pampas
limpias como el ojo de la luna
fundé la memoria de este país.
Fue como cargar a un puma vivo.





Chavín
(1500 a.C. – 500 a.C.)

No al pie de nuestro dios, de cuya múltiple figuración
-rugiente como el puma, astuto como la serpiente
e inasible como el águila de espolones cenizos- brotaron 
las verdades de la tierra y nombre a las estrellas dimos.
Ellos nunca lo entendieron… Tampoco en el patio hundido,
en cuyo piso muchos de ellos desangraron
alineando las baldosas que representaban 
la captura de la simetría, la certeza de las cifras.
Menos aún bajo el rumor de los papales
que multiplicamos para que ellos lo entendieran.
Tampoco en la memoria del artista que talló 
una voluminosa testa como un clavo
sobre el templo en que murió su padre.
Nunca lo entendieron y el castigo amasijó sus huesos...
Pero no hablaba de eso, sino de mi reposo desolado,
allá en la cantería, más abajo que ellos,
más que mi dios y sus anuncios.
Tamaña ingratitud no es justa, pero ninguno de nosotros
-sacerdotes, astrólogos, tramoyistas de la credulidad-
sobrevivió a la rebelión para decirlo.



Moche
(100 a.C. – 700 d.C.)

Tenía 30 años cuando me enterraron vivo a los pies de mi señor, el anciano poderoso que tras de sí llevó a un niño, dos sacerdotes y sus dos esposas a quienes yo debía estrangular con finos pañuelos verde jade. Pensé en su silencio y en sus ojos resignados, antes que en el viejo solemne en su inmovilidad hasta la provocación. No eran como yo, un perro guardián, sus trajes limpios y elegantes bastaban para subrayar el contraste, pero en cada crujido de sus huesos, en ese crepitar de arcilla atormenta¬da por el fuego que desprenderían sus cuellos, lo mismo valía haber merecido la recompensa de una vida fastuosa que aquella otra de miserias y obligaciones a la que fui conducido por los lodazales de su poder. Tal vez desde las altas terrazas que yo y miles como yo levantamos, adobe tras adobe, para dispensar a su aspiración de eternidad una legitimidad de altura, ellos me contemplaron irreconocible entre el tumulto similar. Reirían entonces con el viento levantándoles las túnicas y enredándoles el pelo como la noche entre las cañas. Gozarían del amor que el alfarero -mudo testigo de sus exigencias extremadamente renovadas hasta despertar de la carne una satisfacción cercana a la sabidu¬ría o la irrealidad- reprodujo con silenciosa envidia. Eran ellos los mismos que vestían estos trajes elegantes y exhibían collares de mil turquesas, bastones dorados en cuya empuñadura un perro con ojos de rubíes resplandecientes vigilaba los siglos de su poder. Ahora los ojos del mismo perro resplandecían en las sombras del otro tiempo al que, vivos aún, ingresábamos diferen¬tes (pues los roles de la vida no se modifican en la eternidad), pero el poder de quebrar ese orden me pertenecía. Miré otra vez al viejo guerrero mientras ellos de rodillas esperaban la firmeza y rapidez de mis brazos. Aunque ya no era el hombre poderoso, se llevaba a las sombras la suficiencia de sus decisiones: los extensos canales que construimos con la espalda endurecida por el látigo; las paredes de sus templos ornados con aves marinas de geométrico plumaje, reproduciendo en el espacio la cruel simetría de la belleza. Contemplándolo, ¿cómo no iba a recordar a los hombres que condujo hasta las islas donde murieron sepultados bajo montañas de excrementos, que esas mismas aves tutelares de sus templos evacuaron para florecer sus extensos maizales, y a aquellos otros mendigando en las puertas de su gran ciudad? En ese breve instante en que la débil llama de una antorcha se extinguía y la próxima noche inmortal me impelía con perentoria voz que apresurara mi deber, pensé que la rudeza de mis brazos alrededor de los delgados cuellos de sus familiares bastaría para vengar nuestras distancias. Pero no lo hice. Sólo despojé al rey inanimado de su pectoral y su tocado de plumas con que me adorné admirado de su laborioso resplandor; ni siquiera cuando ellos me observaron con el desprecio que suscita la monótona familiaridad de esos objetos instándome, como en vida, a cumplir con mi deber, logró despertar en mí el odio legítimo que habría de descoyuntar¬los. Porque ahora el transcurso de su tiempo dependía de mis brazos, aunque invariable en el fin, me pertenecía su destino, yo era el anciano rey que ellos rodeaban con extrema veneración. Reen¬carnarlo por un instante me obligó a pensar que habría hecho lo mismo si hubiera tenido su poder, y que él habría levantado mi litera y parasol hasta resecarse en el desierto o sería conducido como otros millares a las islas o aportaría su carencia al tumulto mendicante en las puertas de mi gran ciudad. Entonces me entregué a la tarea de asfixiarlos con la delicadeza que imaginaba acariciar a una mujer. Y me acosté escuchando el murmullo de las raíces bajo la tierra.




Francisco
(1510 - 1560)



Yazgo aquí 
con el nombre de Francisco,
el curtidor de cueros.
Desde Tenochtitlan,
donde nací
entre sus lagos y canales,
hasta el lago Titicaca
paseé mi oficio y mi silencio
huyendo de los blancos
que querían esclavizarme.
De mis manos salieron
los mejores arneses,
monturas y baúles del Perú.
Tenía un gran taller,
era parte del orbe.
Entre indios como yo
nunca me sentí un extranjero.
Mas negado a revelar
mi verdadero nombre
y a contar las historias
de mi pueblo
en su lengua de tortilla
me desangré en vida hasta morir.




Lope de Aguirre
(1511 - 1561)



Feo, contrahecho, rengueante,
con un solo diente
colgado en la encía,
entre nos, quiero decirles
que aún no ha nacido
asesino más limpio que yo.
Las muertes que me atribuyen
no me horrorizan más
que las que hoy ocurren en mi país.
Digo “mi país” porque me incluyo
en el que quise morir
(...) aquella gloriosa tierra
donde descansarán mis huesos
lo que el cuerpo
tanto trabajo ha padecido.
Aunque nunca regresé
ni nunca ha sido glorioso el Perú
-salvo que la muerte júzguese como tal-.
Aún sobre mis huesos
me encuentro con cadáveres recientes
que la tierra no tolera
bajo su tibio seno.
Les pregunto si no estuve acertado
al renegar del poder
y de los hombres mismos.
Nada es más incomparable
que mis sesenta crímenes
frente a los que los reyes,
presidentes y militares
cometieron en los cadalsos.
Dicho todo esto
prefiero que me imaginen
escribiendo a la luz de una botella
-que mis hombres llenaban de luciérnagas-
panfletos contra el rey Felipe II
dolido porque tenía 50 años
y ninguna heredad
ni seguro social ni jubilación.
Excepto mi hija Elvira,
muerta la pobre por mano mía,
porque cosas que yo tanto quiero
no venga a ser colchón de bellacos,
el Perú nada me dio
y anónimo y vil me hubiera enterrado
en un leprosorio del Amazonas
si yo no hubiera teñido sus aguas
con ese color de la sangra
que nos escandaliza.
Mientras apoyo, por última vez,
en mi espada el desconsuelo de sobrevivir,
la farsa se sigue representando:
nunca ha llegado
ningún miserable
a ningún Dorado.
Sólo existen los zumideros,
las víboras, los pantanos
y el crimen en la negra selva.
En cuanto a Pedro de Ursúa,
nada ha llovido sobre su tumba
que no sea mierda.
Ni su belleza ni su amante Inés
ni su forma de fornicar en el río
me parecen dignos de mí,
feo por oposición
y además impotente, viejo,
paranoico y sucio.
Todo lo más,
la corona a don Fernando de Guzmán
como príncipe del Perú,
adjudíquenlo al escenario
que me fue llenando
los sesos de telarañas.
Jamás habrá poder alguno
que aprecie debidamente a los hombres,
lo afirmo sobre el mismo río
por el que se fueron mis marañones.
Otras son sus orillas
y otro su caudal de sangre,
pero el aire enrarecido
es el mismo que la tierra emana
para explicarnos que la vida
son sus tragedias
y no sus plazos de esperanza.




Cristóbal Apoalaya
( 1680 -  ?  )

Mi padre, el curaca más rico de Jauja,
me despojó de mi heredad
una vez que me encontró en los sembríos
abrazado de mi siervo.
Errante y pobre a Lima me marché
a acallar en sus calles polvorientas
mi sofocante amor.
Pulpero en la mañana
y en la noche con rizos en la frente
envejecí temiendo, simulando.
No hay peor amor que el que no exhibe
el pecho de su consuelo y ridículo suspira
a la espera de las sombras
de la duda o del alcohol.
Vecino de la extravagancia y la sospecha
nombres sin rostros o rostros sin nombre
me arrugaron. Sólo de uno
joven y bello como un potro moro
guardo el calor de sus caricias.
Es Bartolomé, el esclavo,
que en la noche de las mascaradas
me alzó el traje del inca Túpac Yupanqui
con que celebré la coronación
de Luis Fernando I, el nuevo rey,
y estremeció mi cuerpo con el vigor
del dios Neptuno de que estaba disfrazado.
Y el dios y el inca de mentiras
eternos fuimos entre flautas y vihuelas 
ardiendo como las bombardas.





Tulio Mora (Perú, 1948). Escritor y periodista.



Ha publicado “Mitología” (1ªedición, 1978, 2ª edición con prólogo de la profesora de la universidad de Washington, Consuelo Hernández, 2001), “Oración frente a un plato de col y otros poemas” (1ª edición, 1985), “Zoología prestada” (con ilustraciones del pintor Ricardo Wiesse, 1987), “Cementerio general” (Premio Latinoamericano de Poesía, 1ª edición, 1989, 2ª edición, 1994, selección traducida al inglés por David Tipton y AC de Lomellini, bajo el título “A mountain crowned by a cemetery”, Inglaterra, 2000), “País interior” (Premio de Plata Copé, 1994, 2ª edición, 2009), “Simulación de la máscara” (2006), “Ángeles detrás de la lluvia” (con ilustraciones del artista plástico Alfredo Márquez) y recientemente “Aquí sobra la eternidad” (Lima, 2012) y ediciones paralelas en España y EEUU (2013).

Asimismo, es autor de dos antologías del movimiento Hora Zero, del cual ha sido integrante: “Hora Zero: la última vanguardia latinoamericana de poesía” (Venezuela, 2000, gracias a la gestión de Roberto Bolaño) y “Hora Zero: los broches mayores del sonido” (Lima, 2009). También ha publicado, a invitación de la Asociación Pro Derechos Humanos-Aprodeh, tres libros de género perodístico sobre violaciones a los derechos humanos durante los años de violencia política que vivió el Perú entre el 1980 y 2000.

Poemas de Enriketta Luissi (Olga Gutiérrez-García)

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EN FIN


El padre desde el Más Allá informa
que la liebre sigue atenta
que el asombro es infinito
que las olas no rompen en la playa
que hay hamburguesas de guanábana
que las cejas forman parte del bigote
que oblicua es la testosterona
que amarillea la ecuación de Euler

dice que está cansado de tantos que
en este escrito

Para el padre sábado es sadabo
perro es ropero
ro ro ro es nightingale

El padre
no usa más pañal
ni se ha roto de nuevo el cráneo
y seis veces ha dicho I do not love anyone anymore
Ya no quiero a nadie lo ha dicho seis veces también

dice ha tomado el pellejo por los cuernos
y sin desesperación se inyecta la heroína

Así las cosas en el sistema
triangula tirana taquicardia
donde hay tres caben los miedos dice
El padre es a veces canario
a veces hipotenusa liquida
a veces mil relámpagos en la pituitaria
a veces Nirvana
a veces aguacate

Dice que Cristo todas las madrugadas
hurga en el refri  y

allá Cristo es Cris To

dice que de sus compañeros no quiere hablar
porque no le da la gana





T E R M I N A L 

                             
aquí el luto compacto del horóscopo
suero y oxígeno

checan que tanta luz acepta la pupila
que tanto avanza la gangrena
que tanto traman el cáncer y el credo de los muertos

en vano activar sinapsis y neurotransmisores

nada por reescribir o confesar
nada por preguntar o agradecer

                                              nada que valga la pena
                                              (ni cepillarse los dientes)


el alma lucha por desprenderse e ir al encuentro de Pi y sus faisanes










EN MANHATTAN


en una banca del East Side
ante el transitar de tetas y testículos ansiosos
el maniquí tiene el rostro y el rigor mortis de
mi madre

en lunes que parece viernes
mi madre maniquí se queja del camisón blanco y
la falta de maquillaje en el Paraíso
se queja de su ángel de la guarda cuando
ella en la tierra

          formol y aguarrás escurren de sus ojos

Dios y sus ondas le digo
mientras mastico una Donkin Donut

mi madre-maniquí y yo
de la mano
neutrales

en larva rigidez









STOMACH ACHE


en la penumbra de la sacristía:

Día de Corpus

el padre Mauricio: vicio-gordo
                                        cara regordeta   mejillas rosadas     bar-i-tono
apesta a cloro y
Johnnie Walker


hombre de Dios
          y nosotras sus ovejitas
     dolidas
por tanto pirulí








APLICADA


era la maestra de religión en la prepa
ante mi desconocimiento de la Trinidad y otras cosas
sugirió clases en su casa

a señas me mostró la Trinidad:
un plátano   una salchicha y un fierro que vibraba

dado mi vegetarianismo elegí plátano en la lengua
y a su preferencia el resto

citando a los Romanos cantaba
si Dios con nosotros, ¿quién contra nosotros?





enriKetta luissi (seudónimo de Olga Gutiérrez-García)  
Ha escrito una novela: El Peso de los Ovarios y diez libros de poesía: Ostrich Sky, Disclosed, In Vitro, Poetica Mathematica, Binaria, ÍÍÉ, Re-Versed, Dark Matter, Emily y Visitaciones. 





HABITACIÓN 303 [por Orlando Mazeyra Guillén]

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HABITACIÓN 303

Orlando Mazeyra Guillén


No me interesa lo que los demás piensen de mí. Además, no tengo amigos. Finjo tenerlos, que es peor. Los invito a casa, fumamos hierba, escuchamos metal y salimos a las calles a jugar Pokémon Go hasta que nos duelen los dedos de las manos o hasta que se nos acaba la batería del celular. ¿A quién puedo interesarle? No busco lástima. Detesto a los emos, son gente que desprestigia la depresión. He desaprobado tres cursos en la universidad porque no deseo seguir estudiando. Me dieron las ganas de mandar todo a la mierda y ya. Se acabó. Sólo quiero un poco de cariño y algo de comprensión. Pero papá, en la mesa, se la pasa hablando de los distribuidores del norte, de sus viajes a Punta Sal con los gerentes que lo paran «meciendo». Mi madre, en cambio, vive para cerciorarse de su vejez en el espejo, obsesionada con el paso de los años. No sabe qué hacer con su tiempo. Quisiera encerrarla en la cochera durante 24 horas y, a ver, qué hace sin un espejo. Cambiar el espejo por una soga. No sé. Podría empezar a mirarse los sentimientos, o avergonzarse de lo estúpida que se pone cuando papá la engaña. Mi madre se hace la cojuda y mi padre tira hasta por gusto. Ese problema es de ambos, no mío. Sólo quería decirles que lo sé. Me revienta, pero nada puedo hacer. Yo amo la capoeira, la aprendí en el colegio gracias al profesor Stefano Ochoa. Me quedaba con él practicando y conversando de todo. De por qué yo andaba siempre mal en los cursos, de si mis padres se querían… o por qué todavía no tenía enamorada. Siempre evitamos el tema de la enfermedad. El profesor Ochoa es gay, quería ligar conmigo. Lo paré en seco y le dije que esas cosas eran de adultos. Eso ocurrió hace un año. Ya soy un adulto. Dos ciclos de arquitectura al agua y las ganas de ahogarme en la tina donde mamá toma largos baños de florecimiento. Mis padres jamás me echarán de casa, así les diga que no quiero estudiar, que me quiero dedicar a la danza. No estarán de acuerdo, por supuesto que no, los conozco muy bien. Por eso he llamado a mi profesor Ochoa. Le dije que quiero vivir con él y Stefano se quedó mudo. Me dijo que eso era un «asunto delicado». Me trató con evasivas. Le dije que no soy gay pero quiero un poco de afecto. Mis vecinos pueden pensar mal, me repetía. A mí no me importa, le dije, ¿y a ti? Stefano tiene miedo. ¡Cobarde de mierda! Él no es gay. No está a la altura. Es un simple marica. No me gusta la gente que no sale del clóset. Las cagan… porque no tienen el valor de aceptarse. Los humillan en la televisión y en todos lados.
En general, la gente tiene mucho miedo. Vivo rodeado de gente miedosa: en un país de cobardes. Mamá no sale del clóset porque sabe que es cachuda, papá no sale al patio porque hay mucha ropa tendida: calzones, calzones y más calzones. A veces quisiera ser un poco distinto. ¡Realmente distinto! Mi profesora de Comunicación me dijo que no me dejo entender. «Tienes una buena prosa pero no te dejas entender». Ella fue la que, como todos los demás, no quiso entender que soy distinto. Nos hizo leer La puerta estrecha y nos pidió una reseña de la obra. Yo escribí lo que sentía. Me siento un miserable porque sé que nadie ha sentido algo tan especial por mí. Amor virtuoso. Lo del profesor Ochoa no cuenta porque nunca fue recíproco. Yo no sé nada de la vida. Solamente ando en casa, encerrado en mi cuarto viendo cómo mi mundo y el de los demás se cae a pedazos. No quiero ser como papá porque habla tan mal que me da vergüenza. No entiendo cómo llegó a ser gerente si ni siquiera puede decir bien su apellido. Cuando mamá le hace preguntas incómodas hasta tartamudea. Dan ganas de darle un par de manazos. De mamá me da algo de risa su vestimenta, sus tintes, su maquillaje y, sobre todo, su trato con las empleadas. Siempre manteniendo la distancia. Ricardina es casi de mi edad, creo que un poco mayor. Quiere estudiar en la Universidad de San Marcos. Se ha inscrito en un centro preuniversitario. «Está fuerte la chola», eso me dijeron mis amigos. A veces la he pescado mirándome raro. Es rara. Yo soy raro. Una vez, y contra su voluntad, acompañé a Ricardina a su academia. Quedaba por Wilson, en el Cercado. Me metí a la clase y me sentí más extraño que nunca porque todos eran bien cholos. Nunca había visto a tanto cholo en un solo salón. No quiero ser racista… simplemente es lo que sentí. Ricardina me dijo que me fuera y eso hice. «Cuídese de su salud, joven», me dijo. Recuerdo que llamé al profesor Ochoa y no me respondió. Stefano no me responde desde que le dije que quiero vivir con él. No sé qué les jodería más a mis viejos: si les digo que me enamoré de Ochoa o de Ricardina. Me gusta un poco de ambos. No es fácil enamorarse. Para mí es todo un drama. Es que no me quiero equivocar. Me gustaría irme a Brasil a aprender capoeira y vivir en las calles, lejos de los espejos y las fiestas de mis padres. Todo da lo mismo porque, aunque no me lo han confirmado, presiento que volvió la leucemia. En realidad, nunca se fue. Me queda poco tiempo, por eso no me puedo equivocar. Quiero algo espectacular antes de volver a la habitación 303 de la clínica. Pero nada de eso pasará. Sólo  volverán las lágrimas y esa palabra que me hace sentirme tan triste, miserable e impotente. Médula.




(Arequipa, Perú, 1980). Editor de la Universidad La Salle de Arequipa. Colabora desde el 2012 con el semanario Hildebrandt en sus trece. Su último libro Mi familia y otras miserias apareció en Tribal (Lima, 2013). El 2014 se reeditó su libro de relatos La prosperidad reclusa. Ha publicado ficción y no ficción en El Malpensante (Colombia), Punto en línea (UNAM, México), Buensalvaje (Perú) y otros trabajos narrativos en revistas literarias virtuales como Hermano Cerdo (México), Badosa.com (Barcelona) y en el Proyecto Patrimonio de Santiago de Chile. Ha sido incluido en las antologías "Disidentes 2: los nuevos narradores peruanos 2000-2010" (Ediciones Altazor, 2012) y "17 cuentos peruanos desde Arequipa" (Biblioteca Regional Mario Vargas Llosa, 2012) y "20 cuentos arequipeños" (2016). Prologó el libro En busca de la sonrisa encontrada de Oswaldo Reynoso y es considerado por éste: “un alucinado y auténtico cuentista”.



Poemas de Julio Barco

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W a l t z  f o r   you


    EL OjO se pasea:   el aliento de tu desnudez,
        el que escribe impone su propia altura 
        & yo flacazo cierro & abro los ojos                     
        Vigoroso lenguaje animalo
         Para ser leído en la brevedad posible
         Acumulo:
         vida, tiempo,   deseos  paisajes ansiosos
         ¿Y tú Barco? ¿Y tú Barco?          Lo relativo no es sino    estar lejos de tu cuerpo 
 No existe otra ruta que la de continuar sabiendo que la duda vendrá,
                             mientras doblo por una cuadra
   siempre de paso en paso:
   & la vida no es sino       
   Esto: abrir los ojos volver a respirar estar despierto         
                                                   &  sé  que no hay salida
           porque yo vivo en la ciudad entre cordeles     /26 años/26 años         ¿Ayer te acuerdas?
      Tomando unas chelas con un pata del barrio
       (Y aunque así mismo comprendiendo que comprender es comprender lo mismo así incesantemente) Solo sé caminar rápido por este calor  y soy     
         este cuerpo sudado debajo de la casaca
         de cuero de mi tío finado y mi dril negro
         y mis zapatos de profesor de barrio
             Ayer, sí, creo, fue ayer.
             Tomando una chela con Renzo & otra:
            mirando el gras de los parques/ entran como un
graznido por mi pecho - llegaron los polícias en su       
             carrito/ se detuvieron nos miraron
             Mi pata del barrio
              Y
             de hace años, ahora gordo y taxista con dos hijos y su
             mariguana en la boca de una antena de cable mágico
             Y claro, Juan Ramírez Ruiz dijo esto, y Jorge Pimentel dijo
             esto, y Watanabe, & la generación de 27, & Pessoa que 
             ardió como un demente,  & Yo te escucho Renzo
              & Yo te escucho Renzo                   
          Fumábamos hasta verdaderamente atorarnos pero ya no sentí 
             ni mierda/  la poesía es mi color & mi danza: 
             no el antiguo 
             temblor del cielo en los ojos rojos y la prolongación 
             del estado de puro gozo, entre los frescos parques/ sino   
             escuchaba a mi pata que me hablaba de cómo el mundo era   
              una farsa me citaba & mi cuerpo refulge
              Segmentado en lengua, idioma, huesos, adn
             Y este sonido es insoportable
             La vida es sueño loco todos estamos dormidos, todos 
             Estamos dormidos  &
        La mente & sus sonidos
       & el lenguaje & sus sonidos
    como bullicioso animal planeando
       Cobrizo sus lágrimas
       Sobre la caja de lo concreto:
      Atados a las mismas circunstancias:
      Dormidos & asfixiados en el mismo volumen:
      Temo por mis hijos que vivirán el futuro estamos viviendo    
     Una era darwiniana,
     Temo por mi destino, yo acá
     Y estamos jodidos (me explicaba subiendo el
     Volumen de la canción de André Calamaro)
      ¿Ubicas el triángulo?
      El triángulo es hermoso,
      Hermano, para para hablar de ello tenemos
      Que entrar al tema de las dimensiones & del bien & del mal
      Y mi amor
       yo te beso como un caballo salvaje bullendo
      Y yo acá charlando contigo hermano
       Como una sábana sobre la piel
        El mundo roe
       Y así yo tú/ tú yo / sacudidamente sudoroso
       Yo soy tú cuando soy yo
       Y las estrellas agotan el panorama de lo real
       Y llueve y llueve y llueve2 un culo sobre las plazas de Andacho:
        El símbolo de Falo contra tu niñez
       ¿Qué si yo creo en demonios? &
      Es ahí cuando quise Renzo acabar con el poema con la vida
    Empezar a desayunar solo universo
    Huir de seguir sometido a la danza infinita
    Movimiento irascible de la vida & muerte sobre tus Ojos.
    Belén sigues acariciando un gato en la casa
    Y Lezama Lima me habla de las visiones extrañas
     En los ojos de Cemí
     & Ya no sé qué mierda hago aquí
     Por entre la luz & el alabado cielo
     Febril como bajel al borde de la madrugada
     Diariamente solo universo
     Ser diariamente solo universo
       Este sol es mi poema que brilla hasta el final de los tiempos
       Hermano
       El alma es una posibilidad pero no te puedo explicar nada porque
        Cada locura es diferente = nadie sabe= todos somos universos= poemas )
        Boreal, y sin embargo, febril, locamente juntos &
 Estamos simúltaneamente desplegados
      Atados a la música de la rabia
                                                               Y la Voz Ruge & Gime

       Hay energías, ¿ves esto? (me decías tocando la imagen de Jesús) & yo pensaba que ahora eras taxista con tus hijos con tus visiones en la tu casa, con tu modo tajante de negarte a compartir tu vida en las redes sociales/y ahora si nadie desprecie a nadie /  nadie juzgue a nadie porque hay un hombre que taxea /diariamente en las calles y yo lo conozco ayer chupe con él Es mi pata del alma La imagen de dios que colgaba de su espejo retrovisor es la imagen de todos los santos que vuelan circulan en las espirales de tu adn mi amor) tengo miedo, uno nunca sabe, nunca sabremos si asumimos que somos energía todo es posible= ////Este es el poema y una vieja pintada se maquilla a mi lado  hablando un idioma  y este es el poema que desconozco tu idioma es el de los árboles que lloran /  el de los animales que forman la lluvia en el corazón de las semillas rojas que yacen desde  niños la pureza es ocultarse debajo de la mesa sentir en las mejillas lo helado////// -¿Has oído hablar del CERN? Sí, esa entidad creada en EEUU yo creo que quieren abrir un portal        Es que siempre he soñado viejo, tú me conoces de hace años, ¿si o no Julio?  putamare tú estás igualito (y yo ahí mirando las lunas, apretando con mis piernas la chela helada, yo ahí respirando, la que compramos cuando nos hallamos y pensando muy triste en ti muy en a fondo en ti esta mi última canción que también es la chompa donde me limpio las lágrimas:} y yo Renzo que solo soy un fantasma no he podido explicarte mi amor hermano del alma –bajos los rieles amarillo donde pierdo la lucidez para escribir-para encontrar otros ojos clarísimos que sean la prosapia del canto- Y después de dos chelas y tres o cuatro he terminado en mi habitación de nuevo descubriendo que nada sé que nada temo Y está mañana me he lanzado a ver qué sucede mientras el sol es todo nuestro brillo un anciano me detuvo me explicó que yo era orgulloso celoso posesivo y que tendría dos matrimonios He caminado llorando, carnales, recordando a mi hermano Juan Andrés allá en Cuernavaquita llorando porque nunca volvería a estar con Mónica Y así fregado, mirando a todos lados, como buscando algo que me saqué de mi eterno ir en contra de todo, de mi eterno buscarme, he bajado hasta la universidad donde estudias caminado entre muchachos que miran su laptop y que comen alverjita partida en tapers me sentía avergonzando pero estaba ansioso ansioso es como ahora te escribo y así es como terminé encontrándote sentado Entonces me miraste, (cinco años y algo más más fotos viajes, paseos familia, llantos, noches de amor) te mire, me aleje, ahora que me siento inútil como todas las canciones que son mis manos ansiosas todavía sujetando este globo que es mi poema que ahora lo dejo volar desplegándose resollando soplando como un solo rabioso animal salvaje bajo la destrucción & la plenitud

las palabras quedan             & todo prevalece
                                                                     Respirando



C R U Z A N D O UN ABISMO CON TU NOMBRE DE SOLAPA EN EL CORAZÓN


Las cosas que me gustan tiene tu cara
Bersuit Vergarabat


Amo a Mara
Despacito
Entre la duda imbécil y el aire raro
Amo a Mara
Me levanto tarde y encuentro sus ojos 

Luego comemos oyuco sin charqui
Nos amamos y recogemos la caca del perro
salimos del lado derecho de la vida 
y toreamos carros en la calle

La calle es mi casa. El señor
De legaña feliz mi causa. Yo
No entiendo porque los poetas
son tan huraños. Si la gente
es linda           si el tiempo y el poema
no se arma ni desarma entonces   -digo- sal de tú jato

Corre a romperte el cráneo en el parque
Yo amo a Mara
Jugamos a comernos los kekes que vendemos en el puente    
 jugamos pero siempre terminamos perdiendo
Nos reímos de la gente que lo sabe todo 
ya lo dijo el mexicano Sabines      pero todo es de todos

Mi verso lo escribo
Porque Susana, la vecina, nos compró un panetón
Y Molina – viudo adusto- me vendió arroz a 1.20 el medio kilo.
Solo así entiendo el verso

No me encierro con locos
A contarme leyendas
No me importa la teoría del poema
Ni corregir para que me quieran más

No corten más arboles para publicar sus
Goterones de tristeza       esa tibieza desteñida
Que nunca podrá negar que el Perú
Es un quipu si todos nos abrazamos

Y solo sentimos  quena  el corazón
Y yo amo a Mara
Tiernamente       puedo dejar de leer
A mi amado Mariátegui

Dejar al fondo del cuarto a César
Con su frentota llena de ratas
Puedo dejar el arte por Mara
Pues yo amo a Mara

Pinto su nombre en todos los semáforos del barrio y del mundo
Quiero decirle a los postes de luz
Que yo amo a Mara

Y le hago versos que no entiendo
Y me sonrío con infinita ternura de su terquedad 
sus ganas    su orgullo    su aire  su mirada
En la noche constelada


Comemos oyuquito nuevamente con pollo esta vez
-esta vez si hay pollo y es pura vida-
Y yo abro la ventana y ella
Me mira con ojitos diente de león

Y no hay teorías poéticas
Ni sexo con condón
embalsamado de tu hermosísima luz
Yo amo a Mara




Julio Barco (1991) Autor de los libros "Me da pena que la gente crezca" y "Respirar". Actualmente vive en Seremsa, El Agustino. 





Poemas de Antonio León

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traducción literaria


cualquiera puede decir que su obra es parafernalia de los celos
los celos de una lengua ajena
encenderse porque no lamió estampitas por montañas autísticas

no se apoyó con los aros de pulpo contra carnes de poca celulitis
y no aprendió ingles en el liceo americano para señoritas alzadas

ventosas en la lengua
los pulpos de ahora pueden abrir frascos

si el lector a dos voces no se orina en la cama
ni puede ser lance a la francesa
terminación bípeda
y
villaurrutiana

o de algun otro joto del sindicato capitalino
de trabajadores de la vanguardia

si nos inventan
que el nuevo poeta de europa del este habla de amor
y se lió con bailarinas
en su explosión de movimientos helenos
como la novia de sergei esenin
pero con menos vueltas

desea traducir esto
:
ella muere al girar el velo
de su nuevo auto de diamantes

él termina de hablar
acerca de su obra maestra
en un cementerio de poemas
que no fueron a la academia
bilingüe







las obras de teatro universitario 
no son fotogénicas


se puede esperar
o hacer dramaturgia
acerca de la espera

las pantallas de teléfono iluminan rostros

con distintas apps
dan luz al trazo

tres adolescentes
se acomodan las gafas de pasta
con la cara caída en la primera fila
mientras nadie anuncia
la tercera llamada
tercera
comenzamos

el telón de fondo es museografía de telas negras y focos de segunda mano
una silla nos mira de frente con ojos de burbuja comprados en la mercería


ya saben
ojos como cascos o tener papel de embalar
mientras llega el otro y truena las burbujas
de plástico

una silla con ojos

ya que vengan los actores descalzos y el fetichismo
la tradición del performance evolución sin zapatos
se queja de mal olor la segunda función y su elenco

hay otros que tampoco tienen registro memorable
en audio y video

los actores que dicen
no voy al cine porque artaud viene y me azota
por delitos contra la escenografía

si el vacío
crea espacio
entonces no hay elementos para la foto
y el público pensará que está en casa
o en el recibidor de un hospital
en que se ha ido la energía eléctrica

mientras a una silla le daban un formato de incapacidad
para la actuación en espacios concurridos

escribí que voy al teatro universitario

por el camino
todos son adultos
que se quejan del exceso de decorados en la calle
la navidad y sus estupideces de fieltro
las bombas atómicas
de cristal
encaje y galletas

los actores llevan abrigos raquíticos
y recetas medicas sin surtir

subí una foto de la silla con ojos a instagram
filtro tenesse williams
desenfoque vintage
pero de nada sirve salir de casa

y decir que la foto es un actor también
que los ojos son las gónadas del teatro
los aplausos tampoco son importantes
si alguien duerme es que fue planead





estamos a punto de olvidar tu libro anterior


escribo solapas
tomo fotografías de solapas y participo en concursos
o muestras estatales de fotografías de autor

frente al espejo
junto las manos y volteo hacia una cámara tentativa
iluminación rembrandt
la mirada dice uno de mis poemas
en voz alta

no me malinterpreten
yo
admiro el rastro de serpientes
de la tecnología del audiolibro

un tráiler
foto de autor que está dispuesto a recargarse en una pared
o quizá sentarse en la cara de escritores rusos
que odiaban el invierno de nueve meses
y se dedicaron a escribir bloques de papel prensado

escribo autores y todos son una revelación
aunque ya no sean jóvenes
en algunas fotografías aparecen acompañados de dioses
o sinodales caucásicos

lo más importante es que son genios y hablan varios idiomas
como figuras de acción
que acudieron al destacamento militar de su localidad
a entregar la lista trunca de superpoderes
que se mencionaban en solapa
de
aquellas
instantáneas




Antonio León: Poeta originario de Ensenada, Baja California, México. Reside en Mexicali, donde se desarrolla como guionista y conductor para televisión y radio universitarios. Es integrante del equipo coordinador del área juvenil de la Feria del Libro de la Universidad Autónoma de Baja California y maestro del grupo de literatura del programa del gobierno federal Talentos artísticos de Baja California. Ha presentado su trabajo en distintos foros del país. Poemas suyos aparecen en diversas antologías y revistas a nivel regional y nacional, así como en publicaciones electrónicas. Es editor de poesía en la revista El Septentrión y colaborador esporádico de noisey\vice, ha sido columnista del semanario Es lo cotidiano y actualmente desmenuza sus fijaciones en el blog Muerte por videoclip. Es autor de los libros Caricia del velocímetro, Busque caballos negros en otra parte y :ríos, dentro de la colección Ojo de Agua, editada por CETYS Universidad . En 2016 fue el ganador del Premio estatal de literatura (poesía) en Baja California con el libro El Impala rojo.



Poemas de Febronio Zatarain

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Ya no creo en nada ni en la flor
para mí la luna es un lugar


Soy lo que siento
y soy tristeza
refulge en mis uñas
como luciérnagas

El único consuelo de mi tristeza
es ella misma
camina por el apartamento
garba
dolorosa
sin lágrimas

A medianoche
la saco a satisfacer su necesidad
de ver avenidas
por las que no avanzan coches
sino vientos

Ahora nos encaminamos
a una banca frente al Michigan
la invito a que se siente
pero ella salta
y se vuelve toda el agua

Volteo a ver la luna
y no la veo
porque no es un lugar
nada es un lugar
nada existe
mi tristeza está en todas partes







He tratado en vano de olvidarte
de pensar que tú nunca me quisiste

Llevo dieciséis días
tratando de olvidarte
y nada
fulguras en mis noches
como un satélite

A veces me lleno de esperanza
porque te extingues
pero a los días retornas
creces
te vuelves plena

No me importa
haber sido tu capricho
quedarme aquí echado
haber usado en mi trabajo
todos mis días de enfermedad
y mis días personales

Cómo te voy a guardar rencor
si me diste lo que te pedí

Si me fingiste
ni modo
cómo despreciarte por eso
si por eso estoy aquí
ante a la noche
con los ojos abiertos






Johnny

Alguien me está barriendo el pecho
las cerdas de plástico van y vienen
ahora es un estropajo que me despega las costras

Desde los albores de la guerra no me muevo
no estuve mucho en el campo de batalla
al bajarme del camión sentí un estallido
y luego desperté

Pero despertar es un decir
porque perdí mi rostro
junto con mis brazos
y mis piernas

A veces quiero gritar
y siento que se me abre un hoyo
pero no me escucho

Ahora la humedad de un trapo refriega mi pecho
va subiendo
dobla en mi cuello
y se pierde entre los pelos de mi nuca

Creo que sigo vivo
pero también podría estar muerto
y esto que de mí queda
es lo que queda de todos

Quién me asegura que alrededor mío
no hay millones de trozos de carne
que de vez en cuando sienten que les hacen el aseo







Espera

En mi rostro está el horror
la vida ha sido solamente noche

En los libros he visto
salidas y puestas de sol
he visto una luna
un cielo estrellado
y dentro de mí
alguien ha cantado

Tonto es el que despierta

A los que ven y escuchan
la vida les da aciago
el silencio los aturde
más que el ruido
y al subir los párpados
viajan a las tinieblas

Qué más da ser 
molacho
tunco
o tuerto
si sigo sin saber a qué vine

si debo de satisfacer esta carga
o dejarla que se desmorone
poco a poco







En la vida nunca se gana
desde el nacer perdemos

Luego de la nalgada
el grito no frena
el horror siempre está ahí

Nos apareamos
nos congregamos
inventamos la propiedad
inventamos el poder
inventamos emociones
inventamos placeres de la carne
inventamos
inventamos
para anular el grito

Quizás en el silencio
y ayunamos de gentes
y palabras
y algunos tienen la visión
de que en la vida nunca se pierde
que aun al morir ganamos

Mas el grito está allá adentro
lo apacible lo arrulla
pero no lo extingue

Ya en el último lecho
se apropia de nuestros ojos
y de nuestra boca










Febronio Zatarain. México, 1958. Emigró a Chicago en 1989 donde se ha dedicado a la promoción cultural. Ha publicado En Guadalajara fue (novela), Veinte canciones en desamor y un poema sosegado, y Febrónimos bajo el sello de La Zonámbula. También la editorial El Beisman publicó la segunda edición de …Y nos vinimos de mojados, escrito en colaboración con Raúl Dorantes. En 2015 ganó el Premio Latinoamericano de Poesía Transgresora con el poemario El ojo de Bacon publicado por la editorial Verso Destierro.  Su libro más reciente es Febrónimos de urgencia publicado por la editorial Mantra.






CAÍDA Y REFLEJO: VASOS COMUNICANTES CON LA FINITUD EN PÁRAMO DE SUEÑOS DE ALÍ CHUMACERO [POR DANIEL ROJAS PACHAS]

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CAÍDA Y REFLEJO: VASOS COMUNICANTES CON LA FINITUD EN PÁRAMO DE SUEÑOS DE ALÍ CHUMACERO
POR DANIEL ROJAS PACHAS

TEXTO PRESENTADO EN LA 60 FERIA DEL LIBRO DE GUANAJUATO, MÉXICO EN UNA MESA EN HOMENAJE A ALÍ CHUMACERO POR SU CENTENARIO.

La presente lectura de Páramo de Sueños (1944), primer poemario de Alí Chumacero, prioriza el análisis de dos imágenes recurrentes en los textos que integran el libro; la caída y el reflejo sirven al autor para construir un significado hondo en torno a la muerte.  
    Estas imágenes atraviesan los distintos poemas, y aparecen asociados no sólo a la voz del hablante y su memoria, sino que se vinculan a otras figuras como el ángel, que con el abrir de sus alas signa el destino del hablante, la flor que se marchita o se hunde en el mar y la paloma que irremediablemente se desploma.
  El autor en el poema Anunciación señala: "sus invisibles alas, sus invencibles olas / y la marea con que ahoga / la más inundada palabra / o aun la propia voz, / y llega sobre el lecho, silencioso, negando su sonido, / a destacar su dura esencia / a despertar mi sueño con su sombra" (p.19).
   En los poemas de Chumacero, no sólo apreciamos una voz que se deja abismar por la muerte y lo insondable, usualmente hay otras formas de vida que mutan, sea porque se degradan o porque cambian a otro estado, pues en su contacto con la muerte se les revela su origen y múltiples realidades, que en primera instancia pueden parecer inconexas para el lector. Estas entidades son arrastradas a un fondo oscuro y misterioso. Tanto aves como flores, así como el sujeto se transforman, pierden su belleza primigenia, su juventud y se ven imposibilitados de seguir su tránsito. 
   Analizar el devenir que tienen los elementos protagónicos, de los poemas de Chumacero, será esencial para acercarnos a una comprensión del imaginario que el mexicano edifica, en torno a la finitud. Encontramos cuerpos navegando o en vuelo, de modo que su discurrir en esos medios aéreos y marinos son homologables con el tiempo de vida que tenemos, la flor por ejemplo, al no poder navegar por un mar en el que flota o el ave al desplomarse de los cielos, se encuentran de modo irreparable con la muerte, ven interrumpidos su decurso, pero antes del fin hay un reconocimiento de esa vida frente a otras posibilidades de sí misma, un encuentro con un doble, una sombra o un reflejo que pone en cuestionamiento si lo vivido fue real o solo un sueño, siendo en tal caso la muerte un despertar y una forma de reconocer lo insustancial del tiempo que nos ha sido dado. 
    El poema “A una flor inmensa” resulta paradigmático para mi análisis, pues todos los elementos que he nombrado se conjugan; el texto inicia con una imagen que describe cómo una rosa cae, atraviesa el agua para sumergirse a una dimensión imperceptible, libre de gravedad. Las olas desnudan a dicha flor de su entidad corpórea, tornándose mero aroma. La flor es transportada por diversas fases hacia su origen: la sabia y la tierra que la vio nacer. 
Chumacero no sólo se remite a fijar la flor como una alegoría de la vida, que sirva de centro al poema, establece impensados vasos comunicantes que nos remiten, por ejemplo al esclavo: "que de noche sueña / en una luz que rompa / los orígenes de su sueño" (p.7) o nos transporta hacia el ciervo que observa su frágil reflejo en una fuente. 
    La flor, mientras sufre cambios en su sustancia, se erige como un elemento que nos lleva a pensar otras realidades. En cuanto a los nuevos espacios, el esclavo y el ciervo, también confrontan su yo con un alterno, una posibilidad remota configurada por la sombra, el reflejo y el despertar de un sueño amargo. Chumacero teje así una red infinita de significados y dobles que se confrontan. Sin ir más lejos, el esclavo cuestionando sus sueños de libertad nos remite al tópico calderoniano.
   Finalmente, el poema “A una flor inmensa” se ubica de cara a la muerte, pues la caída de la flor termina por revelar una serie de imágenes mortuorias. El ángel será una figura privilegiada que aparece en numerosos poemas del libro. Por ejemplo en “Muerte del hombre”, el ángel anunciador actúa como una especie de baquiano que orienta al sujeto por las sendas de lo incierto y le presenta su destino ineludible: el frío cemento del mausoleo, donde también yace un canario desgarrado que cae a un mundo de sombras. 
    La reiteración del caer es crucial pues se reafirma la noción de desprendimiento, de ser sacado de cuajo de la raíz del tiempo, para dejar sólo una estela de nuestro paso por este mundo, un leve aroma o cómo dice el poeta: "un pálido recuerdo / o ángel desalado [...] deja una huella: pie que no se posa" (p. 8).
  La muerte en la poesía de Páramo de Sueños, no es sólo el anteponerse a lo desconocido, sino también redescubrirse como una, entre muchas posibilidades ante una nada eterna. Es el umbral a un proceso de autoconsciencia que nos devuelve una mirada profunda y liberadora frente a aquello que hemos sido.
     John F. Garganico tiene una lectura similar. Cuando analiza a los poetas de Tierra Nueva, contemporáneos de Alí Chumacero, nos dice: "En su poesía "Muerte al hombre" predomina el tema de la soledad y de la búsqueda de la muerte por el hombre. Para el poeta la muerte es una fuerza con doble sentido; es a la vez algo inevitable que destruye y algo más intrínseco que da vida eterna" (p. 249).
   Otro poema que considero esencial para entender el imaginario de Chumacero, en torno a la finitud es “Espejo de zozobra”. En este texto, el entrecruzamiento entre la caída y el reflejo es evidente. El poema nos muestra un proceso de autodescubrimiento del yo. El texto parte por reconocer el propio cuerpo: "escuchando latir mi propia sangre” o "lo que dentro de mí resuena / como sombra apresada en las tinieblas / que quisiera hallar una luz / para poder nacer" (p. 15).
    El hablante sufre un tipo de desdoblamiento y consigue observarse desde fuera. La voz se aproxima a la experiencia de la muerte desde una inminencia, por tanto el morir es representado con un excedente de visión. Lo que Bajtín señala en "Autor y personaje en la actividad estética", respecto a la extraposición como la capacidad de salir de sí y crear un otro distinto en un doble movimiento exotópico. 
    La voz abandona su propio eje axiológico y se traslada al lugar del otro, en un movimiento empático. Entonces, ante su muerte, el sujeto poético asume una posición de frontera. Su horizonte y encuadre es externo. Sólo así se produce el encuentro con uno mismo desde fuera.
    En el poema se señala: "ME MIRO frente a mí" [...] o "En espejo de sueños estoy junto a mí mismo / y mi imagen se asoma alargando los brazos, / buscando asir lo inasidero" o por último “pues ya mi sueño frente a mí me nombra, / ya destroza el espejo en que se guarda” (p. 15).
   Hay que señalar que el reflejo en la poesía de Chumacero se presenta en el agua, en fondos marinos, en el mar, además es importante en relación al reflejo, cómo este se asocia a otras dos figuras: la sombra y el doble. El doble es un motivo relevante en la literatura universal. La noción de doppelgänger la encontramos en textos escritos por Jorge Luis Borges, Edgar Allan Poe, Robert Louis Stevenson, Ernst Hoffmann, Carlos Fuentes, Joseph Conrad y José Saramago, además es un arquetipo analizado con profusión por Carl Jung y Sigmund Freud en sus estudios psicoanalíticos.
  Para mi interpretación, resultan esclarecedoras dos conceptualizaciones sobre el reflejo, el doble y la sombra. Para el psicoanalista austriaco Otto Rank, esta figura tiene larga data y en su forma primitiva se refiere a la dualidad del alma: "la persona y su sombra [...] que por un lado le asegura la inmortalidad y por el otro anuncia amenazadoramente su muerte" (p. 18). 
   La otra noción, en torno al doble, que me parece relevante, y que podemos encontrar presente en la poesía de Chumacero, es la que nos entrega el etnólogo Ricardo Latcham, pues se refiere al significado que la sombra asume desde los albores del hombre y sus comunidades. El reflejo se manifiesta en relación con la idea de ánima o espíritu y nos conecta con el más allá, con la noción de muerte. Latcham expone: 
            La sombra arrojada por su cuerpo, su reflejo en el agua, el eco que retumbaba en las montañas y en los bosques, la reaparición de los muertos durante sus sueños y su instinto innato que le hace vivificar todo lo que ve, produjeron lo que se puede llamar la reduplicación de sí mismo, y dieron origen a la teoría primitiva del ánima o alma (p. 10).

Latcham explica así los mecanismos con que el hombre antiguo confrontaba el más allá y lo incierto. Lo inefable, eso para lo cual no tenemos palabras, se encarna en múltiples formas que nos acosan y van tomando figuraciones basadas en la naturaleza.
   En “Espejo de zozobra” la sombra o doble está relacionado en primera instancia con el medio onírico, por eso es crucial la noción de caída, el abismarse que el poema recalca a través de los dobles sueños: "cuando, tendiendo el cuerpo, ve acercarse / su sombra, lenta e inclinada, / a la suprema conjunción /de dos pulsos perdidos en sí mismos, / como doble sueño o palabra" (p. 15). 
    Estos versos permiten entender mejor el título del poema; un reflejo que da cuenta de la aflicción, pero también una memoria que se hunde como una barcaza. El autor además vincula la idea de doble sueño con la palabra, pues la voz aparece enfrentada al vacío, a la oquedad de ese espacio sin gravedad como un eco, una reverberancia de lo que se dijo, de aquello que fue. En esa medida agrega: “Estoy junto a la sombra que proyecta mi sombra” (ibíd.).
   El encuentro con el yo, posibilita un diálogo o interacción íntima. El hablante describe este acontecimiento como un renacer, al igual que la flor que vuelve a su origen, el sujeto atraviesa diversas etapas, redescubre su cuerpo, su sensibilidad. Lo importante es que en su interior se encuentra un yo oculto e inalcanzable, al cual accede sólo tras encontrar su reflejo, gracias a una mirada introspectiva que el poema termina por vincular a la muerte. 
   Sólo en ese último momento, que se resume en asumir la propia agonía, se produce un proceso de autorreconocimiento y una fusión entre el yo y su reflejo. El poema indica: "descansando leve / sobre mi propia forma: mi agonía / y en vano quiero ya cerrar los ojos, [...] reclina su voz sobre la mía: ya estoy frente a la muerte" (ibíd.).
   En el poema “Ola”, la caída también se hace presente. El hablante describe cómo una flor se desplaza del mar a la arena cual navegante. A lo largo del poema Chumacero presenta diversos adjetivos como desplomado, anegado y precipitado. En el texto nos señala: 
            Quiebra su forma, pierde su albedrío   / y en un instante de candor o ala / ahogada en un anhelo suspendido, / como ciega tormenta despeñada / abandónase al cuerpo que la acosa y a su encuentro es caricia, oscura imagen / de rudo impulso convertido en plumas / o tinieblas perdidas para siempre (p. 9).

El poema nos muestra una frontera entre el mar que ingresa a la arena. Ese límite entre ambos medios se compara con la vida, pues finalmente todos como el agua ingresamos indefectiblemente a la muerte, a la última morada. El vaivén del mar es el tiempo en el cual flota la flor, hasta que se marchita y termina por reposar en la arena estática. Leemos: "y sabe cómo al fin la arena es tumba, / frontera temblorosa donde se abren / las flores fugitivas de la espuma, / resueltas ya en silencio y lentitud" (p. 9).
      En el poema “Vencidos” en cambio, Chumacero prioriza mostrar la fragilidad de la vida, la inevitable finitud, y construye una noción agónica de nuestro devenir, pues el dolor es algo ineludible y siempre existirá algo irresoluto que perseguimos, sin poder alcanzarlo: “caídos descuidados al abismo, / a través de catástrofes en nuestro corazón dormidas, / así tan simplemente, que al mirar un espejo / hallamos dentro sombras silenciosas / o una paloma destrozada” (p. 13).
   Detrás de esa sensación de fracaso e incompletitud se encierra una belleza, pues implica que la vida es un proceso, una búsqueda incansable de eso que nos resulta inasible, pero por lo cual luchamos. En una reseña a la reedición de Páramo de sueños, José Emilio Pacheco confirma esta actitud de la voz poética y nos dice: "Dar nombre al tiempo, glorificar el secreto, transformar el vacío, ante el desamparo y las cenizas de la esperanza, son los atributos de esta poesía rebelde en su derrota" (p.30).
     El dolor en la poesía de Chumacero entonces se puede designar como agonía, como un tipo de suplicio que nos remite a la raíz del término: "agón" que significa combate o debate interno. En este caso el conflicto entre el sujeto será con su otro yo, con su reflejo antagónico, que hace manifiesto el drama y el sentido trágico de la vida que se nos revela en el último momento. En ese sentido, en el poema “Vencidos”, al igual que en “Ola”, se utiliza a la paloma destrozada o al ave que no puede volar, en relación a un tránsito que se interrumpe, a la imposibilidad de seguir el viaje, de ingresar al vaivén del mar y al tiempo, por tanto el cuerpo desciende, deja de navegar, interrumpe el vuelo y se hunde y en ese caer, en ese abismo se encuentra una vez más con un otro silencioso, mudo, agazapado. 
    Ese otro dormido en nuestro interior es parte del desdoblamiento, la sombra es aquello que no fuimos, pero que finalmente termina en ese instante mortuorio por fundirse con el yo, interrogándolo. 
    En conclusión, la muerte, en este primer libro de Alí Chumacero se presenta como una totalidad abierta que conduce al sujeto a formas de pensarse fuera de sí, fuera de su tiempo y en una conexión con el mundo, atado a lo que le rodea por ínfimo que parezca. El destino de la flor, el ave y el hombre están signados por un último tránsito y múltiples posibilidades que se cierran, pero que se hacen patentes frente a la última morada. La muerte en esa medida es una forma de acceso a otras realidades y a un conocimiento que en vida no es inasible, pues nos supera. 
    En el poema “Muerte del hombre”, Chumacero explícitamente trabaja el tema del tránsito hacia el fin. El espejo en este texto se presenta homologado con la muerte. “Aun cerca de la íntima agonía / estás, oh muerte, clara como espejo; / más abierta que el mar” (p. 17). También se insiste en el cielo y el mar y la incapacidad de poder surcar esos espacios y desenvolverse en ellos con libertad: “ya miraría en mi sangre / el negro navegar, la noche incierta, / el pájaro que sufre sin sus alas / y la más grave lentitud: la muerte” (ibíd.). 
   En este poemario lo onírico se plantea como un umbral, la vida es equiparada a un sueño que es truncado, por tanto, la única forma de despertar es a través de la muerte. En ella se llega a otro estadio de conocimiento, a otra realidad y a un nuevo amanecer: "cuando el rocío desciende lento hacia la rosa / al dar el primer paso la mañana” (ibíd.). 
   Se trata de un encuentro con una pureza en que el hombre se desprende de su carga vital, de sus represiones, de la niebla que ha sido su vida, y de toda la precariedad. Al respecto, Alejandra Herrera y Vida Valero en “Vencer el tiempo: la verdad poética de Alí Chumacero” nos señalan: 
            A Alí siempre le ha preocupado el tiempo, la sensación de mirar su imperceptible transcurrir, por eso opone a la presencia inminente de la muerte, la eternidad concreta de la obra de arte de su poesía. Desde sus primeros poemas, el tema es frecuente: “Vencidos”, “Espejo de zozobra”, “Muerte del hombre”, “Jardín de ceniza” revelan la idea heideggeriana que define al hombre como un ser para la muerte y se sustenta a través de diversas figuras retóricas (p. 106). 
   El discurso autoral de Chumacero está signado por esta tensión de ser para la muerte y se refleja en una experiencia límite de escritura y de representación, en la cual se cruza la muerte con la puesta en escena de un yo poético auto reflexivo que persiste con ahínco en mostrarnos una compleja dimensión de lo irrepresentable, el más allá, la última morada, el vació al que caemos y el reflejo de todas las posibilidades que no fuimos. Un poemario que verso a verso, sobrepasa las limitaciones del lenguaje y el arte verbal, llevando al lector a cuestionarse su existencia y precariedad.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

CHUMACERO, Alí. (1960). Páramo de sueños, seguido de Imágenes desterradas. México, Universidad Nacional Autónoma de México
GARGANIGO, John. (1965). “Tierra Nueva: su estética y poética” en Revista Iberoamericana, Vol. XXXI, Núm. 60, pp. 239-250.
HERRERA, Alejandra & VALERO, Vida. (2008) “Vencer el tiempo: la verdad poética de Alí Chumacero” en Revista Fuentes Humanísticas, Vol. 20, Núm. 36, pp. 105-128.
LATCHAM, Ricardo. (1915). Costumbres mortuorias de los indios de Chile y otras partes de América, Santiago, Sociedad imprenta-litografía Barcelona.
PACHECO, José Emilio. (1960). "Alí Chumacero, Páramo de sueños seguido de Imágenes desterradas" en Revista de la Universidad de México, Núm. 1, p. 30.
RANK, Otto. (1982). El doble, trad. de Floreal Mazia, Buenos Aires, Ediciones Orión.




Poemas de Julio Rivera

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OBRA NEGRA

Aquí no corre el agua azul
corre el metal y las vigas
arrollan el paso de los árboles

el pasar de los días
es implacable

lo que fuimos, se va
siempre
se va
en el lomo de un camello
hay
muerte, oh muerte,
dulce muerte.
Ajua.
Vamos tarde patrón.




EL ÚLTIMO PASEO POR LAS VÍAS DEL TREN 

    Hay acumulación de nieve en mis párpados

(un tren viene a lo lejos)
     mariposas quebradas volando     

     aparece una luz tan tenue que me hace pensar en lo invisible   

(el tren se acerca)
  
     hay días a los cuales no llegaremos

     es triste saber que nos vamos sin tocar nuestros pulmones

(el tren no para, es una guillotina cayendo)

     al abrir los ojos ya estaremos demasiado lejos. 





AVE EXTRANJERA 

Un ave dorada cayó en un lago.  
El pueblo atónito comenzó a murmurar 
que quizá provenía de otro poema.
Una pueblerina de corazón cálido 
fue en busca de ella.  
Se acercó, miró su cicatriz,
y efectivamente:
provenía de otro poema
y no de éste.

Todos se encerraron en sus casas
a contar historias alrededor del fuego.
La dejaron ahogar. 




Julio César Rivera Andrade. (León, Guanajuato 1992). Obtuvo el premio del Octavo Concurso de Poesía Libre en León 2015 con la obra ‘Catalejos’. Ha publicado el poemario Horas Polvora (Trespiesalgato)


Poemas de Andrés Belalba Barreto

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I

Rasgar en las paredes del lenguaje
desentrañar cada una de las palabras
sospechar de su eco
hasta llegar a la certeza fundamental
que es titubear
ese gesto digno de levantar un poema
sin pretensiones.



II

Bebemos de las fuentes
de residuos de odio
generados por la humanidad
somos cuervos de colores hermosos
imitadores sin intuición.



III

Mezclarnos y así poder ofrecer otros tonos.



IV

Han enturbiado el lenguaje
pero los poetas siguen buceando
en esas aguas oscuras
asumieron el desafío irrenunciable
de seguir indagando.



V

El poema da un paso atrás
ahora es la sombra del poeta.
El poeta después de hablar en nombre propio
se separa de lo dicho
retorna a su cuerpo angustiado
y a su mente asediada.
¿Es el poema la memoria de lo reprimido?




VI
Imponernos un silencio
para salvar las semillas vivas de las palabras
esa escritura íntima que se va gestando
que murmura en el interior del suelo fértil de la memoria
como animales que viven debajo de la tierra
un silencio que no sea mordaza
un silencio que confunda
a los corruptores del lenguaje.



VII

Hay un momento después del poema
donde sucede algo que quedó inconcluso
dentro de la angustia del poeta
palabras que se estrellaron
contra un litoral
y vuelven al frío
de la profundidad del silencio
el mismo sitio donde se originó
el ascenso del poema anterior
donde solo quedan residuos de palabras
que no lograron aferrarse a la superficie.




Andrés Belalba Barreto (Valencia-Venezuela, 1981) Exiliado voluntariamente en Barcelona, forma parte del colectivo Biolentos Poesía al Rescate. Participó en el Festival de Poesía Oreig 2014, el 5º Encuentro de Escritores por Ciudad Juárez 2015,2016 entre otros. Sus textos han aparecido esporádicamente en revistas como BcnMes , Revista Madriguera, Instinto Social, la Poesía Llcanza, Cantera, Low-fiardentia, Resonancias. Fue uno de los protagonistas del documental actos poéticos dirigido por Gabriela Arellano. Publicó el libro Poemas de mi propio bolsillo, con la editorial Karakartón. Gestiona el blog lospoetasincomprendidos.blogspot.com/

Minificciones de Gilberto Arvizu Morales

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AUTOR INTELECTUAL

¿Qué pasa? ¿Debemos tener algún conflicto intelectual sobre quién lo ideó? Sencillamente no quiero estar en el fin de la vida de alguien.



MI NOMBRE

“Los nombres han sido cambiados para proteger a los inocentes”. Y con la aversión que tengo sobre todas las frases de telenovela. No es tan sabroso cuando le toca a uno. Tengo noticias: no soy perfecto, nadie debería conocerme, tengo caprichos grotescos. Me fastidia la gente que sabe mi nombre y yo no sé de quién se trata. ¿En qué época se olvidará mi nombre?



EN LA OTRA CARA DE LA MONEDA

Sol, yo gano. Águila, ustedes pierden. Aunque siempre, en la otra cara de la moneda, se atraviesa la sórdida realidad. Provocando una mudanza contestataria sin poder encontrar actitudes ejemplares y la visión secuestrada de que todo puede ser peor.



Gilberto Arvizu Morales (San Luis de la Paz, Gto., México, 1974). Escritor, poeta y gestor cultural. Ha participado en diversos talleres literarios en Querétaro y San Luis Potosí. Ha colaborado en diversos suplementos culturales y revistas literarias del país. Integrante del Seminario de Poesía Efraín Huerta del Fondo para las Letras Guanajuatenses 2015-2016. Ha publicado el libro de poesía Hiperbalada entre atlantes (Ediciones La Rana, 2017).



Recordandoa Simone de Beauvoir por Magda Lago Russo

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SIMONE DE BEAUVOIR Y EL SEGUNDO SEXO

MAGDA LAGO RUSSO

Simone de Beauvoir (París, 1908-1986) Pensadora y novelista francesa, representante del movimiento existencialista ateo y figura importante en la reivindicación de los derechos de la mujer. Nació en el seno de una familia burguesa, se  destacó desde temprana edad como una alumna brillante. Estudió en la Sorbona y en 1929 conoció a Jean-Paul Sartre, que se convirtió en su compañero durante el resto de su vida . Participó intensamente en los debates ideológicos de la época, asumiendo el papel de intelectual comprometida. Fue fundadora junto a Sartre, A. Camus, y M. Merleau-Ponty, entre otros, de la revista Tiempos Modernos, cuyo primer número salió a la calle el 15 de octubre de 1945 y se transformó en un referente político y cultural del pensamiento francés de mitad del siglo XX. Su libro El segundo sexo (1949)  realiza un análisis profundo  del papel del género femenino, significando un punto de partida teórico para distintos grupos feministas, y y convirtiéndose en una obra clásica del pensamiento contemporáneo. En él elaboró una historia sobre la condición social de la mujer analizando  las distintas características de la opresión masculina. Afirmando que al ser excluida de los procesos de producción y confinada al hogar y a las funciones reproductivas, la mujer perdía todos los vínculos sociales y con ellos la posibilidad de ser libre. 
Sostuvo que la lucha para la emancipación de la mujer era distinta y paralela a la lucha de clases, y que el principal problema que debía afrontar el "sexo débil" no era ideológico sino económico. «Si somos iguales, seremos más libres», defensora de la mujer como identidad propia, desligada de un sistema que, en la época en la que le tocó vivir, oprimía y relegaba al «segundo sexo» a la condición de esposa, madre, hija. Siempre era un papel secundario, privado de libertades, ahogado y sin voz. Beauvoir se alzó como símbolo de la igualdad, respaldando sus teorías más sólidas, que sostenían que «la mujer no nace, se hace», con un estilo de vida independiente, coherente con su manera de ver el mundo.    
Fundó con algunas feministas la Liga de los Derechos de la Mujer, que se propuso reaccionar con firmeza ante cualquier discriminación sexista. El Segundo Sexo es a la vez una interpretación crítica de la condición femenina, desactivando la referencia naturalista y determinista en favor de la referencia cultural e histórica, y una especie de rechazo de la realidad misma de la mujer en lo que ella implica de irreductible (al tiempo que se le escapa como tal). Desde el título de la obra basado en un  juego de palabras muy original y bien logrado, Simone de Beauvoir nos da la medida de su aproximación al tema de sus investigaciones: la mujer, a la vez objeto de aceptación y de repulsión, el mundo “femenino” al cual ella pertenece pero del cual no quiere formar parte.  
El primer tomo del libro, Los hechos y los mitos fue publicado por Gallimard en Junio de 1949. El segundo tomo, La experiencia vivida apareció en noviembre de ese mismo año. Desde el momento de su publicación, El Segundo Sexo fue un éxito editorial.. En todo caso El Segundo Sexo fue siempre y desde el primer momento un libro polémico. Además, y por la primera vez permitía fundar filosóficamente la reflexión sobre la milenaria situación de subordinación que ha sido  la mitad femenina de la humanidad. 
El segundo sexo" de Simone de Beauvoir no sólo ha nutrido a todo el feminismo que se ha hecho en la segunda mitad del siglo XX, sino que es el ensayo feminista más importante de esa centuria. Todo lo que se ha escrito después en el campo de la teoría feminista ha tenido que contar con esta obra, bien para continuarla en sus planteamientos y seguir desarrollándolos, bien para criticarlos oponiéndose a ellos. Es el ensayo de una filósofa existencialista, se encuadra en el ámbito más amplio de un pensamiento ilustrado que toma de la ilustración precisamente sus aspectos positivos, emancipatorios; ante todo, una concepción igualitaria de los seres humanos, según la cual la diferencia de sexos no altera su radical igualdad de condición. 

MAGDA LAGO RUSSO




Sátiro y Manifiestos de Vicente Huidobro

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Sátiro o El poder de las palabras, publicada por primera vez en 1939 y luego de 73 años puesta entre los lectores de la obra huidobriana con esta segunda edición, se trata de un texto narrativo con un lenguaje vivo signado por la experiencialidad de la palabra, en donde cada pagina refleja el poder creativo del autor. No sólo en poesía se expresa el creacionismo de Huidobro, también nos deleita aquí en esta novela poética que ubica a la palabra y sus posibilidades de semantización como centro de las reflexiones de su protagonista, Bernardo Saguen. Como siempre el poder creativo de Huidobro nos atrapa para deslizarnos luego en ese tejido de palabras únicas enunciadas por la voz de un poeta dedicado a revolucionar todo cuanto se escribe. En cuanto a Manifiestos, estamos ante un libro con los 9 manifiestos publicados en francés el año 1925 por Huidobro, el cual incorpora la visión única y original del autor de Altazor en torno a la poesía.



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