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Poemas de Gabriela Vargas

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Cambiar de una palabra como se cambia de una casa


Los techos están rotos- contamos
en la noche, los espejos son mudos- dijimos.
Estamos enfermos, nocturnos, los límites son la pendiente.
¿Cuánto realmente ha herido la espada? ¿Cuánto dura la profundidad de la herida?
Los límites asustan las palabras, los límites no guardan el silencio.
El silencio también arde.
Límites, la fiebre es esta, la fiebre es, está intacta.
La palabra es un contagio, la palabra de la derecha se extiende, cambia, se vuelve igual a la otra.
Ex palabra: un sonido.
Post palabra: un sonido.
Sub palabra: un sonido.
TOP palabra: un sonido.
Partida, la lengua parte, partida la lengua instrumento
corre.
La parálisis esconde un sonido, viaja como una espada
de herida en herida.
Entonces, la lengua se parte:
síncope.
La herida se detiene en el silencio.
Lo aísla. Isla de miedo, el silencio.
En blanco…
El silencio es un sonido deforme, el comienzo de la herida, la luz cicatrizando la cortada, volviéndola noche, la noche volviendo como el pasado, el pasado partido en la lengua, parido en una palabra, en mi voz.
La voz dice: “el sonido”.
La voz dice: “hoy nacerá de mí una palabra”.
Mi espada, mi voz encendida. Mi voz es un arma en la noche.
Mi voz es el límite entre herida y herida.
Mi voz enterrada en el sonido.





Documental Siniestro de un cine vacío en un invierno imaginario


Hablar es a veces una enfermedad.
Es a veces y “A VECES”  no tiene síntoma hasta que el viento se tuerce.
ERES, a veces, ¿ERES?
Todos estos simulacros de muñeco tarareando un poema encima de una cuerda floja.
Como tu lengua: FLOJA.
Todos estos ademanes de parecer un puesto en una sala en la que llueven dientes.
De pared a pared, colmillos, dientes,
de un techo a otro techo que se vuelve tu calle, tu vía
en medio de los libros que hoy se ven como nueces de corazones podridos.
Palabras que se congelan sobre tu calle fría como brazos vacíos.
Fría como los tenedores violentando mi boca de pájarocometa que migra
para congelarse antes de llegar a tu puerta y volverse un sueño de porcelana
EN EL QUE ERES UNA COPA Y TE ROMPES.
Fría como una bailarina que mira un volcán frío y su memoria de nieve,
pero aún no conozco la nieve: EXPLICO.
Aunque me parte el frío de una palabra: EXPLICO.
Aún no conozco - aunque sí me parte – aunque sí me abismo – aunque SÍ.
Entonces explico nieve.
Entonces:
cientos de polillas blancas salen mojadas de alcohol, de mi lengua mojada de alcohol
para inundar la catedral de una mentira y toda su arquitectura y la trilogía sobre un film,
sobre dos o tres o cuatro, a ti te gusta el 10, que sean 10 personajes, entonces
que se reinventan en un falso documental,
un falso guión derritiéndonos la cama.
ENTONCES: EXPLICO LA ENFERMEDAD DE LA NIEVE.
A veces se enferman las palabras, a veces sueñan con un muñeco de nieve
que se mete en mi nariz y me hace salir del cine, ir al baño y cerrar la puerta.





Mi habitación fue una cuerda de violín

a  R. Murillo

Gipsy boy con un violín dibuja un vaso de leche azul estrella,
ahoga una canción, la sumerge, líquido exprimido de un párpado recién nacido:
no vuelvas a llorar que los barcos de papel se derriten y se convierte en compases mudos,
no vuelvas a llorar que soy un cementerio de portal,
claves rotas de sol y fa cosiendo el aullido de un puente inclinado.

Entonces un eco dice:
Si Gipsy boy conquista su habitación, dejaremos una cuerda bucal que siempre dirá tu nombre: “Blanco” se volverá un acorde.

Si Gypsy boy conquista una escalera caracol, dejaremos una cuerda para sostener erguida la puerta para protegerlo de un huracán de papel-cuchilla.

Si Gypsy boy conquista la mitad de la cama, dejaremos que Heidegger se convierta en una cosa, caja campana cosa, que lo despierte abrazado al hueso que escribe este poema.

Entonces el violín patina y el joystick controla las ventanas, las cierra dejando un muro repleto de cigarras para que no entre la luz, para que no se acabe el decir:
“es la noche y la noche destruirá el reloj”.
Entonces, el sol quema las cigarras, entonces, entonces, suena manecilla-movimiento y ya fue mañana.
Gipsy boy está triste, gipsy boy ahora toca un blues.





Esto encima de ti no es una casa

Si la ciudad tuviera una cima o una orilla,
Podríamos dejar dentro de los portales ofrendas de insectos,
Esos que estaban tan tristes, esos que cantaban para que el calor los sofoque.
Si al menos hubiera una curva, una vía cerrada, una calle sin salida,
tendríamos donde dejar los abrigos, los abrazos,
los cuentos de alcoba, podríamos morir caminando.
Los portales son dientes cayéndose de mi boca.
Un imperio construido hacia arriba es inalcanzable.
Un hombre sin casa solo mira hacia el frente.




Una cuestión de perspectiva: el cielo de Quito


Si la bitácora de una noche
en la que se duerme ocho horas reglamentarias se escribiera,
podríamos dividirla en las siguientes partes:

1.La inmovilidad es una sábana invisible.
Hay plumas asentándose sobre un desierto blando,
entonces mi cuerpo prepara un tiempo muerto.

2.Si un sueño empieza con tres gatos mirando a la nada,
un grito se hará libre: mis dedos abrirán una ventana.

3.3:33 es la hora más oscura de la noche,
me dijiste mientras veíamos acribillar a un hombre de gas propano,
un hombre mechero que acaricia el último cigarro envuelto en papel cometa.

4.Tengo un nido de pájaros que robé de un árbol de piedra,
tengo un pico partido, tengo la pata rota de un animal que dijo que mis ojos estarían para siempre cerrados, que mis ojos serían un perro negro.

5.Tengo miedo, veo como se desnuda un ropero con forma de cuervo.
Así he visto mi ropa envejecer ante la luz.
¿Y si el miedo es quedarse dormido?

6.El sueño es una hoja en blanco
y un crayón de humo que dibuja a un niño mintiendo sobre la lluvia.
Mi almohada es los tejidos convertidos en silencio.
Un pájaro amarillo ya no canta, entonces sueño con mi primera víctima, entonces sueño con la pregunta que no me deja dormir.




Al amanecer, estos no son mis platos


Cuando dejamos una luz sin nombrar, sin dirigir
y un ángulo mide la inmensidad de un rincón
un árbol se desviste, un árbol es una aguja.
La luz nos bautiza, nos dice.
Los amigos son unos cuantos días en el calendario: estás solo.
Los amigos siguen el fluctuar de las veredas.
Y si acaso vives lejos: estás solo.
Si entre un montón de paja hallaras un hermano, éste se irá
cuando termine de dictar lo que de ti dice el espejo.
Y entonces usaremos la luz, haremos una casita con las manos
para olvidar que una vez abrimos los ojos.




Gabriela Vargas Aguirre (Guayaquil, 1984). Mención en el V Premio Nacional de Poesía Joven Ileana Espinel Cedeño. Ganadora de los Fondos Concursables del Ministerio de Cultura y Patrimonio 2016 – 2017 con los que publica su primer poemario “La Ruta de la Ceniza” con la editorial ecuatoriano – argentina “La Caída”. Participaciones: Feria Internacional de Quito en los años 2012, 2015 y 2017, Festival Desembarco Poético (Guayaquil 2013, 2014, 2015), VI Festival de Poesía de Lima, Festival Latinoamericano de Poesía Tea Party en Chile, Festival Otra Orilla (Guayaquil; 2015 y 2017),Primer Feria del Libro Independiente de la Universidad San Francisco de Quito (2017) y el festival Kanibal Urbano (Quito; 2018). Publicaciones: Memorias del Festival Internacional Desembarco Poético (Rastro de la Iguana; 2012, 2013, 2014), Bandada: Actualidad de la Poesía Ecuatoriana (Campaña de Lectura Eugenio Espejo; 2014), Mujeres que Hablan (Dirección de Cultura de Pichincha; 2015), Antología del Tea Party, Muestra Dinámica de Poesía Latinoamericana (Cinosargo; Chile 2016). Otros textos suyos aparecen en editoriales cartoneras de Bolivia, Perú, Ecuador y México y revistas digitales e impresas.



Juan Emar: Escritos de Arte

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JUAN EMAR Y EL RESCATE DE SUS ESCRITOS DE ARTE

Pedro Lastra


Jean Emar
ESCRITOS DE ARTE (1923-1925)

Recopilación, Selección e Introducción Patricio Lizama A. 


LA REEDICIÓN DE DIEZ EN 1971, con un memorable prólogo de Pablo Neruda, fue la buena respuesta que los escasos lectores de Juan Emar esperaban oír desde 1935. Ya se sabe que el público y la crítica lo ignoraron casi del todo en su tiempo, desconcertados por la novedad y la audacia de sus propuestas narrativas. Las excepciones fueron algunos escritores de su entorno y de las generaciones siguientes; muy pocos, pues no llegaría a doce la lista de quienes lo reconocieron como el escritor que iba a contribuir tan poderosamente a liberar a la novela y al cuento chilenos del “peso de la noche”.

Entre ellos, uno de sus mejores lectores fue César Miró, un amigo cercano a quien Juan Emar transformó en personaje del notable episodio de “Agosto 1°” del libro Un año. Miró -con una precisión que debió ser estimulante- tituló su artículo “Miltin, antinovela y sátira social”: una invitación a leer a Juan Emar de otra manera que no tuvo, al parecer, ningún eco. Pero hoy esa página nos lleva a recordar la lucidez con que el pensador uruguayo Carlos Vaz Ferreira leyó al gran Felisberto Hernández en 1929, anticipándose a muchos: “Tal vez no haya en el mundo diez personas a las que les resulte interesante y yo me considero una de las diez”.

La situación de Juan Emar en la literatura chilena ha cambiado sensiblemente en los últimos años, gracias a la atención con que lo ha releído una nueva crítica, alerta e informada: Ignacio Valente, Adriana Valdés, Alejandro Canseco-Jerez, Pablo Brodsky, Carlos Piña y Patricio Lizama son algunos de esos relectores “justos y justicieros”, como habría dicho Eduardo Anguita, un adelantado en estas valoraciones.

La imagen del narrador seguirá enriqueciéndose a medida que aparezcan los volúmenes aún inéditos de Umbral, que constituyen la mayor parte del trabajo de Juan Emar en este aspecto. Esas numerosas páginas esperan a un editor, así como lo tienen hoy, felizmente, sus escritos de arte dispuestos y anotados por Patricio Lizama.

El lector advertirá en seguida la importancia de esta tarea. Desde luego, el solo rescate de esos artículos y notas publicados en La Nación de Santiago entre 1923 y 1925 sería ya un aporte que no debemos demorarnos en juzgar como decisivo, por lo que agrega a nuestro conocimiento de un período histórico caracterizado por la pugna de tendencias antagónicas en el entero espacio cultural chileno. El propósito de Juan Emar, como lo muestra muy bien Lizama en su penetrante estudio y lo corroboran los textos seleccionados, no sólo se manifiesta como un rechazo radical al anquilosado sistema de producción en el campo de las artes plásticas, sino como un cuestionamiento del problema cultural en su totalidad: un punto de ataque central en sus escritos, por ejemplo, fue la precariedad, la limitación o insolvencia de una actividad crítica que Juan Emar consideraba indigna de tal nombre. Con muy buenas razones, Lizama define a Juan Emar como “un intelectual contendiente”, cuya acción provocó una fractura en el viejo sistema de preferencias culturales, favoreciendo así -sobre bases razonadas- el establecimiento de la vanguardia.

El interesantísimo volumen preparado por Patricio Lizama, a partir de exhaustivos estudios sobre el autor para su tesis de doctorado en la Universidad del estado de New York, en Stony Brook, nos ayudará a comprender y apreciar mejor esa época animada por la pasión, la inteligencia y el coraje intelectual de Juan Emar. Muchos lectores se preguntarán, sorprendidos, cómo pudieron permanecer ocultas por casi setenta años las noticias de tan sostenida e intensa tarea, y a la que nuestra actualidad cultural le debe no poco de lo que ha llegado a ser. La respuesta la encontrarán en este iluminador trabajo, tan oportuno como necesario.

Pedro Lastra
Sound Beach, N. Y., octubre de 1992



Nota del editor: Álvaro Yáñez, utiliza el seudónimo de Jean Emar, en los escritos de arte publicados en La Nación entre 1923 y 1925. Posteriormente, al publicar su obra literaria cambió su seudónimo por Juan Emar.


Extractos de Yonkion de Daniel Olcay Jeneral

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_Disconnected

Uno:
Tractatus de la dialéctica silente. La vida. El lenguaje. Asimilación. La muerte.
La cálida pantalla manifiesta el algoritmo ulterior. #204 aprovecha los últimos momentos del día para asimilar definitivamente los procesos en paralelo que continúan visualizándose, emergiendo en el horizonte, para luego descender. Mañana cumple quince años y apenas comience la jornada laboral, Los Corresponsales escoltarán su andar hasta el umbral de La Puerta, cruzará hacia el otro lado. Sabe que morirá, hoy lo notificaron. Es la ley natural, burocrática y formal. No obstante, si bien tiene claro que su pronto deceso es tal, desconoce cómo opera la muerte; es la primera vez que oye dicha verbalización.

Dos:
Nacimiento-Reboot. Input. Geometría. Mantra.
Parte 1_
Reclutado a los seis meses de edad, Número de Serie #204, sin malformaciones, eliminado del registro nacional, fue derivado al aula virtual, resguardando el protocolo de escolarización, al realizar la pequeña incisión quirúrgica en la parte trasera de su cráneo. A través de dicho input, la conexión al programa de educación y estimulación se da por iniciada, enseñando de manera sistemática obediencia, roles sociales, sus funciones como recluta, limitando el espectro de palabras a lo necesario con tal solo introducir un extenso y polvoriento cable en el tronco encefálico de cada niño y niña. Pueden comprender, mas no hablar. Eso solo lo pueden hacer Los Corresponsales y El Directorio.

En una inmensa y geométrica habitación iluminada, durante la primera infancia, son cuidados por brazos metálicos que cuidan la asepsia de los reclutas y del lugar, brindan una simulación de cariño efectiva, generando independencia, autovalía y seguridad personal significativa. Cada pequeño ser humano cuenta con un casco de acrílico, que a través de un monitor en la parte delantera reproduce de manera uniforme la estimulación cognitiva y sensorial necesaria al período evolutivo. Aquellos que no logran alcanzar el nivel promedio, son eliminados de la división. Mantra familiar: El tiempo es dinero.

Ya con cinco años, el programa de educación y estimulación pasiva se suspende, y al tener todo el conocimiento adquirido retenido en su cerebro, son puestos a disposición de Los Corresponsales.

Durante los posteriores diez años, son reubicados en sectores laborales. El Directorio genera divisas a partir de estafas bancarias, utilizando a los niños como hackers, estableciendo tres áreas: I) Desarrollo y gestión de gusanos y malware espías, II) Ejecución y proliferación del virus y III) Administración de fondos y base de datos; siendo los niños y niñas ascendidos de sector en sector a medida que crecen física y mentalmente.

Parte 2_
#204 siente un vacío palpitante en la boca del estómago. Su piel manchada por la ausencia de luz natural, exceso de tierra y humedad, se eriza al igual que cuando sintió aire fresco por primera vez en aquella grieta del búnker; y la palabra muerte, sin sentido manifiesto, se convierte solo en un sonido, aire ausente de matices, ausente pero real.

Los ojos aplanados y ojerosos intentan reconstruir en binario, presencia-ausencia, una vida ejemplar. No siente hambre por saciar, no existe asidero al cual aferrarse. No es necesario. Al igual que un anciano que ha visto generaciones de un yo reproducido hasta el hartazgo, siente una necesidad por descansar.

Recuerda su andar exitoso en cada división. La primera reprimenda. El dolor del castigo. La satisfacción. El amor incondicional a El Directorio. La sensación de tener todo y no necesitar más. No tiene claridad de sus reacciones físicas. Solo siente y le aterra sentir, todo es nuevo e indocumentado en su base de datos. Recuerda uno de los pocos sueños que tuvo en su vida: era un dígito parpadeante en un eterno vacío catódico. El sudor. La desesperación. La caída. La luz al despertar. La soledad.

Bajo una secuencia lógica de comandos, en donde cada acción-situaciónes consecuencia de otra…
—¿Qué significa «muerte» cuando, en perspectiva, muerte ni siquiera se encuentra en el horizonte?

Tres:
Engranaje. Reciclaje.
#204 agradecido de la oportunidad de servir a El Directorio, y ser reconocido como un número par ejemplar, es bendecido con la eutanasia. Nunca cuestionó su actuar y tampoco el de otros, mucho menos el de sus superiores, pese a la evidente obesidad de Los Corresponsales a diferencia de la delgadez de los niños y niñas, como también la aromática vestimenta que los adultos utilizaban. Imaginar una vida distinta, resultaba imposible, El Directorio lo necesitaba, era su deber ayudar a quien le dio un sentido, día a día. El futuro es ahora, y el ahora es la nada. Es lo que los adultos pueden ofrecer. El miedo se mantiene indescifrable en la piel de #204, y su vida se reduce a ser alimento para la comida del futuro, mientras El Directorio se convierte lentamente en carne podrida dominada por el miedo simbólico, consciente e inevitable de la palabra «muerte».





_FRACTALES
Segunda parte.

«Se denomina Síndrome del miembro fantasma al trastorno del contenido de
la conciencia corporal que se caracteriza por la sensación de persistencia
de un miembro amputado.

Cuando el fenómeno se reduce a sensaciones dolorosas, que parecen
originarse en la extremidad amputada, se habla de “dolor fantasma”.

Su fisiopatología se basa en la persistencia de áreas cerebrales dedicadas a
ese miembro que no reciben la respuesta del mismo y generan una descarga
espontánea que contamina otras percepciones y se cronifica. Es decir, la
patología del miembro fantasma no radica en los nervios periféricos del
miembro afectado, sino en su proyección cortical.»

Lanza una pesada roca sobre la entrepierna de El Linterna, que se encuentra durmiendo al interior de un agujero que cavó con sus manos, a un par de metros de La Toma, en la quebrada… en lo que alguna vez fue un río caudaloso. Despierta sobresaltado y llora de dolor, no teniendo fuerza en sus brazos para sacarse la piedra que está sobre sus genitales. Con un cigarro en la boca y acompañado de su perro Navidad, lo ayuda. Le da un tiempo para que recupere la respiración luego del intenso dolor. Aún permanece callado pero las ganas de matar siguen ahí, como oxidados clavos esperando ser arrancados de la carne.

Deja de llorar. Se calma. Asume que quien está frente a él está enojado. Navidad ladra seco para sus adentros, la mitad de su cuerpo de silicona sobrevive gracias a la improvisada ingeniería biónica de El Chino Cumbia, vecino de la población. No hay gente alrededor, sólo ellos tres, invadidos de piedras, tierra y basura orgánica e inorgánica, parecido a un western de clase b. Saca una antena de tele antigua y un encendedor, para luego comenzar a quemar un extremo. El cuerpo de El Linterna se pone ansioso, la maldición de la electricidad recorre su organismo y el dolor de güata se manifiesta apenas siente el oxidado olor del humo: la pasta. La tensión se libera e intenta pedir disculpas por el error, se enteró de la detención en la calle, no entiende qué sucedió anoche con el camión. El otro sólo mira. Sigue hablando rápido, como si intentara huir con palabras de aquel lugar, tropezando, perseguido por la sombra sigilosa, pero quien está al frente sólo permanece ahí, respirando lento, quemando la antena. Pide ser golpeado con toda fuerza, con rabia, para que olvide. El otro habla por primera vez; en ese momento, le ofrece el antenazo. Los ojos vidriosos delatan el hambre por intentar alcanzar aquello que ya no existe y se desvanece como orina de perro sobre los retazos de un árido desierto construido en base a recuerdos. Extiende su brazo haciendo el ofrecimiento. El Linterna responde al encuentro, pero la otra mano rápidamente se recoge. Rostro frente a rostro, serio, dice que puede fumar todo lo que quiera, pero primero debe lamer el hoyo del culo de Navidad. El aire seco golpea la nuca de ambos. Suda en segundos e imagina la idea, con los ojos abiertos y deshidratados, evitando pestañear; luego se esfuerza por no pensar, pues sólo dilata lo inevitable. El otro ríe a carcajadas mientras observa la escena, el perro tiembla de placer al sentir el húmedo y desesperado movimiento frenético de la boca del humano a cuatro patas. «Cochino culiao», y una patada en el estómago se suma al acto de retribución del orgullo perdido tras haber sido detenido por la policía. Recuperada la confianza, pide a El Linterna que lo acompañe al laboratorio de El Chino Cumbia, le dice que intentará nuevamente el robo a la corporación, con adolescente entusiasmo y confianza.

Navidad olfatea la casa-laboratorio, un perímetro de refrigeradores zumbando fuera de tono junto a murallas de cholgüán apolillado. Cajas enormes con libros viejos apilados en su interior, y sobre mesas añejas; vasos, probetas y toda clase de líquidos multicolor adornan el lugar. El Chino Cumbia, casi un padre para el joven, está desnudo sobre el piso de tierra, junto a la cocina encendida… la olla hierve con fideos recocidos en su interior. Despiertan al desfallecido, que en la medida que recupera la conciencia, da a entender que se tomó muchas clonas con copete.

Con cuarenta y cinco años de edad, migrante en la ciudad desde los diez, no tiene dificultades con el español, pero el acento oriental permanece. Él fue quien brindó electricidad a toda La Toma, mediante energía solar, reciclando baterías y construyendo paneles, dada su pasión por la basura tecnológica. Su parsimonia, desinterés y problemas de alcohol, lo llevaron a vivir en aquel sector, desterrado y despojado de su apellido, al ser una vergüenza al honor familiar. Hoy, feliz, no rinde cuentas a nadie.

Convencido de sí mismo y de las historias que le contaron en la celda, previo al juicio, si algo le quedó claro, es que robar el camión es fácil, siendo cuestión de alterar el sistema de rastreo satelital, intimidar a los guardias y evitar a como dé lugar que el camión entre al edificio principal, pues si algún extraño ingresa junto al camión, nada garantiza que vuelva a salir.

En primera instancia, le pide a El Chino Cumbia que remueva el led de su muñeca derecha que no cesa de parpadear en rojo, dado que la policía se percató de la alteración al sistema de salud. Lo invita a tomar asiento en una silla de dentista reacondicionada a las variadas necesidades quirúrgicas de hoy en día. Durante el procedimiento, requiere un cambio de hardware del chip-intra dermis de sus orejas, pues el homólogo recursivo de murciélago instalado ha comenzado a generar ruidosa interferencia. El Chino Cumbia le menciona que acaba de llegar un encargo que hizo en craigslist.org, nanotecnología de código abierto. Sin pensar, con típica impulsividad juvenil, se aventura a probar la nueva adquisición, aprovechando la oportunidad de solicitar ayuda para vulnerar el sistema de seguridad de la corporación, específicamente del camión de las 3:30 am. El Linterna, atado a una lealtad forzada de calle, permanece observando la operación, sentado sobre un cajón de tomates y haciendo preguntas básicas sobre el robo.

—¿Querís pitiarte a los guardias culiaos'?

Ante la pregunta, recuerda las veces que amenazó con un arma de fuego, las que golpeó y, también, aquellas en donde disparó al aire. Sin embargo nunca había matado. En concreto, sólo había hablado de la muerte, y si bien no le parecía lejana la idea, como si nada tuviera que perder, aún sentía que era una línea de fuego llena de pudor que podía decidir si cruzar o no. Si todo salía como lo imaginaba, fácilmente podía dejar de robar, incluso, repartiendo el botín entre tres y dándole una porción a su madre, por respeto. Viajaría al extranjero, lejos de la maldita sensación de muerte acechando tras las espaldas.

—Reventemos a los giles, que esta weá la hacemos una pura vez, de ahí nos viramos pa' siempre. No sé ustedes, pero yo soy menor, y no me voy en cana ni cagando.






Poemas de Andrea López Kosak

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LIMA







Siempre había parejas jugando al tenis

en las canchas que veíamos desde arriba

por entre alambres electrificados

cuando bajábamos a la playa sin conocernos

mostrándonos cada vez

todo lo que cabía

en ese trecho, entre la puerta del club

donde un cartel

prohibía la entrada con armas de fuego,

y las olas del Pacífico rompiendo

en hilera

trajes de neoprenne colgados

como piel de foca, ella dijo.





*



Estamos en la edad en la que ya podemos

imaginarnos viejas, por la avenida Camino Real

en taxi, llegando tarde al teatro

estiro la mano al medio del asiento

siento los dedos de Ana sobre mis dedos,

el auto rodea el monumento del Angel Miguel

a la luz de carteles de cines

y centros comerciales, las caras cambian de color

el taxista mira por el retrovisor las manos

apretadas como las de dos nenas con vértigo.





*







HUANCHACO






Como Alma y Elizabeth corriendo entre las piedras

de una playa en blanco y negro, frías

y hermosas a la vez nos desconocimos

impactadas en el fondo

de la otra que reía, no de contenta,

haciendo ademanes en espejo

las olas dejaban huevos de tiburón

en la orilla:  también nosotras fuimos

lejos de lo respirable

gritando vos tu nombre, yo el mío

secándonos bajo el graznido de un ave guanera

de las que no hay en Suecia, observamos.





*



Una nena llora sobre su tarea

atrás de la cortina que separa

la cocina en la peluquería Lo de Flor.

Flor depila a una extranjera

después de la cachetada

a la nena del otro lado de la cortina

donde una vieja troza maíz para la chicha

otra rumorea avemarías como en trance.

Se tiene hijos nomás pa’ odiarlos

decía la madre de esa película

haciéndole a la hija

un aborto con una percha.





*







MEDELLÍN







Esos días tiradas en la cama de un apartamento en el Poblado

metiéndonos todo lo que conseguíamos en el aeropuerto

quemando opio en papel de aluminio

mirando por el balcón lluvia y motos de reparto

desconcertando a los porteros

que nos veían de la mano

las pocas veces que salíamos, volvíamos con bolsas de Éxito

aprovechábamos la voluntad que nos quedaba

encerradas en el sexto

tomando jugos con ron.





*







BUENOS AIRES







Me quedé ciega en la pista de Amerika.

Bailaba con un mejicano

que había rebotado mi amigo

antes de irse con uno que le hizo la billetera.

Este es el final, pensé, a oscuras

mi destino. En la enfermería

tomé un poco de Sprite.

Las voces alrededor decían crisis

hipoglucémica y mi cerebro revelaba

ante el sonido de la esdrújula

una mancha luminosa.

Lo primero que vi fue a uno de seguridad.

Me filmaba como parte

de la no sé qué reglamentaria,

la enfermera preguntaba

cuánto tiempo había pasado

desde el último sólido ingerido.

Salí sola, en el kiosco de enfrente

compré un Guaymallén de fruta.

Después, viajando en el 129 pensé en vos

por un papel que encontré en el bolsillo:

ahí me di cuenta que había perdido las llaves.

Y que iba a tener que llamarte

de madrugada, como esa vez

que me era imposible sacar el pie de la bota.





*





Decís que hoy huelo a swetercito de Shetland sin estrenar.

A tienda donde las empleadas

embolsan y desembolsan

sin parar, por orden del dueño judío.

Las tardes atrás del mostrador de Océano

sin saber cómo pararte

mirando a través de la vidriera la vereda de Lavalle,

con la compañera evangélica que dice:

Dios va a perdonarte aunque no creas,

y de fondo ruido de bolsas

para que en el local se vea movimiento,

vos creyendo hay que dejar de gastar el sueldo en merca

venderles ropa a las putas del privado de Junín

donde te enamoraste de Elizabeth, la jujeña

a la que una noche le corregiste la media

con esmalte incoloro.





*







CATAMARCA





Ayudame con el glande, dice Ana,

es lo que menos me acuerdo.

Está sentada en la cama de la habitación 129

haciendo pijitas de crealina

para portasahumerios.

La ventana da a un patio que lleno de colillas.

La familiaridad de los otros nos excluye.

Es sábado

y anuncian por megáfono

la llegada de un circo a la ciudad.







*





TAGANGA




Esta es la escena, dijo.

La luz era perfecta.

Como si nos hubiésemos extraído

una a la otra las vértebras

nos transformamos en una masa blanda.

Y había en el fondo verde de la ventana

unas ramas que parecieron graciosas.

Y había de fondo otra cosa.

La implícita caducidad que da la gracia.

Nos incluye al todo en tono de tragedia personal.





*




CARTAGENA



Una cruz con la uña sobre la picadura.

Práctica que asegura el fin de la picazón.

El loro repite un silbido

en el árbol de un patio a mitad de manzana.

Cuelgan medias negras

de un alambre en la terraza

atrás de los tanques, la bahía

se desgarra entre un avión y un barco.

La chica rubia de la Colombo Alemana

se lleva las medias antes de la tormenta.

Un mosquito zumba alrededor del móvil

que sobre nuestra cama dice Good Luck

y ahora siento como una señal de desastre.





*

  

Andrea López Kosak, Bahía Blanca, Argentina 1976. Publicó: Bailar sola, colección Chicas de bolsillo EDULP 2005; La Tarea, Manual Ediciones 2011; Le dan hueso, Cinosargo Ediciones 2012; Leva, Editorial Literal 2014; Indor, El ojo del mármol 2015. Estos poemas pertenecen a un libro aún en proceso de escritura.


Poemas de Ihovan Pineda

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Excluidos de origen

A unos niños pidiendo afuera de McDonald´s

Los he visto
a su temprana edad
derrotados
hambrientos
cansados
afligidos
desesperados
corrompidos
Descalzos de corazón
Solos de padres
Con los ojos cerrados por la mugre
por el llanto de la sal
por la enfermedad del olvido
por la indiferencia de la calle

Los he visto
sin una sonrisa de verdad
afuera de las plazas
vendiendo su libertad
pidiendo sin saber qué piden
Desprotegidos
Expuestos a la furia del capital
a los sueños prohibidos
Tristes
sin Dios
buscando siempre un lugar

Los he visto
sin derecho a nombre
viviendo de los semáforos
a su temprana edad

Los he visto
dolorosamente
con este lápiz en la mano
derrotados

Excluidos de origen
los he visto



Las cuatro esquinas

Una muchacha
de entre 17 y 22 años
con un bebé dormido a su lado
vende tejuinos en aquella esquina;

Un adolescente
de entre 10 y 15 años
sudado, sucio y cansado
empuja en la otra esquina
un carrito lleno de frutas
que dice de temporada;

Una señora
de entre 50 y 60 años
casi descalza
con la furia del sol bajo los pies
pide limosna en la otra esquina;

Un señor
de entre 40 y 45 años
invidente
que ve todo lo que escucha
espera
allá en la otra esquina
al borde de la banqueta
el camión para irse a casa;

Un joven
de entre 30 y 35 años
sentado en una banca
lee esto que escribo,
pensando si la vida es justa
o si cada uno merece
el lugar al que pertenece




Geografía del olvido

Uno es
también
donde lo recuerdan

Pero yo no tengo lugar





Ihovan Pineda: Poeta, ensayista y profesor. Maestro en Literatura Hispanoamericana por la Universidad de Colima. Autor de los libros Estarnos queriendo y pasado mañana (2008), De cómo las cosas han cambiado (2011), Principios de Incertidumbre (2015) y Bitácora de recupreación (2017). Fue distinguido por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes con la beca del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes 2013-2014 en la categoría de Jóvenes Escritores. Ha publicado a nivel nacional e internacional en revistas impresas y electrónicas: Tragaluz; Casa del Tiempo de la Universidad Autónoma Metropolitana; Revista de Poesía La Otra de la UNAM; Revista de Lenguas Modernas de la South Carolina University de Estados Unidos; Crítica Revista Cultural de la Universidad Autónoma de Puebla; Círculo de Poesía; Cronopios; COFIBUK Literatura y arte; Bitácora de vuelo; Rojo Siena Editorial, Interpretextos; Caracol Azul; Vía Literaria-Proyecto Ululayu; Horizontum, finanzas y cultura; AO Revista Literaria;  Voces del extremo de España; y en Marcapiel, revista de literatura. Su obra ha sido antologada en los libros En Memoria del Terremoto publicado por la Universidad de Colima; Anuario de Poesía Mexicana 2004 del Fondo de Cultura Económica; Apuntes de literatura colimense de la Universidad de Colima; antología poética Locos de los 70´s de Fides Ediciones; y en Toda la mar, la presencia del mar en la poesía colimense de la Secretaría de Cultura del Gobierno del Estado de Colima. En 2016 fue integrado en la Enciclopedia de la Literatura en México de la Fundación para las Letras Mexicanas del Gobierno Federal.


George Steiner: La Poesia Del Pensamiento - Del Helenismo A Celan

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George Steiner nos ofrece en La poesía del pensamiento una esclarecedora visión de la inseparable relación que existe entre la filosofía occidental y el lenguaje y, con su deslumbrante y convincente criterio a la hora de argumentar, nos presenta su opus magnum: un examen de más de dos milenios de cultura occidental que reivindica la esencial unidad del gran pensamiento y el gran estilo. Panorámico pero preciso, moviéndose entre el detalle esencial y el ejemplo decisivo, George Steiner recorre toda la historia de la filosofía occidental, que se entrelaza con la literatura, para llegar a la conclusión de que, como afirmaba Sartre, en toda filosofía hay «una prosa literaria oculta». «Este genio poético del pensamiento abstracto», señala Steiner, «se ilumina, se hace audible. El argumento, aun analítico, tiene su redoble de tambor. Se hace oda. ¿Hay algo que exprese el movimiento final de la Fenomenología de Hegel mejor que el non de non de Edith Piaf, una doble negación que Hegel habría estimado? Este ensayo es un intento de escuchar más atentamente».



Crónica de la vida en los trópicos [por Brenda Ríos]

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Crónica de la vida en los trópicos
Brenda Ríos

I

Durante unos minutos al día los mosquitos se alejan. Han pasado dos horas desde la última ducha y la piel está húmeda por el sudor. La piel responde al porcentaje de humedad del ambiente: 81%, 32 grados. Sensación térmica de 36°. Los varios repelentes dejaron de funcionar y en la noche es imposible dormir. Zombies, batallamos con las tareas del día: cocinar, hacer compras, lavar los platos. No se puede estar en un solo sitio por mucho tiempo. Los moscos burlan el torbellino, leve, del ventilador. Saben trabajar en equipo. Nos llevan ventaja. Antes de la creación del mundo ellos ya jodían en la delantera. Vampiritos agudos, jefes inmundos y corruptos, saquean el país de a poco. El país entonces es ciénaga.
Hay que alimentarse de todas maneras. En la mesa hay un frutero lleno de naranjas. Abejas. Todo transcurre en cámara lenta. No se puede tener la prisa de la ciudad. Sería un atentado a la naturaleza avanzar contra la humedad. Parecemos personajes de una película rusa, en blanco y negro. Caminamos como si estuviéramos en la luna. La atmósfera es otra.
Llevamos semanas sin agua. Tuvimos que comprar una pipa. Ese es el negocio acá. El alcalde anterior se robó todo, incluyendo, sí, las tuercas que ajustaban los tubos que hacían llegar el agua a las casas.
Un amigo dijo apenas: ¿qué tal el paraíso? 
No tienes la menor idea ¿cuándo vienes?

II

Los habitantes del sitio visten de pantalón y manga larga. Prefieren el algodón. Las mujeres usan rayón, vestidos con flores, hombros al aire. Hablan muy rápido y si observas bien sus palabras pueden ser representadas así: oraciones muy compactas donde dicen muchas cosas a la vez, sobrepuestas, e interjecciones muy extendidas, festivas, alargadas, muestradientes. Podrían verse así: 
AAAAAAAA?
bbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbb
AAAAAAAAAAAAAA
Tienen la ventaja de creer que viven en un buen lugar, pues éste contiene agua. Aunque nunca los lleve esa agua a ninguna parte.

III

Las personas usan expresiones como Mana, Manita, Manito, Papi, Mami, Madre, a la menor provocación. Para decir gracias, pásele, buen día, qué calor hace.
Aproximadamente cada dos kilómetros, a veces menos, sobre la avenida principal, la que da al mar, están situados, bajo la sombra de algún tamarindo o mango, a los que difunden la palabra de dios (nunca he visto a alguien acercarse pero ahí siguen, esperando convencer, ¿conmover? conversar). Están provistos de sombrillas, faldas largas las mujeres, pantalón largo los hombres, usan sombreros para sombra extra; un anaquel con revistas y un cartel que anuncia preguntas fundamentales como “¿Qué es el éxito?” “¿Por qué Dios abandona?” “¿Estamos realmente solos?”. A pocos pasos su iglesia portátil hay dos o tres elementos de La Marina, vestidos del clásico verde caqui, cascos, armas, sus trajes- colchonetas alrededor de ellos, volviéndolos tacos verdes en la intemperie. Cuando paso y los miro, serios, me da una sed tremenda. Su mayor esfuerzo, al parecer, es no voltear a ver a las chicas que caminan aprisa, esperando el autobús, algo, a alguien. Los veo aguantar el sol como plantas. Digamos que si el bombardeo comienza justo ahora, ellos serán los únicos preparados. Y bueno, los resignados del puesto de revistas, que viven esperando el juicio último. 

IV

La vida en los trópicos es dura. Bastante dura. Pero todos se conforman con la dureza cuando, de vez, llega cierta brisa del mar. Eso compensa todo, las penurias, el poco dinero, la mala alimentación. Hay tres profesiones: abogados, maestros de escuela y pescadores. Los primeros son mayoría pues deben meterse en serios problemas legales, además de los problemas para leer y escribir y bueno, comer pescado no siempre es algo que todos quieran hacer.
El inicio de la vida comenzó en los trópicos. Lo saben las tortugas. Las más ancianas viven en Los Galápagos, un destino de lujo para los amantes de lo verde y las cosas vivas. Ya desde entonces se notaba que sería un infierno ese paraíso. Todo paraíso tiene insectos.
Nada como vivir ahí para notar que lo más importante en la vida es tomar duchas. Porque se vive en la humedad sin vivir bajo el agua. El cuerpo es agua. 
Todo local que vende mercancías o servicios (incluso los taxistas) pagan cuota a grupos delictivos. Si no pagan los matan. Los dejan en las calles con los cuerpos fragmentos en bolsas negras. Las grandes empresas no. Esto es comprensible sólo si tomas un par de semestres de teoría económica y política. Los pobres siempre serán pobres y las grandes empresas lograrán echar a andar esa máquina fresca, de amplias terrazas, que dice Visite el Paraíso, descanse, despreocúpese. 
En los paraísos las mujeres son hermosas realmente. Pero la belleza les dura hasta los veinte y poco. Luego se convierten en mangos aplastados por diversos factores: la dureza de ganarse la vida, el clima extremo, la lucha incesante consigo mismas. Debían tener sueños pero se olvidaron de ellos porque asean los cuartos de hotel. Casarse con un extranjero podría ser la solución pero el tiempo pasa y los extranjeros buscan niños y niñas. Los paraísos de esta naturaleza suelen ser espacios ideales para pedófilos: no hay ley, nada, que los detenga. Los veo pasear con su ropa de algodón, sus cuerpos ancianos, dirigirse a sus cuartos oscuros de hoteles baratos. Se sabe que esos inocentes seres son los líderes de las redes de pornografía infantil en el puerto. Hay cientos de ellos huyendo del invierno de sus países. Empezando nuevos negocios. Resisten el calor, lo aman. Es su nueva casa: pródiga y servicial. 





Brenda Ríos (Acapulco, 1975). Es autora de los libros Cubo de Rubik (crónica, 2018); Escenas del Jardín (poesía, 2015); Empacados al vacío, ensayos sobre nada (ensayo, 2013); Las canciones pop hacen pop en mí. Ensayos sobre lo ridículo, lo cotidiano, lo grotesco (ensayo, 2013); El vuelo de Francisca (libro infantil ilustrado, 2011); Del amor y otras cosas que se gastan por el uso. Ironía y silencio en la narrativa de Clarice Lispector (ensayo, 2005). Premio Nacional de Poesía Ignacio Manuel Altamirano 2013. Algunos de sus libros pueden ser descargados en la página cuadronegroediciones.org.



El filo de los caballos [por Franco Félix]

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El filo de los caballos
Franco Félix

La rodilla está abierta y sangra invisiblemente. Su herida permite al hueso desgastarse contra el suelo hecho de hormigón. Alrededor de la llaga, una costra se satura con tierra y pelusilla, el polvo que entra por las ranuras de la habitación oculta la carne viva. Hay una espada clavada al suelo que funciona como soporte al cuerpo que la empuña. Es una chica vestida con kimono azul marino. En la negrura del cuarto, el filo oscilante amenaza con partirla en dos si llega a quedarse dormida. Resiste la pesadez de sus párpados. No perderá la cabeza. Nadie la rebanará, ni ella misma.
Se abre la puerta. Alguien entra en cuatro patas. Se cierra la puerta. Es el hombre que vigila. Un centauro que lleva el torso desnudo y se acerca a la mujer hincada. Frente a ella hay un montículo de polvo blanco.
—Hola, autómata ¿Quién eres?
—Me llamo S. Mi padre es Tanaka Hisashige, el Thomas Edison de Japón, él me construyó en el crepúsculo del Edo, junto a mis hermanas, las muñecas karakuri del Shogun. Deposita una moneda ¿Eres un caballo?
—Sí. Más o menos ¿Cuánto llevas aquí?
—No lo sé. Muchos años. Me trajeron desde Tokio, como un presente para el nuevo presidente de Toshiba en América. Deposita una moneda.
El vigilante anota en su libreta. Confirma el borde de la katana. Su filo es mortífero. Escribe: Arista derecha e izquierda, acero al carbón AISI 1045, 1.5 milímetros. Luego, dibuja un diagrama del filo de la espada de S.
La moneda, al ser detectada por el sensor, activa el dispositivo. Arranca, pausada y lentamente, un sistema de engranajes que emiten sonidos metálicos desde el fondo de S. que, ahora, al percibir el movimiento y las articulaciones del fierro en su anatomía evoluciona su gesto en distintas etapas: primero parece feliz, luego sorprendido y al final malicioso. La tensa comisura izquierda de sus labios ofrece una idea malintencionada. Su mirada es confusa, profunda y tenebrosa. Se pone de pie, despacio, apoyada en la katana. El mecanismo hace ruidos ambiguos, ruinosos, como si en el interior las tuercas se escaparan de su posición original y los resortes salieran disparados por el esfuerzo maquinal de la autómata.
Al levantarse, la rodilla abandona pedazos de carne en el suelo. El hoyo que deja la lesión deja ver la rótula de color dorado. La sangre se escurre por toda la pierna y alcanza el piso. Caen también coágulos sobre el charco rojo. Levanta su espada en el aire y habla:
—Abre la boca. O el hocico. Eres un animal. Te pareces a uno. Un mamífero atado que se resiste a morir de hambre. Llevas un collar fabricado con dientes. Seguro son tus propios dientes. No te das cuenta de lo repulsivo que eres.
—Lo sé —responde el centauro sin abrir los ojos.
—¿Cuál es tu nombre? ¿Tienen nombre los de tu especie?
—Soy Agk' Ramen Nut y amo tu espada.
—Así que puedes articular—. Al decir esto, sus engranes reproducen un eco que acompaña sus palabras: Tac, tac, tac, tac —Ahora te reconozco. Tengo un mensaje para ti: El filo de los caballos se puede medir. Es la parte más remota de la velocidad. La línea invisible que recorta el movimiento y lo aparta del mundo paralizado. El filo de los caballos, dicen los filósofos del hueso, es el delgado perímetro que organiza el pútrido mundo de los vivos y lo independiza de la maravillosa violencia de los muertos.
—Tac, tac, tac, tac —la imita.
—No estoy de rodillas aquí, en esta habitación, pensaba hace unos minutos, sino en el lomo dorado de un potro que arde como una fogata contra el viento, indecisa y atormentada por la relatividad del tiempo. No es, tampoco, gangrena esto que escala sobre el fémur, sino un chimpancé. Un primate alienado, desnaturalizado, convertido a los homínidos. Ah,el significado de la fantasía. Ahora estoy de pie.
Una vez y otra: Tac, tac, tac, tac.
—Eso así. El sueño se repetía. Las patas de mi corcel se iban desintegrando contra la carretera. Tac, tac, tac, tac. Imito su travesía con mi dentadura virtual. Ya no soy una princesa. La silla de montar robó mi virginidad.
—Tac, tac, tac, tac Está bien que te concentres, señora mía, en el camino, en tu misión. Honestamente, simpatizo con los humanos por ese comportamiento heroico Soy como un [23rq35252] y en tu pierna viviré por siempre si tú me lo pides. Me llamas chimpancé y estoy dispuesto a venerar tu fémur. Quiero abandonarme. No me soltaré nunca. Moriré aquí, formaré parte de tu miembro. En el futuro, cuando los hombres del otro milenio te encuentren bajo esta pirámide notarán el bulto de tu pierna derecha. Primero pensarán que habré sido un tumor y luego, cuando amputen el quiste, se encontrarán con mi esqueleto asido a tus huesos. Y sabrán mi historia.
—Tengo un sentimiento para ti también. Un afecto al que llamaré Agk' Ramen Nut. Vamos, aférrate, no te sueltes. La parte del caballo puede soportarnos a los dos. Mi mano se desliza suavemente sobre la cicatriz que tengo en la frente. Una cicatriz como una boca que se ríe. Una cicatriz que saca la lengua como una ostra. Una vagina.
—Tac, tac, tac, tac.
—¿Has visto esa fotografía de un bebé diminuto que se aferra a la punta de un dedo? No es un bebé y tampoco es un dedo. Es una máquina que obliga a un ornitorrinco a beber leche sobre un platito del cereal. Es triste y amargo y absurdo y sádico y mercadológico. Es la vida, Agk. Sin más.
—Estoy listo, autómata Tac, tac, tac, tac.
—Me llamo S. Mi padre es Tanaka Hisashige. Viniste a mí para esto. Y te entrego el sonido del vacío. No eres el primer esqueleto. Te obsequio la gloria de su invención.
S. se inclina y recoge la libreta. Observa el diagrama, lo estudia. Vuelve a dejarlo en su lugar. Verifica el cuerpo de Agk' Ramen Nut y calcula. Echa atrás las espada y rota el tronco. Dentro, un alambre delgado emite un pequeño sonido que se agudiza conforme la autómata estira sus brazos. Es la tensión del resorte central. Extiende y todo su cuerpo mecánico se dilata. Suelta. La katana revienta la carne y los huesos del centauro. Lo parte en dos. Separa el animal del hombre con un corte muy fino y preciso. La parte de arriba cae lentamente hacia uno de sus lados y luego se produce una cascada de sangre. Las patas del caballo intentan reaccionar, alzarse, pero no hay comando motriz y tiemblan sólo unos segundos más. Los nervios del torso también hacen lo suyo, Agk' Ramen Nut vibra un momento y luego se apaga.
La autómata se incorpora. Clava la espada en el suelo y vuelve a colocar la rodilla en la marca hecha de sangre seca que coincide con su herida. Sujeta con fuerza la empuñadura y se resigna al futuro, su programa: contemplar la lenta putrefacción del cuerpo delante de ella. Ser testigo de los gusanos que devorarán toda la piel, la carne, los músculos, la grasa. Y cuando las larvas estén satisfechas y mueran y se incorporen las distintas masas en un montículo de polvo blancuzco: habrá de asirse con más firmeza para no quedarse dormida. Alguien debe estar despierto para siempre.




Franco Félix. Hermosillo, Sonora, México (1981). Estudió Literaturas Hispánicas. Ha publicado en revistas como Vice, La Tempestad, Tierra Adentro, Luvina, Pez Banana, Diez4, entre otras. Obtuvo la beca Edmundo Valadés de Apoyo a la Edición de Revistas Independientes en 2009 por la revista Shandy, la beca Jóvenes Creadores en categoría de Novela (2011-2012) con Teoría del Asperger y la beca Residencias Artísticas México-Argentina 2014 con La maldición Naigu, las tres del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes. Fue ganador del Concurso de Libro Sonorense 2014 con Kafka en traje de baño, en género de crónica, obtuvo también el Décimo Premio Nacional Rostros de la Discriminación Conapred 2014 con "El origen del autismo" y el Premio Binacional de Novela Joven Border of Words 2015 por Los gatos de Schrödinger. En 2016, fue distinguido como Escritor Emergente en selección del Presente de las Artes en México de la revista La Tempestad. Fue acreedor de la beca Creadores con Trayectoria que otorga el Instituto Sonorense de Cultura y el PECDA-FECAS por su novela Todos me llaman pelmazo. Ha publicado los libros Kafka en traje de baño (Nitro/Press, 2015), Los gatos de Schrödinger (Tierra Adentro, 2015), Mil monos muertos (Buap, 2017) y próximamente aparecerá la novela Maten a Darwin en Caballo de Troya. Actualmente es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte.





Gira de autores de Cinosargo Ediciones y presentaciones en FIL Zócalo 2018

Poemas de Jhonnatan Curiel

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Devenir en Tijuana

Entra la noche y llega la niebla sobre Playas de Tijuana 
desde la Cárdenas al Mirador 
colores oscuros van cubriendo los cerros 

Las sombras ascienden por el Cañón del Matadero 
enciende la frontera sus reflectores de cárcel 
estamos atrapados en la prisión de sus prejuicios 

De este lado la vida sigue tejiendo su telar 
la carretera de Playas rumbo al Centro 
se inscribe distinto al helicóptero de la Border Patrol 
sólo una casa de la colonia Los Laureles 
podría derribar el muro con un grito 

Más arriba en la Internacional 
la niebla se ve como una cama de nubes y
y más al norte en la bahía de San Diego
edificios destellan cristalinas promesas 

Pero en los rincones 
en la oscuridad 
se preparan las fugas 
entre los huecos hay pasajes  
donde caben ciegos sueños 
libertades compradas en miles de dólares 
túneles que trafican rostros como espectros 

Al bajar por la Alemán y la Castillo hasta llegar a la Zona 
vidas aguardan otra luz para escaparse  
pipas y jeringas se vuelven sus químicas celdas 
hombres y mujeres deambulan 
arrastrando la existencia 

Zona Norte-Zona Centro-Zona Río en la Canalización 
la frontera impide que los cuerpos se crucen 
pero no logra impedir su tristeza 
esa que se vuelca como arroyo vuelto río 
y desemboca sus lágrimas sucias en el mar 

En Tijuana el devenir de la línea es hacer curva 
a veces te libera y otras te devuelve 
pero siempre persiste el deseo de cruzar




Huesos del desierto

Huesos en la arena
gastados al filo del calor
la mano de los soles apretó sus fisuras

¿De quién nació ese cuerpo que ahora retorna a la tierra?

¿A quién pertenece el hueco de su cráneo
los dientes que antes abarcaron su sonrisa?

Ropas perforadas por espinas calientes
sobre agitados arbustos y pencas de nopal
un pantalón desgarrado
una camiseta con sangre
botellas de agua vacías

Huellas que escarbo hasta encontrarles rostro
como quien busca no desesperar

Pero en los vacíos que van dejando las preguntas
voy sembrando mis dudas

¿Por qué tenemos que morir con desprecio?

¿Quién nos mata como si no tuviéramos rostro y corazón?

Los huesos se hacen polvo y desaparecen 
en este desierto de lo humano 
cada vez más brutal.




Hasta volver

Te estoy abrazando por última vez
intento que tu cara se quede en mi rostro
sentir tu calor una vez más
antes de que me alejen de ti

Me voy enjaulado
encadenado
etiquetado como cosa
triturado hasta los huesos
por la rabia de no pertenecer

No es tu culpa ni la mía
nosotros no inventamos esta selección de absurdos
ni los jueces que aplican sus leyes a la tierra

Porque no se tiene la misma humanidad 
con un diferente tono de piel

Las palabras no pesan lo mismo
cuando se dicen en diferentes idiomas

So fair well my child
good bye to all my family
they are sending me away of the people I love
as a punishment

My sentence is to miss you
and to know I abandoned you
in a place where cruelty is a policy

Hasta nunca y para siempre
hasta que se pueda
hasta que los dientes del agente no me alcancen
hasta cruzar traficado
hasta que los pasos lleguen a los tuyos
hasta que me muera

No olvides tu nombre 
ni los lugares que portas al andar
estaré contigo pese a la soledad distante
en tu nombre residirá mi deseo
en tu rostro queda mi esperanza de volver.




Mister Wall

Creo que miras mi rostro 
pero tu mirada se clava en el tono de mi piel 

Soy el otro por fuera del muro 
con mi sola presencia te sientes agraviado 
por tu capricho de que hay humanos de segunda 

No sirve decirte que estoy aquí desde antes 
y siento la expansión del desierto sin importar tus límites
y que mi sangre es agua, arena, tiempo y resplandor 
y que soy desmesura al arrojarme a las montañas

No puedes reconocer esto ahora 
con el dominio asumiste imponer tu razón 
demarcaste mapas como separaste los cuerpos 
pero tus planes fallaron 
no esperabas que estuviéramos aquí para demostrarlo

Impón tus murallas en la geografía  
levanta tus monstruos de seguridad 
cuando llegue la hora sabremos como borrarlos 
cuando llegue el momento 
seguiremos aquí para recordártelo. 



El cuerpo es la frontera

Todos los cuerpos son fronteras 
traemos muros andantes 
instalados a la mente 
la raza 
el sexo 
el color 

Abrimos las compuertas 
para deportar lo que negamos 
o para que entre lo dócil  
lo conocido 
lo que nos sirve 

Pero como en todo límite 
hay puentes 
escaleras 
y túneles 
filtrando sensaciones 
tejiendo inesperados afectos 

Todos los cuerpos son fronteras 
y como ellas 
no importan barreras 
ni muros 
ni divisiones 
cuando nos reflejamos  
en el Otro que somos. 




Jhonnatan Curiel (Tijuana, 1986) es poeta, gestor cultural e investigador de estudios sociales. Ha publicado 7 libros de poesía, el último título es Prisma (2.0.1.3. editorial), reeditado en 2014 por Observatorio Editorial Tijuana. De 2017 a 2018 fue beneficiario del Programa de Estímulo a la Creación y Desarrollo Artístico (PECDA) que otorga el estado de Baja California, México con el proyecto de libro “Serpiente y Escaleras”. Es candidato a doctor en el programa de doctorado en Ciencias Sociales, Niñez y Juventud en Manizales, Colombia. Escribe en www.jhonnatancuriel.blogspot.com 




LA INTELIGENCIA EN LLAMAS: Parte I La Cuestión Política

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LA INTELIGENCIA EN LLAMAS: Parte I La Cuestión Política
por Cayo Cactus


¡Oh inteligencia, soledad en llamas,
que todo lo concibe sin crearlo!
José Gorostiza

Estocolmo, 1967. Bertrand Russell convoca a intelectuales, académicos y expertos en derecho internacional para investigar presuntos crímenes de guerra cometidos por los Estados Unidos durante la guerra de Vietnam. Le denomina Tribunal Internacional sobre Crímenes de Guerra – pero todos le conocen como el Tribunal Russell:

“No somos jueces. Somos testigos. Nuestra tarea es lograr que la humanidad atestigüe estos terribles crímenes y se unan al lado de la justicia junto a Vietnam“.

Con la evidencia recolectada, ese mismo año el filósofo publica “Crímenes de Guerra en Vietnam”.



Lima, 1969. José María Arguedas se dispara en la sien al finalizar sus clases en la  Universidad Agraria La Molina. Fallece 5 días después. Vargas Llosa escribe casi una década más tarde sobre las razones de su suicidio y entre ellas ahonda en las circunstancias políticas, morales y sociales que le habrían hecho la vida insoportable: la miseria de los campesinos de la sierra, la falta de libertad de expresión e información, la crisis educativa y cultural del país, entre otras.

Vargas Llosa extiende el alcance de estas razones para desarrollar las siguientes interrogantes: ¿Por qué en Latinoamérica los escritores no pueden ser simplemente escritores? ¿Por qué también deben ser reformadores, políticos, revolucionarios, moralistas?. El autor pasa a responder:

“En la práctica de su arte, en los obstáculos que encuentra en la práctica de su arte, el escritor latinoamericano encuentra razones para volverse políticamente consciente y someterse a las presiones del compromiso político“.

Dudo que Vargas Llosa haya pasado por alto la propia respuesta de Arguedas:

“En lo que se refiere a mi creación literaria, creo que es una consecuencia directa de mi actitud vital, porque yo no puedo explicar a un escritor comprometido con su país que simplemente tenga un compromiso teórico; yo creo que el escritor comprometido con su país necesariamente debe tener una militancia política, no una militancia de politiquería, sino una militancia política en el sentido de estar adherido teórica y prácticamente con una ideología, eso es militancia política…“.




Santiago, 1973. Septiembre. Golpe de Estado en Chile. El hacha de fuego del Pillán cae por tercera vez sobre la ciudad de Santiago. El fuego es el símbolo de la purificación y la limpieza, bien lo entienden los que temen la contaminación y quieren purgar lo que consideran no ya una enfermedad del cuerpo, si no del espíritu.

El mundo entero a través de la televisión francesa asiste a una imagen ominosa, jóvenes conscriptos militares arman pilas de libros en las calles de la capital, libros que prontamente son quemados hasta las cenizas. “Un libro en manos de un vecino, es un arma cargada” se lee en Fahrenheit 541. Julio Cortázar escribiría años después:

“(…) cuando la Junta de Pinochet quemó millares de libros en las calles de Santiago, estaba quemando mucho más que papel, mucho más que novelas y poemas; a su siniestra manera quemaba a los lectores de esos libros y a quienes los habían escrito“.



Bruselas, 1975. Enero. Finalizan las sesiones del Tribunal Russell II instalado con el fin de investigar actos de represión estatal en Chile, Brasil y otros países Latinoaméricanos. Gabriel García Márquez, Julio Cortázar y Armando Uribe participan como miembros. En sus Memorias para Cecilia, el iuspoeta recuerda:

“En una de las sesiones, cuando una víctima declaraba sobre las torturas en Chile, relatándolas con detalle, confieso que no pude (fue mi única flaqueza) soportar su testimonio. Ilustraba la barbarie que imperaba en mi país. Le anuncie al presidente Lelio Basso que me levantaría un momento y salí a fumar en el corredor contiguo. Al minuto apareció Julio Cortázar y me dijo: «Tampoco pude soportar estos espantos. Esto es peor que la novela de Mirbeau, el escritor de principios de siglo francés, El jardín de los suplicios, connotada justamente por la descripción de las torturas». Entramos de nuevo y seguimos con nuestra función de conciencia“.

Una vez más: ¿Por qué un escritor no puede ser solo un escritor?

Don Armando se enojaría si cualquiera pusiera palabras en su boca, pero yo sé que al menos él diría que esto es cierto: Leyes y poesía son cosas de palabras. Y sé también que García Márquez entendía la relevancia de este tipo de dicotomías, o bien el poder de la palabra o bien la palabra de poder. Que le pregunten el Coronel Aureliano Buendía.



México DF, 1975. Febrero. Editorial Novaro publica  el episodio N° 201 de Fantomás titulado “La Inteligencia en Llamas”, el título alude al poema ya citado de Gorostiza. En esta historieta, la literatura universal afronta el peligro de la aniquilación: las bibliotecas arden bajo el fuego, las obras maestras de los grandes escritores son alimento de las llamas y los incunables son robados o destruidos sin que nadie sea capaz de impedirlo. Editores y prominentes figuras literarias comienzan a ser amenazadas de muerte si siguen publicando nuevos libros: Octavio Paz, Umberto Eco, Susan Sontag y Julio Cortázar son algunas de las víctimas de esta ola de biblioterrorismo global.

Fantomas hará gala de todos sus recursos para llegar al fondo de este asunto. Descubre entonces a una banda de millonarios que desea borrar todo libro sobre la tierra para evitar la contaminación de la humanidad. Satisfechos de sus maldades y creyendo que han logrado sus objetivos, se inmolan con el mismo fuego abrasador que consumiría las grandes bibliotecas. Fantomas, por supuesto, logra escapar.

Aquí tenemos dos enunciados fáciles de romantizar: los libros son invención del diablo; la escritura es una enfermedad.  No voy a afirmar ni contradecir una ni la otra. Recordar la pistola sobre la sien de Arguedas me parece inconducente, también la abulia de Vargas Llosa al perder la presidencia contra Fujimori.

A Cortázar no le gustó este final. A mí tampoco me gusta. Equiparemos pues la balanza, pongamos -junto a Oscar Wilde- la enfermedad allá afuera, en el mundo:

“Los libros que el mundo llama inmorales, son libros que muestran al mundo su propia vergüenza”.




París, 1975. Cortázar recibe una sorpresa, una historieta mexicana basada en un personaje francés, un pulp de aventuras donde de pronto se ve retratado en colorinches rojos y amarillos entregando claves relevantes para la resolución heroica del caso.

“En ese momento me llegó de México un cómic, me lo enviaba un amigo, diciéndome: mira, cuando un escritor entra como personaje en un cómic, eso ya es la celebridad mundial. Me lo hacía como un chiste […] y me hizo mucha gracia verme como personaje de un cómic. Pero en ese momento pensé un poco más, y dije, si esta gente me ha utilizado como personaje de un cómic sin pedirme permiso, ¿por qué yo no voy a utilizar una parte de este cómic sin pedirles permiso a ellos? Creo que tengo ganado el derecho moral.”

Armando Uribe no miente, dios lo guarde, pero tal vez exagera el alcance de sus palabras cuando dice:

 “Este es el país (un lugar común lo que les voy a recordar) único en el mundo según los extranjeros -yo tampoco me he encontrado en otras partes con lo que pasa aquí, en la ciudad de Santiago-, en que ¡en las calles se venden (como pan caliente) el Diario Oficial y las leyes de la República!”

Poesía, ley e historieta, todas palabras de poder, todo poder de la palabra requiere difusión y distribución. La ley se entiende conocido por todos – es una ficción, no una presunción, vaya cosa. Letra muerta no es solo una buena metáfora. Cortázar entiende que proclamaciones oficiales o hermosas ediciones empastadas dificultan la movilidad de la palabra y que nadie sabe nada sobre el Tribunal Russell II. Imagina entonces que si él ya ayudó al enmascarado, es hora de que el enmascarado lo ayude de vuelta. No es tiempo ya de las librerías, es tiempo de los kioskos:

“Eliminé todo lo que no me interesaba, guardé algunas de esas imágenes, y escribí una historia, que es una nueva versión de lo que realmente pasó, en donde Fantomas, en definitiva, al ir a liquidar a una sola persona, está cayendo en la trampa, porque ese genocidio cultural no es la obra de un loco, es la obra de todo un sistema, que yo llamo el imperialismo norteamericano, que en América latina hace todo lo que puede para asimilarnos a su estilo de vida, a su manera de pensar, y en última instancia, a su american way of life, a su manera de entender el mundo, que es un sistema capitalista, imperialista, que tú sabes muy bien que no es mi sistema ideal, ni la vía que yo pienso que tiene que ser la de América Latina. Entonces escribí ese texto, intercalando las aventuras de Fantomas, pero cambiándole el sentido, y en última instancia incluí la sentencia del Tribunal Russell. Y le pedí al editor que publicase eso imitando lo más posible una de esas pequeñas revistas de comics, y que, en vez de venderlo en las librerías, lo vendiera en los quioscos. El resultado fue que 60.000 mexicanos leyeron eso en dos meses, y que eso se distribuyó, hasta donde se podía distribuir, en América Latina”

Excelsior publica el mismo año, en el mes de junio (!!!) “Fantomás Contra los vampiros multinacionales. Una Utopía Realizable“.

En realidad, fue una irrealizada utopía. No fueron 60.000, se publicaron 20.000 ejemplares en papel couché de alto gramaje, lo que encareció evidentemente su costo y circulación. A pesar de su extraordinario génesis, es apenas considerada una obra menor dentro de los estudios cortazianos y -algunos reclaman- es excesivamente panfletaria.



Buenos Aires, 1984. Cortázar ha muerto. Borges escribe entonces:

“Julio Cortázar ha sido condenado, o aprobado, por sus opiniones políticas. Fuera de la ética, entiendo que las opiniones de un hombre suelen ser superficiales y efímeras”.

Borges, es Borges.

Santiago, 2018: Termino esta recolección de hechos tratando de recordar la postura de Roberto Bolaño pero solo encuentro esto: “Decir que estoy en deuda permanente con la obra de Borges y Cortázar es una obviedad.

Me jacto de mi buena memoria pero en mi mente tengo unas frases difusas como “Los temas son pocos, 4 ó 5, lo que importa en literatura no es el fondo, es la forma, yo en ello, sigo a Borges”.pero ¿dónde le escuché decir eso?. Y luego: “siempre quise ser escritor de izquierda, pero los escritores políticos de la izquierda me parecían infames”. Cortocircuito, ¿estaré recordando apropiadamente?, ¿no es 2666 la gran obra de denuncia sobre el mal y la violencia latinoamericana?, ¿cuál es la diferencia entre exponer y denunciar?

Pero más importante aún ¿el legado de Cortázar se salva por el uso de la forma? y entonces, ¿el escritor es, aun contra sus propios deseos, solo un escritor?

Creo que importa poco, ahí sí recuerdo bien a Bolaño:

“Al poder no le interesa la literatura, al poder sólo le interesa el poder”.

Qué más se puede decir.



MOLAR por Alejandro Espinoza Fuentes

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MOLAR


De las revistas, texturas plásticas y contrastes exagerados, amatista encuentra el fucsia en los párpados de una modelo cuyo alambicado escote dialoga con la publicidad. Así no, dice el dentista, su yema recorre mi mandíbula, empuja la quijada para recostarme el cráneo. En mi espalda, entre omóplato y cadera, queda un vacío incómodo, el cual resuelvo con un falso estornudo que me devuelve a la posición original, lindo vertical iluminado, a mano izquierda la escupidera clínica y el detalle de un manubrio que no me atrevo a tocar. No estás en una máquina del tiempo, oigo el susurro detrás del tapabocas. Y es que yo quería morirme a los veinticuatro años, antes de que mis dientes se pudrieran, creí que no iba a necesitar la compañía cotidiana, el sonsonete aprobatorio. Bien, a bocajarro, cuento doce caries, dice el dentista. Me parece que esto, rasca con el gancho, es sarro, pero hay que revisar a fondo, dice el dentista. Concluyo, se rasca la nariz o el bigote traspasando el tapabocas con el índice, que no te sabes lavar los dientes, verás, toma una dentadura de juguete y me indica tallando con un cepillo miniatura, hay que lavar por fuera, de arriba a abajo, y por dentro, de arriba a abajo; los molares, en cambio, dice el dentista, debes tallarlos en círculos, uno por uno, como si fueran peldaños, o ventanales, hagamos algo, figúrate que son ventanales, plataformas, digo, una superficie con relieve, ¿qué tal? A lo mejor, tal vez, lo que sucede es que tú eres Dios, imagina, y bajas una mano al mundo para limpiar una montaña, o en tu caso un volcán, porque sin duda tienes cavidades hondas, golpea el marfil del colmillo, por ejemplo, aquí, rasca, entierra el garfio y me jala la mandíbula, aquí hay una caries consagrada, espero que no se haya infectado. Bien, imagina que eres Dios limpiando una cordillera que es tu dentadura, porque, no sé de religión, pero Dios, al menos el universal, es el creador y el cuerpo, él mismo es el cosmos que reconfigura. De modo que la materia, en cierta forma, dice el dentista, también es Dios, así que Dios puede bajar a limpiar su mundo y, a un mismo tiempo, también lava su cuerpo, la prisión a la que nos trajo para desinfectar la carne. Pero yo no sé nada de religión, dice el dentista.

Nunca me acostumbraré al taladro chillón ni al inyector de líquido, que no es agua, pero te dicen que es agua, o tú crees que es agua, pero en realidad es un desinfectante que disparan en la encía, luego de lo cual, el aire, que sí es aire, aunque se siente como un silbido, petrifica el derredor del diente, lo esmerila, lo aísla en sinsabores ácidos. Escupe, dice el dentista y me habla de sus cinco hijos, una universidad en Londres, un chef con muchísimas probabilidades de ascender en un restaurante bistro, gourmet, folklórico, prehispánico, fusión, molecular. Me hace preguntas que sabe que no puedo contestar con tres pinzas adentro de la boca. ¿Eres casado? ¿Consideras que el fascismo es una derivación natural de todo rol protagónico? ¿Padeces insomnio? ¿Lloras al recordar los amores que perdiste a causa de tu mal aliento? Qué tonto, ¿cómo me vas a contestar así? Retira los instrumentos, prepara una aguja del tamaño de una flauta y me hace otra pregunta aunque la expresa como si estuviera repitiendo la última que hizo, o quizá se trate de la misma que cree haber repetido desde que entré al consultorio. ¿Eres feliz?, señala mi labio inferior con la punta burbujeante de la aguja y desliza ligeramente los dedos índice y medio al presionar la base con el pulgar.

Contrólate, me digo, menciona elementos familiares y sustrae de ellos un juicio íntimo no comprometedor, habla del mar, hay un cuadro en la recepción, habla del color turquesa que te recuerda al día en que tu madre se sentía muy guapa en una boda y tú, niño de cinco o seis, te escondiste bajo su vestido y gritaste que no querías vivir nunca sin ella. No sabes convivir, ¿verdad?, imagino que dice el dentista, o lo dice, pero pronuncia con tal sutileza las consonantes que su pregunta bien podría estar expresando una banalidad, ¿te gustan los perros? No tolero, me dice el dentista, que mis pacientes se crean superiores al hilo dental, ni que me pregunten qué marca de pasta es mejor; bien podría contestar, lo sé, como con los vinos: el mejor vino es el que más te gusta, ¿no? Pero con las pastas y los artículos de higiene bucal no funciona de la misma manera, no sería riguroso aseverar que funciona así, porque, déjame decirte algo de todos los artículos de higiene personal, esto incluye a los cepillos de dientes y a los jabones y a las cremas para el pie de atleta. Parece que el dentista está a punto de confesarme un secreto, aunque bien podría estar hablando de la caída del Imperio Romano. Los mejores productos higiénicos, presta atención, dice el dentista, son los que se usan con regularidad. Re-gu-la-ri-dad. Ya sé, no descubrí el hilo negro, pero esa es la verdad, no sabes cómo me carga que me lo pregunten, ¿qué es mejor? Porque, mire doctor, el otro día, en la tele, vi un comercial en el que aparecía otro doctor, uno como usted, igual de sabio y amable, que decía que tal o cual marca era superior, entonces, dígame, doctor, ¿la compro? Golpea la bandeja donde están los instrumentos y entreveo una lágrima en el contorno de su párpado. Me rindo, me dice, si no quieres usar hilo dental, no lo hagas, ¿quién tiene el tiempo? Sólo sí te voy a pedir una cosa, haz buches; no me mires así, no me vayas a preguntar de qué debes hacer los buches, que si de enjuague con alcohol o sin alcohol, o con aroma a cerezas o con motivos bucólicos. Haz buches, te aseguro que Dios hace buches de huracanes, y los huracanes purifican su creación, lavan el cuerpo de su creación, que también es su cuerpo, como ya te había dicho. Haz buches, me ruega el dentista y se quita los guantes.

​¿Terminamos?, le pregunto, pero pronuncio otra palabra debido a la anestesia. Levántese, ya es tarde y siempre será demasiado tarde. Me está robando el tiempo, dice el dentista, quítese el babero. Hago el ademán de sacar mi cartera y el dentista exclama la palabra honorarios y menciona otras tres universidades privadas y a una exesposa que toma a diario frapuchinos de setenta pesos. Hablemos, dice el dentista, no hay que perder el contacto.

Bien, la odontología no es un ritual ni un pasatiempo, dice el dentista, tampoco es una sesión única ni una experiencia radical, la odontología es un tratamiento prolongado, y yo, por más que quiera, no puedo darte de alta, ¿entendido? Me decido a sacar la cartera, elijo los billetes pero en un arranque saco todo el contenido y se lo tiendo, tarjetas incluidas, foto de novia incluida, credenciales incluidas, membresías de tiendas especializadas incluidas. Vamos a ver, distingue una a una mis posesiones. De acuerdo, acepto el trato, dice el dentista guardando los billetes y las credenciales en la bolsa frontal de la bata. Lárguese y no vuelva, pero no por eso crea que lo daré de alta, usted está podrido, su boca es una bacteria, usted es una bacteria, el mundo y las cordilleras son también bacterias, Dios, perdóneme que lo diga, es también una bacteria, tal vez ideológica o lingüística, pero la lengua, oh sí, no me vea así, la lengua está en la boca y la boca es mi especialidad, así que no pienso darlos ni a usted ni al mundo y ni siquiera a Dios de alta; todos ustedes tienen cita con su putrefacción, se lo aseguro, y si le duele haga el favor de tomarse un ibuprofeno cada ocho horas.





Alejandro Espinosa Fuentes (Ciudad de México, 1991) Narrador, poeta, traductor y ensayista. Estudió la carrera de Letras Hispánicas en la UNAM de la que se tituló con una tesis sobre el concepto de ironía. Ganó el Premio Nacional de Relato “Sergio Pitol” 2015 y el Premio de Novela “José Revueltas” con la novela Nuestro mismo idioma (Tierra Adentro, 2015).


Ediciones Andesgraund los invita a la presentación de sus nuevos títulos [Libros de Virginia Benavides, Julia Wong y Danitza Fuentelzar]

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Ediciones Andesgraund, saluda con especial atención y tiene el agrado de invitar a todas y todos a la presentación de los siguientes lanzamientos

Pexuña de Dragón de Julia Wong (Perú), presenta Paola Andrade Cantero. Plaquette, poesía.
Zurcido Invisble de Virginia Benavides (Perú), presenta Margarita Bustos Castillo. Plaquette, poesía.
Inhalámbrica de  Danitza Fuentelzar (Iquique), presenta Víctor Hugo Díaz. Libro, poesía

El evento poético, se realizará  este jueves 11 de octubre a partir de las 19:00 horas, en la Fundación Neruda, ubicada en calle Fernando Márquez de La Plata 0192, Providencia, Santiago.



JULIA WONG

DELTA DEL RÍO PERLA. HONG KONG

A mi padre.

Dentro de una perla otra perla
Dentro de una almeja tus ojos
Dentro del amarillo el río 
Mi corazón rojo del sur
Dentro de mi tribu
Tu etnia
Dentro de mi sangre tu última palabra
Dentro de mi paladar
La respiración que corta las verduras
Dentro de mi añoranza
Tus pasos cortos
Dentro de mi garganta tu alquimia
Dentro del brillo el oro
Nuestra terrenal avaricia
Dentro de los rascacielos, tu nombre
Dentro de la basura
Una pequeñísima esperanza
Dentro de mis manos rotas
El turno de la grieta y la cosecha.



YURTA

Le llaman ger o tazón hirviendo con leche de estrellas
Una casa elíptica por el atrevimiento de mirarnos a los rostros
Aceptamos comer con los dedos
Hervimos con altura de llama iluminada 
Sumisos ante el vapor del verano

Un turbante apocalíptico es la excusa para destruir
Los petroglifos desatados por hordas de caballos salvajes
Aquí volvemos a encontrar
El principio y el final de la morada
El pleistoceno es el acápite de mi boca ardiendo
Ah Jardín circular de arena bordada en manantiales

Los colores de las mantas transferidas a nuestros cuerpos
Nos irradian con unas melodías de estridencia inevitable
No pide permiso la arena, invade el planeta con cebollas y pepinos
La peor pobreza es la que se canta
Sus himnos son marchas por enormes carreteras
Sus pistas kilométricas sueñan con elefantes cansados
Bazucas de oro escondido y aves primorosas 
Rebosan flores en sus picos
Detenidos en la crin acicalada
Es otra era
No hay quejas, no hay desdén, no hay onomatopeyas furiosas
Semillas por montones circundan a esos
Caballos bimestrales sobreviviendo al alacrán 
Y a  las tundras más heladas
Nada hay más que infinito
Mires donde mires,
En el ojo de pez redondo
Se juntan la almohada y la rutina
Ese pecho cilíndrico ofreciendo té y nada más que infinito.



ACHTUNG ACHTUNG. NAMESAENDERUNG ¡!


Cambio de líneas del U Bahn de Berlín. Originalmente la línea roja.
Debe ser cambiada.
La línea roja, número 2 del U Bahn de Berlín tiene 29 estaciones y mide 20.7 km. Empieza en el noroeste...

La Línea roja de mi vida subterránea tiene 29 estaciones y mide 28,043.20 kms.

Empieza en el Noroeste de Perú.

1.-  Chepén
2.- Guadalupe
3.- Pacasmayo
4.- San pedro
5.- Trujillo
6.- Chimbote
7.- Lima
8.- Ciudad de México
9.- Guadalajara
10.- Tijuana
11.- Mexicali
12.- San Diego
13.- Los Ángeles
14.- San Francisco
15.- Hawaii
16.- Narita Airport
17.- Hong Kong
18.- Kowloon
19.- New territories
20.- Coloane
21.- Taipá
22.- Macau
23.- Zhen Zhen
24.- Guangzhou
25.- Shamian Island
26.- Shanghai
27.- Beijing
28.- Ulan Bator
29.- Berlin


JULIA WONG

Nació en Chepén, Perú.  Cursó varios años  en  Derecho y Ciencias Políticas en la Universidad de Lima, en  Lengua y literatura en la Universidad Católica del Perú, cursó  además estudios de religiones comparadas en Freiburg, Alemania y Sinología en Tuebingen, también en ese país. Se dedica a la gestión cultural y la escritura creativa.
Ha publicado los libros de poesía Historia de una gorda (1992), Los últimos Blues de Buddha (2000), Iguazú (2004), ladrón de Codornices (2005), Un salmón ciego (2006), La desmineralización de los árboles (2013); las nouvelles Bocetos para un cuadro de familia (2004) y Doble Felicidad (2010); y los libros de narrativa Margarita no quiere crecer (2007), Lectura de manos en Lisboa (2009) y Los papeles Rotos. Textos extraños (2014-2015).








VIRGINIA BENAVIDES

Levedad de la nada que se torna
Canto inquieto, prisionero de la forma
Voz artrítica en la mano que deforma
Vacío óseo, poema que no adorna

Alba y silente en fronda lacerada
Despliegue dómito, condensa esperma
En añil perficie súper hada                                                               
                                                                    
Así escritura se ha arrojado
Rauda y sin causa que la afane
Estrábica en el desborde y el izamiento
Escarbando la raíz del ala inane...

(de Esxtrabismo, 2003)





Lo que quiero decir es pérdida sonda, zurcido invisible de un escombro de corazones en la fosa común en la voz de la muchacha azul, detenida en el umbral como costurera de un afuera imposible. Abrasivos brazos en jirón de voces. Palabras como hueras semillas que pájaros de fuego recogen para el nido de malezas que se ha vuelto ruido. Como aquel animal acercándose a oler lo que entibia y se acurruca en sí para abrigarse de ti. Ella contempla el alboroto de nubes en desvarío y se prende al fuego artificial de una espera de brillo ido.

Lo que quiero decir es un escombro, una estación de desamparados y un tren averiado, un lugar que no existe sino para la vida imaginaria de un amnésico. Cuántos dolores tuviste que curar para llegar a este pozo antiséptico y que ocurra la rendición, el arropo interminable que te calme del ataque, el tiempo detenido para renacer en incendiario y adentrarte en la herida para drenar lo infecto. Cuánta sangre sin correr para nadie, para el fantasma que se inocula en tu ojo y lo extravía en otro, cuánto grito amordazado y cuánto acalle que el miedo te dejó. Cuántos derrumbes tuviste que ser para llegar a este construir palabras como muros de contención para este rebalse de sentido.

   (de Sueños de un bonzo, 2013)






Todos los horizontes conducen a  los ojos de tu madre. Lo frágil en su transparencia oculta infinitudes marinas. La dulzura en su temblor de fuente, aquel primer latido y la succión natal. Todos los caminos anuncian un retorno.
Madre alumbrándome la ruta como una cómplice con su lámpara de amor cubriéndonos la fuga.  

   (de Descierto, inédito)




VIRGINIA BENAVIDES
Nació en Lima. Estudió literatura en UNMSM. Ha publicado el poemario Exstrabismo, Sueños de un Bonzo (poemario objeto), aeiou (edición cartonera de libro giratorio). 
Sus textos han participado en diversas revistas virtuales y físicas. Ha participado en diversos festivales de poesía y encuentros como lectora, ponente y performer. Mantiene inédito los poemarios Descierto y Hospital del Niño.
















DANITZA FUENTELZAR

URBITCH!!!

Se masturba sosteniendo un libro de poesía
(((en la otra, crema de manzanitas y recuerdos))) 
su culo aceitado brilla en un instante de la noche
las gaviotas obscenas gritan
comienzo de la temporada de playa

Hoy ya no me pierdo en tu mirada borracha
ya no te encuentro en el mundo de las gárgolas perdidas
te sacaron las pupilas carnero hospiciano
te corchetearon el corazón

Pastelito bomboncito lolito marginal 
llámame cuando quieras!!!!!!!!!!!
quizás nos rayemos con jack
para charlar sobre ese instante patético suicida
donde la angustia flácida de la existencia 
se apodera de todo.

Ábreme los labios con tus dientes de cordero
yo saborearé la cicatriz de tu erección.




1:00  EN PUNTO

Mediados de semana 
coca y ron se receta a los malditos 
sillas de historia y pasta base en el coche del chiquillo
esperan su destino en la noche de la Escuela Santa María.

Quizás trabajar podrías en un camión recoger corazones
triturar mendigos, gatos momias y cartón
en un instante tomar la esquina opuesta
doy la vuelta, desapareces 
entre las floristas del Mercado Centenario

Ya tomaste las 3B camino a Hospicio
hoy no duermes en mi cama.




TATARA-TATARA

A Josefina Torres Alcayaga

Lava los platos la abuela
casi ciega durmiendo en la nube 
de burbujas y espuma.
Lavaloza del más barato desengrasando
litros de épocas pasadas.

Maridos y prole adoptados
muriéndose la vieja flaca
no puede, comer carne. 

En el océano oscuro de lo que aún queda de vida
en la tele solo escucha esa voz que reluce
como los platos, estrellas en la profundidad,
brilla esta sombra
para seguir en pie.




DANITZA FUENTELZAR

Ha participado en antologías como encuentros dentro y fuera del país, Primer Encuentro de Mujeres Poetas del Cono Sur Conrimel, Segundo Encuentro de Poesía Latinoamericana Actual Poquita Fe, Encuentro Días de Poesía en Sucre, Primer Festival Tri-Nacional de Poesía Panza de Oro en Cochabamba y Santiago en Paz en La Paz, Bolivia. Su obra se encuentra en la Colección del Centro de Documentación en Artes y Literaturas Latinoamericanas de la Fundación Patiño. 
     Es parte del  equipo editorial de Canita Cartonera. Fue jurado en el Concurso Literario Nacional de SENAME (2012 -2013), Letras de Esperanza Ilustrada y Letras de Unión en Arica. Sus actividades en Oaxaca, México en Noviembre de 2014 y 2017, le permiten ser invitada al Encuentro Internacional de Mujeres Poetas en el País de las Nubes. Cabe destacar su participación en los 107 años de la Matanza de Obreros de la Escuela Santa María en Iquique. 
    Parte del poemario Inhalámbrica,  fue publicado por  Yerba Mala Cartonera  el año 2008 en La Paz, Bolivia.



Escritos de jazz y diecisiete libros de Boris Vian

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Boris Vian (Ville-d`Avray (Hauts-de-Seine), 10 de marzo de 1920 - París, 23 de junio de 1959) fue un polímata: novelista, dramaturgo, poeta, músico de jazz, ingeniero, periodista y traductor de nacionalidad francesa. Utilizó numerosos heterónimos, como Vernon Sullivan, Boriso Viana, o los anagramas Baron Visi, Brisavion, Navis Orbi o Bison Ravi, entre otros. Escribió teatro, letra y música de canciones, cuentos y novelas. Tanto sus diez novelas como sus actuaciones de jazz fueron muy admiradas. 

Boris Vian nació en Ville-d`Avray, un municipio de las afueras de París, en el año 1920, en el seno de una familia de clase media. Sus padres eran Paul Vian, rentista, e Yvonne Ramenez, aficionada a la música: tocaba el piano y el arpa. En su entorno familiar el arte era una cuestión importante, su madre era una amante de la ópera, su padre era poeta aficionado, traductor de inglés y alemán, aparte de interesarse por la mecánica y la electricidad. 

El crack económico de 1929 provocó un empeoramiento de la situación financiera de la familia, lo que obligó a que su padre comenzara a trabajar por primera vez en su vida a los 36 años, como representante comercial. También debieron trasladarse de casa, y entre 1929 y 1932 alquilaron su antigua residencia (casualmente a la familia de Yehudi Menuhin). Poco después de cumplir los doce años padeció un ataque de fiebre reumática y poco después fiebre tifoidea, que le provocaron una dolencia cardíaca que condicionó su salud durante toda su vida y provocó su temprana muerte. 

Fue un estudiante excepcional, aunque sus intereses más serios en esos momentos giraban en torno al jazz y las fiestas. Ya a los 20 años participó en una orquesta amateur de jazz junto a sus hermanos, donde sobre todo interpretaban obras de autores estadounidenses. 

En 1941 se casó en primeras nupcias con Michelle Léglise-Vian, con quien tuvo dos hijos, Patrick y Carole. 

Obtuvo el título de ingeniero en 1942, y un año después escribiría sus primeras novelas: `Trouble dans les Andains` y `Vercoquin y el plancton`. En esta última se ven reflejadas sus actividades reales, como pueden ser su trabajo en la Asociación Francesa de Normalización y la organización de desmesuradas fiestas `las llamadas surprise-parties-. 

En los años siguientes repartió su tiempo en diferentes actividades: además de novelas, comenzó a escribir cuentos, algunos publicados en Les Temps Modernes, `invitado por Jean Paul Sartre,- donde también escribió crónicas y críticas de aspectos sociales. En el periódico Combat `dirigido por Albert Camus-, abordó la crítica de jazz. En 1946 publicó dos novelas: `La espuma de los días` y `El otoño en Pekín`. En la primera, (`L`écume des jours`), manifiesta su gran dominio del lenguaje creando neologismos como `pianocktail`, palabra inventada por el autor para describir un piano, que al interpretar una melodía, produce un cóctel donde el sabor recuerda las sensaciones experimentadas al escuchar la canción, planteando situaciones propias del surrealismo. 

También en 1946 publicó su primera novela, `Escupiré sobre vuestra tumba` (`J`irai cracher sur vos tombes`), con el heterónimo de Vernon Sullivan, supuesto escritor negro estadounidense, y su nombre real figuraba como traductor de la obra. Ésta y las siguientes, dentro del estilo de la novela negra, fueron censuradas por su contenido de violencia y sexo, con su consiguiente aumento en la notoriedad y ventas. Luego de años de juicios contra el supuesto autor y su editor, Boris Vian tuvo que reconocer su autoría, siendo condenado a 100.000 francos por «ultraje a las buenas costumbres». Mientras tanto había escrito otras tres novelas publicadas con dicho heterónimo, `Todos los muertos tienen la misma piel` (`Les morts ont tous la même peau`), `Que se mueran los feos` (`Et on tuera tous les affreux`), y `Con las mujeres no hay manera` (`Elles se rendent pas compte`). La crítica se sintió ofendida por esta impostura, y a partir de ese momento el autor recibió ataques constantes, no sólo contra sus novelas como Vernon Sullivan, sino también contra su obra `seria-. 

Aparte de frecuentar a la intelectualidad existencialista de aquellos tiempos en el barrio de Saint-Germain-des-Prés (París), conoció a los grandes del jazz como Duke Ellington, Miles Davis y Charlie Parker. 

Dejó finalmente su profesión de ingeniero, y paralelamente a sus principales actividades, se dedicó a traducir novelas negras (esta vez de autores reales) y a dar conferencias sobre temas diversos. 

En 1950 publica `La hierba roja`, considerada una de sus obras más autobiográficas. 

Luego sobrevinieron varios fracasos literarios, sobre todo con la publicación de `El Arrancacorazones`. Vian decidió dejar de lado la narrativa y se dedicó a otras artes: compuso una ópera (`El caballero de las nieves`), y varias canciones, con las cuales llegó a grabar un disco y salir de gira. Una de sus canciones volvió a provocar el rechazo de la crítica y el público, `El desertor-, que incitaba a no cumplir con el servicio militar, en tiempos en que Francia tenía problemas con su ocupación argelina y otras incursiones militares. 

En 1952 se divorció y en 1954 se casó en segundas nupcias con Ursula Vian Kübler`. 

El 11 de mayo de 1953 (ó 22 de Palotin de 80) el Colegio de `Patafísica le nombra «Sátrapa Trascendente». Asimismo adquiere en la misma fecha la condición de «Promotor Insigne» de la Orden de la Gran Gidouille. 

En 1955 encara una nueva actividad, la empresa discográfica Philips le encomienda realizar un catálogo de jazz y tiempo después pasa a ser el director artístico de la compañía. Al año siguiente actúa en varias películas, una de las cuales ganó la palma de oro en el Cannes, pero este año también significó su recaída en los problemas de salud, esta vez con un edema pulmonar, que se volvería a repetir tiempo después. 

Su salud se deterioraba cada vez más, lo que implicó que realizara varios retiros para mejorar su condición. A pesar de eso no dejó de escribir canciones y participar en películas. 

Boris Vian vendió los derechos de su novela `Escupiré sobre vuestras tumbas` para una adaptación cinematográfica. Aunque inicialmente estuvo encargado del guion, tras diversas peleas con la productora, el director y el guionista, Vian quedó fuera del proyecto y asistió de incógnito al preestreno de la película, en el cine Le Petit Marbeuf, cerca de los Campos Elíseos, falleció de un ataque cardiaco que sufrió durante la proyección de la película. 

Años después de su muerte obtendría el merecido reconocimiento del público y la crítica, y llegó a vender varios miles de ejemplares de sus obras. 

Con objeto de mantener la memoria de su legado, su viuda creó en 1963 una asociación, «Amis de Boris Vian», que posteriormente fue transformada en 1981 en la «Fond`action Boris Vian».




EL RECUERDO DE UN OLVIDO por Armando Gutiérrez Méndez

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EL RECUERDO DE UN OLVIDO

No sabría explicar cómo apareció en mi mente. Siempre creí que la génesis de mis recuerdos era clara, única e inmutable; no sospechaba que un recuerdo furtivo bregara en el oscuro abismo de mi memoria. El pasado debía transcurrir en un orden cronológico y lineal a través de mi conciencia. Sin embargo, este recuerdo intruso golpeó de manera tan imprevista los endebles cimientos de mi existencia que por primera vez desde hace mucho, muchísimo tiempo, me sentí desvalido y tuve miedo. El presente se tornó positivo, y la terrible certeza de un mañana apareció como una navaja filosa en la pálida brasa azulada de mi pensamiento. Las cosas adquirieron consistencia y surgieron con un tinte nuevo que podía negar o, en el peor de los casos, reafirmar mi condición actual. Durante un momento me sentí abrumado por la incertidumbre, y en los siguientes minutos, u horas (qué más da), ese fragmento olvidado de mi historia se volvió cada vez más nítido hasta adquirir proporciones tormentosas en todas mis funciones intelectuales.  

     Mi recuerdo, como todas las cosas eternas, no tiene principio. Habrá que empezar, no obstante, por algún lado. Digamos que al principio hay un hatajo de sucias barracas diseminadas caóticamente en la cima de un monte árido y brumoso. Hay rocas enormes, dos torres truncas, el ruinoso casco de una hacienda. Como telón se tuerce un cielo gris de profundos surcos, parecido a un cerebro marchito. Hasta donde me lo permite el recuerdo hurgo en aquella arquitectura siniestra de techos oblongos y agujas góticas, y al final de una callejuela que parece subir pero que en realidad baja, muy alejado de los demás edificios, descubro, desamparado, un cuartucho de adobe diseñado conforme a una geometría extravagante: cada línea es discorde con la otra, cada lado no es la contracara del otro; variados ángulos obtusos y agudos dan forma pesadillesca al frontispicio.    

    En el interior de esa grotesca construcción, cuya sola arquitectura es malvada, vegetamos nosotros. Si no me confundo, el que está sentado junto a mí se llama Fernando; y en el rincón, engarrotado y simulando ser una gran roca, se encuentra José. No sé por qué estamos aquí, pero seguramente hicimos algo muy malo para merecer esta celda ruin y repugnante. El calor es abrasivo, y el olor putrefacto. No hay luz, ni la más insignificante rendija por la que pueda entrar un poco de claridad. Al parecer estamos en este lugar desde hace mucho tiempo pues nuestros ojos se han adaptado a la oscuridad. Algunos gusanos se arrastran por nuestros brazos. Las cucarachas y las arañas cruzan indolentes a través de nuestros cuerpos huesudos, y de vez en cuando veo correr algo por los rincones. Sí, pensamos, a veces hablamos, y hasta soñamos, pero eso no basta para diferenciarnos de las alimañas que comparten nuestra celda y que luchan día a día (y cada día son más) por adueñarse de todo el espacio.

    El suelo de este lugar pudo haber sido en otro tiempo de adoquín o de concreto; ahora es una gruesa capa de restos de comida, lodo, cabellos, excremento, sabandijas y ratas muertas. A veces, rarísimas veces, cuando volteo mi cuerpo, crujen bajo mi costado, en el suelo viscoso y blando, lo que parecen ser huesos podridos, y puedo ver en la pared de enfrente algunos brazos momificados colgando de grilletes infestados de moho y de gusanos. Otras veces, alguna rata se aferra a nuestra carne y muere ahí, pegada a nuestros cuerpos. Aunque habrá que decir que esto no nos mortificaba del todo; estábamos tan resignados a nuestra suerte que incluso teníamos la certeza de que tarde o temprano nosotros mismos terminaríamos fusionados con el suelo. Ahí está José, por ejemplo, hecho roca, dispuesto a quedarse así toda la eternidad. A eso también aspirábamos Fernando y yo, pues no podíamos esperar otra cosa en ese espacio intemporal donde la noche y el día carecían de límites y donde el sueño y la vigilia se aglutinaban permanentemente hasta el grado de no saber si dormíamos o estábamos despiertos.

        A pesar de nuestro encierro, afuera no nos olvidaban del todo. A veces, tal vez por las mañanas, nos traían algo de comer y de beber. Entre Fernando y yo intentábamos alimentar a José, pero era muy difícil destrabar sus quijadas. También, en venturosas ocasiones, nos permitían salir un momento; arrastrábamos a José hacia afuera para que el sol avivara un poco su piel acartonada. No podíamos ir más allá del pórtico, cuyas pilastras tenían forma de basiliscos (sé que tenían esa forma, pero ignoro qué es un basilisco), y ahí nos tumbábamos como perros desvencijados, arropados por una horda de pertinaces moscas que apenas volaban y se volvían a posar en nuestras carnes infectas cuando movíamos los vencidos brazos para ahuyentarlas. Algunas personas que pasaba frente a nosotros nos miraban de reojo; por supuesto, no nos hablaban ni se nos acercaban. Era una población desencajada, vestida con overoles grises, que parecía siempre andar de prisa y preocupada. Después de un tiempo, breve, largo, nos regresaban a nuestro cuchitril.

         Y entonces, de buenas a primeras, dejaron de venir. Ya no hubo salidas. O quizá nunca las hubo, y todo fue parte del delirio que parecía impregnar ya todo el espacio. También las visitas de comida se espaciaron hasta que dejamos de percibir que teníamos hambre. Antes se escuchaban, de vez en cuando, detrás de una inarmónica puerta de hierro empotrada en un rincón, pasos, murmullos, risas nerviosas. Hace mucho tiempo que no se oye nada. Luego el tiempo se estiró, las paredes parecieron extenderse hasta el infinito, la oscuridad se volvió inmensa y casi no me di cuenta cuando el olvido se aposentó en mi cabeza. Lo supe en el momento en que Fernando me miró y dijo: “Hace mucho tiempo que no nos traen de comer… ya no recuerdo dónde estoy…”, y siguió hablando, pero su voz sonaba lejana, y sus palabras desconocidas. Quise hablar yo también, pero en lugar de voz emití una especie de gruñido y todo comenzó a girar mientras las imágenes de mi cabeza se compactaban y se iban perdiendo una a una.

        No recuerdo qué pasó después. He hurgado mis pensamientos más profundos y no encuentro el hilo que me permita vislumbrar lo que sigue. De pronto todo se apagó y el final quedó inconcluso, como si la oscuridad de la celda hubiera invadido mi cabeza. No sé por qué ahora tuve que acordarme de todo eso; tan a gusto que estaba así, perdido en la inconciencia. O tú, Fernando, ¿te acordabas de todo eso?, ¿o tú, José? Creo que desde el momento en que los de afuera nos olvidaron, nosotros también nos fuimos olvidando. Nuestra existencia dejó de tener sentido para todos, como un montón de cachivaches arrumbados en un rincón, y cuando la muerte nos sorprendió creímos escapar de todo esto, que al fin seríamos libres para volar más allá de este tugurio. Imaginamos que la muerte sería liberación, permanecer en un sueño sin sueños, sin imágenes ni pensamientos; pero no fue así. Ya ves, los recuerdos son más poderosos que el olvido.



Armando Gutiérrez Méndez nació en el año 1971, en la ciudad de León, Guanajuato. Es autor de los libros Apilados cráneos de mamut de piedra (Ediciones La Rana, 2006), y El rehilete (Ficticia Editorial, 2011). Premio Nacional de Cuento “Efrén Hernández” 2005. Premio Bellas Artes de Cuento San Luis Potosí 2010. Ha participado en varias antologías.



Poemas de Jorge Posada

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1



año 2500



existirán nuevas fechas para el fin del mundo

habrá presagios aun cuando no esté claro el regreso de jesús

los androides soñarán con paraísos de zinc

habremos incendiado el cielo

alguien escribirá que la carne es triste y que ha leído todos los libros




2



la ciudad se llena de perros y militares



los perros me gustan

cuando andan juntos

y se muerden

y se tiran



de los militares no me gusta nada

los he visto subir a esos camiones

donde arropan las armas

como si fueran sus hijos muertos






3



los precios de la carne no aparecen en el poema

no hay rimas sobre el incremento del gas



la cocinera con sus manos frágiles 

los que duermen en las banquetas

los repartidores de pizza

el gesto ante las vallas de publicidad

la tristeza al tocar los cheques

la subcontratación

la venta de los órganos del hombre por el hombre

no caben



                              aclaran los jurados de las becas

                              sentencian los creadores nacionales

                              confirman los artistas en la presentación de sus libros





                     el poema 

                     no huele

                     no se pudre









4



¿quién es el que no soy yo 

pero soporta mis enfermedades?



¿quién el que no es mi padre

y a los 65 es embolia y luto?



¿quién la que sin ser mi hermana

se entierra en su propia matriz?



¿quién el que no es mi hijo

y agolpa su abandono

en reglas de tres sin incógnita?











5



museo nacional de historia



un solo muro

con familias degolladas













6



any anybody anywhere



el zapatero murió ayer a los 42

cualquier ayer
cualquier zapatero


a la mujer que cantaba en la alameda la encontraron en un baldío

cualquier mujer
cualquier canción



hace diez años abandoné la casa de mi hijo

cualquier casa

cualquier hijo











7



el tiempo

la parte 

negra

de nuestro hocico 

el grifo atascado

las relaciones

que hacemos

con paisajes

de basura








8



un anciano con camisa hawaiana

no sonríe

una fotografía del futuro

no exactamente del mío

si no de las personas

que pasarán por la quimio de sus padres

que hallarán agujeros en su apellido

que meterán los dedos en su boca

para saber cuál es la textura del cáncer





Jorge Posada (México, 1980). Autor de La belleza son los aeropuertos vacíos (Liliputienses, España, 2013), Adiós a Croacia (Zindo & Gafuri, Argentina, 2012) y Costa sin mar (UAM, México, 2012).



SOBRE EL AMANECER EN LA FRONTERA [Un poemas de Carlos Gutiérrez Vidal]

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SOBRE EL AMANECER EN LA FRONTERA

Alguien duerme de este lado.
No queda rastro del movimiento
que horas antes se refrendaba
entre las dunas. Una substancia
se conjuga en los contornos
del trabajo, sus leyes y la historia,
mientras el humo agonizante
pronuncia otros desvelos.

Así los bordes, bajo un cielo débil
poblado de amarillos y de algo
como cauces o hilos nada claros,
cumplen un credo implícito en el círculo
vano que congrega la intención
de coyotes y de buitres.
Y uno pensaría, bajo la custodia
del verano saturado en la piel,
que un féretro se cierra y otro abre
marcas encendidas o imprudentes.
Fango y veneno en la memoria.

Hay una luz tenue que ilumina
las dunas y los límites,
y se discierne en la cansada
caricia del espanto.
Un desierto y una ausencia,
voces y respiros que se confunden
y revelan el principio de una guerra
como un vago pecado
a orillas del paraíso.
Un exilio que se esgrime
palmo a palmo y va bordando
dos mitades, alguna ofrenda prometida.

No hay armadura virtuosa ni misericordia;
de bruces frente al magenta
la angustia se reúne
entre los muslos y la voluntad.
Hay un remordimiento huérfano
en el rastro banal de la visita,
también un rumbo que se siembra
en la valla de metal y no en el surco.

Aquí se desnuda el deseo
mientras se abraza otro hogar,
hallazgo errante como las yerbas
como la luna menguante
y su lenta carcajada.

Alguien duerme de este lado
porque el pan jamás será capricho,
y el aliento fúnebre del asilo
purifica la frontera
de lo que se disipa:
una ausencia cadenciosa,
un oficio que se grita
mientras las horas custodian
la lágrima gloriosa de la mañana.

Atrás el rastro resplandece,
devastada gesta que aliena el cuerpo
y descama brecha y desamparo,
mientras el desierto calla
dolorosamente la costumbre
de guarecerse a tientas.


*Texto perteneciente al Libro Bordos, editado en 2017


Carlos Adolfo Gutiérrez Vidal. Escritor y académico. Es doctor en Estudios del Desarrollo Global. Actualmente vive en la Ciudad de México y es Director del Colegio de Comunicación de la Universidad del Claustro de Sor Juana. Es miembro a título personal del Consejo Nacional para la Enseñanza y la Investigación de las Ciencias de la Comunicación.





Poemas de Juan Bermeo Palacios [Extraidos de Metrópolis: Cementerio de Espadas]

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Metrópolis es un abismo

"Nosotros no nos realizamos nunca. 
Somos un abismo que va hacia otro abismo -un pozo que mira al Cielo."
Letanía; Fernando Pessoa

A pesar de lo que te han contado
el encierro nunca depende de lugares 
una prisión se construye con fechas
las cárceles se miden en segundos
yo puedo sentirme atrapado entre flores
y tú puedes decirte libre mientras aún puedas masturbarte a oscuras

no pienso que la vida sea un rompecabezas
pero mientras más fragmentos y cortes veo entre los juegos
me doy cuenta de que no se puede vivir sin uno aceptarse cojudo

el mundo nos hace cojudos mientras pensamos que no lo somos
y el primer paso para ver la realidad propiamente
es creer con firmeza en que uno es libre en encierros
y es prisionero también de una libertad que se nos muestra
tal como la vimos en la TV

Mientras aprovechemos el cine para los besos, los terrenos baldíos para un rápido episodio sexual
mientras sonriamos sólo para las fotos y bailemos sólo cuando ponen esa canción deseada
mientras nos enamoremos por internet y nos suicidemos por un mensaje de texto

seguiremos siendo unos pendejos taciturnos y miopes
seguros de nosotros mismos por tener un control remoto
u orgullosos por llevar una camiseta hecha de material reciclado

pero si en vez de eso, aceptamos la pendejada como un credo irrevocable
nos será más fácil digerir el mal trago
de esta realidad repetitiva e irresoluta

Pero estoy volando muy alto, de antemano sabemos que no lo aceptaremos
porque el orgullo del hombre es lo que nos motiva como especie
ese orgullo que nos hace usar la palabra “superiores” como onomástico
ese orgullo que nos hace ser buenos samaritanos para contarlo al que no lo vio
ese orgullo que nos atrapa en el libre albedrío y nos libera en un claustro mental
ese orgullo que nos hace creer que escribimos poesía

Panóptico

Camino por las noches desde un encierro que se calibra con promesas de libertad
las palabras que pronuncio con mis pasos no aparecen en ningún diccionario
no sé siquiera si pertenecen a este tiempo de reliquias profanas
sólo las reconozco porque cobran sentido cuando se traducen en silencios

Al arquitecto de esta prisión también le importa estar a la moda
y ha mandado a pintar las paredes de un color más comercial
se ha quitado el blanco cárcel y se ha puesto un gris ciudad moderna
tan bien le ha quedado que ahora salimos todos después del alba
y paseamos por cada agujero admirando la luz que reflejan las esquinas
a veces la gente se detiene por horas a contemplar los vacíos
como si esas ausencias fueran mensajes publicitarios sobre épocas mejores

Hacia el centro de esta formación cíclica
están los reductos nocturnos acumulados
como hormigas recogidas en un trapo húmedo
en donde neones y vitrinas se han conjugado
sobre un cuerpo extrañamente femenino
que parece servir de estructura base
y que se presta para una fotografía

Yo soy menos exigente con las calles y los constructos
no he pedido más puentes ni menos puertas que las que nos ofrecen
y pienso que los caminos disponibles son suficientes y bastan
para recorrer de punta a punta esta cárcel de frías verdades
y contemplar el progreso que siempre creímos adecuado

yo me conformo simplemente
con poder seguir caminando
no sea que me quede sentado
o me recueste sobre algún muro
y despierte convertido
en otra parte fotogénica y pintoresca
de esta ciudad que en la mañana
todavía palpita su última estrella


Resultado

Todas las batallas dejan secuelas funestas
son las pugnas las que marcan los inicios

Cuartos vacíos llenos de muerte y putrefacción
se convierten en panoramas explícitos
cuando la guerra ha caducado toda alma

Nos convertimos en esto que somos desde antes de pensar
un extracto de calamidad en el que la Tierra se manifiesta
un conjunto de desgracias organizadas para vivir juntos
en cada esquina de planeta sobre el cual no hemos defecado

Variaciones de este patrón se repiten cada día
pero siempre la rutina nos lleva al cambio de mando
entonces, aquellos que servían se vuelven gendarmes
los muros caen antes que los corazones se dobleguen entre lágrimas
siempre será más fácil crear desde el desecho
así como engañar desde nuestros propios miedos

Si te lo planteas, el concepto de mundo es conciso:
esta realidad es el resultado de muchas armas descartadas después del uso
de muchas edificaciones levantadas sobre escombros y muertes

Podemos preguntarnos muchas cosas sobre las ciudades
es recomendable que no olvidemos que hemos venido del odio
que lo que muchos ven como progreso
otros lo vieron como su perdición

¿Qué es la ciudad sino un cementerio de espadas?


Uróboros

Las cruces que caen del cielo presagian el burdo extinguirse del alba
el poema se convierte en el beso de las flores al caer en el suelo
un niño se transforma en una metáfora de sí mismo
los álbumes de fotos son evidencias del crimen que todos cometen:

la apuesta por perdurar en un universo donde la entropía viene desde dentro

Un vacío que se complementa con el silencio 
un vestido que no vive sin una oferta en la tienda
un camino de piedra que resalta cuando causa un accidente
una carestía provocada por la usura y la caridad

Así, poco a poco, en un círculo interminable
nos comemos a nosotros mismos
condenados a sentirnos inadaptados en nuestra propia casa
condenados, irremediablemente
a girar en cualquier dirección mordiéndonos la cola

como el Uróboros
o el logotipo del reciclaje



Anomalía 

Frente a la blanca sábana de la distancia
la oscuridad se vuelve más tenue cada vez
la ambivalencia de los seres que perduran
es lento presagio de insospechados lutos

Yo me siento a contemplar las calderas
sobre planchas de madera oxidada por la bruma
sólo espero que mañana los almacenes abran
y la gente pueda seguir comprando las ideas
de necesidades y futuros

Como envidio tanto a ellos como a los mercaderes
porque desde mi puesto no estoy exento del engaño
no habito en un albergue ni en un retiro forzado
y sólo me senté por el cansancio de tanto paseo

Las personas siguen recorriendo la vida
y ya no importa tanto si la fruta viene del campo o del supermercado
lo más importante es que haya donde conseguirla
el futuro es una masa de promesas y decepciones
servidas sobre un mantel que no pertenece a ninguna mesa

Me cubro con la sábana de nuevo
no porque haga frío sino por no estar a gusto
a veces protegerse y esconderse no es la misma cosa
aunque de lejos parezca que nos ocultamos de todo

Y aunque crea que lo mejor es seguir caminado
no importa para qué ni por dónde ni cómo
me sentaré un rato más a ver crecer las manzanas
antes de regresar 
inevitablemente
a hacer fila por ellas en el supermercado




Poemas de Ánuar Zúñiga Naime

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SCOTT SUMMERS

desde hace cinco años no abre los ojos
por miedo a provocar un incendio

no soporta el olor de los perros
y solo usa bastón
para salir a la calle

pide a la mujer del aseo
nunca mueva los objetos de lugar
y deje las ventanas cerradas
para escuchar
las peleas de los vecinos

una vez a la semana llama a las librerías
y pregunta si pueden conseguirle
el sonido y la furia
en versión braille






BRUCE BANNER

estaba soleado el día en que pisé el cable

la máquina se encendió
y me convertí en una muñeca rusa

en cascarón indestructible
refugio subterráneo
para sobrevivir el ataque nuclear

tengo la piel de los tabiques
y tablas en las ventanas

soy una aplanadora
que no se detiene
frente a un jardín de niños

un acantilado sin puentes
construído por un hombrecito
muerto de miedo




JESSICA JONES

lo que recuerda de disneylandia
no son los juegos mecánicos
sino las gaviotas que arrebatan
pretzels a los turistas

las zonas designadas para fumadores

el olor a basura que desprenden
los botes con forma de pato donald

lo que recuerda no son los fuegos artificiales
sino los ojos enrojecidos de cenicienta
después de seis horas de posar para fotografías





CHARLES XAVIER

en el despacho no hay fotos
pero sí
trenes a escala

un rolex por cada vez que viajó a houston
a pedir una segunda opinión

en un cajón conserva los números de ex alumnos
de mujeres que conoció antes del choque
y especialistas

colecciona radiografías de vértebras
que guarda en un sobre marcado con una X





JOHNNY STORM

orina la ropa antes de ponérsela
para no estallar en llamas

insulta a los visitantes que tratan
de usar los lavabos
y pelea con los enfermeros
para quedarse
más tiempo en la regadera

a todas partes lleva un cuaderno
donde escribe los detalles
de cada caso de combustión espontánea
registrado desde 1617





CLARK KENT

se siente como ser un juguete
que no cuadra con la escala
del castillo de greiscol
o no caber
en las butacas del cine

ser un hongo nuclear
dentro de una esfera de vidrio

un tanque de guerra
en el fondo de un lago





JONATHAN CRANE

en mi peor pesadilla
un hombre me espera en silla de ruedas

durante horas revisa papeles
que después esconde entre las páginas
de una revista de tatuajes

finalmente se quita
los anteojos y pregunta

qué estoy haciendo en su sueño




AL SIMMONS

amarrarte al mástil con una agujeta
para aguantar el taladro

no acostumbrarte
al olor de las letrinas

dormir con la ropa puesta

alcanzar
la temperatura suficiente
para incendiar el calcio

darte cuenta un día
de que este planeta
gobernado por mandriles
en realidad es la tierra




HARLEEN QUINZEL

añora los días en que
no temía a los payasos
sino a las lámparas de dentista

antes de que las risas en los programas de comedia
fueran reemplazadas por el ruido de martillos

cuando sentía deseo y no
síndrome de estocolmo

ahora gasta el tiempo en ver documentales
sobre los hábitos reproductivos de la hienas

en averiguar cuántos segundos de conciencia
le quedan a un hombre después de ser decapitado




BARBARA GORDON

los meses posteriores
a la muerte de mi padre
fueron facturas vencidas
y no contestar el teléfono

robar pantalones en las tintorerías
dar la espalda
a las cámaras de los supermercados

fingir parálisis en la piernas
para cobrar cheques de asistencia social




Ánuar Zúñiga Naime (Ciudad MX, 1982). Textos suyos han sido publicados en las revistas Eme Equis, Escala, H para hombres, Playboy, entre otras. Es autor del poemario Sector 7-G (Editorial Foc, Barcelona 2013 / Ediciones El Humo, México, 2014). Desde 2009 forma parte del colectivo de poesía multimedia Los KFGC. Mantiene el blog www.prettyhatecaffeine.wordpress.com



Poemas de Rodrigo Arriagada Zubieta

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POEMA INÉDITO, 2018

Spleen de Santiago

El éxtasis universal
se posterga en domingo.
Por fin dentro
las cosas ensayan formas de desaparición.
Esta orgía, tan ausente  de los rostros
                                                                    humanos
como si hubiera que arrastrarse
para seguir viviendo.
Es extraño, no siento nada.
Nada que se parezca al cansancio.
Sólo hoy es la misma hora a todo instante,
alguien en el techo se inicia en el arte del trapecio
ensayando nuevas formas de muerte.

Los que nos quitaron varios trozos de horizonte
pueden estar tranquilos:
torres curvas como la miopía nublan la vista
y la luz no alcanza a sugerir el sol,
los periódicos se sirven en la mesa
para que el hombre crea que es aún parte del mundo
y su mujer – de un tiempo a esta parte-
rompe platos contra el piso,
canta la musa al pobre mortal
                                            que ha perdido su voz.
Yo apenas puedo pensar de un día para otro
en esta ciudad casi sin espacio
adelgazada hasta la soledad
por sus torturadas raíces
                             detenidas, desaparecidas
parece que en una mano mía
ya no cabe el gesto  de empuñar los dedos.

Si alguien quiere un trozo de eternidad
tendrá que saltar las calles,
sus líneas divisorias, los extramuros
del inaccesible mecánico
y seguir de largo
en lo remoto de un  cruce de trenes
                                           que de seguro ya no existe.

Única propiedad privada, al fin, de todos
la extranjería  de este no viento:
mugre en la bandera chilena izada en blanco y negro
en los paseos peatonales,
frenesí en el vapor enarbolado
                                       como en una película de Scorsesse
en el centro mismo del Sudamerican experiment.

Premio Óscar
para  la mejor borradura en  escena
en este extremo en que se expolian
                                                     los ojos de los ávidos de color.

Se hace una voluntad oscura
aquí  sin tierra
                      como sin cielo.





Poemas de Hotel Sitges- 2018



NO TAN HORROROSO CHILE

Yo sí salí del no tan horroroso Chile,
pero soy insensible al abismo de estar del otro lado,
pruebo de todos modos, con  pasajes de vuelta,
                                                 las naderías del desarraigo.
Que hace falta algo, sí,
la idéntica nada de siempre,
los fantasmas impolutos que proyectan
mi ausencia y sospecho aún caminan por Santiago,
ofreciendo  amor sombrío a la primera  bella que pasa.
Nada se arriesga aquí en decir lo mismo en otras lenguas
a Europa le queda poco de Madre,
apenas un líquido amniótico
al que dirigirse a oscuras- con terror sangriento-
como a un pecho desnudo en honor al olfato
y son sus propios hijos los que guardan ahora
ese antiguo rencor sagrado.
Por mi parte,
soy el único que no cambia de lugar
sin evidencia de haber estado
                                              en sitio alguno.
Soy el sol de media tarde,
las noches blancas de Dostoievski
o un jardín cubierto de nieve,
de cuya inexistencia no se puede probar lo contrario:
siempre estuve ahí  y nunca salí ni entré en nadie,
mis palabras trajeron el silencio como un sirviente
que pone un poco de orden
                                           en la mesa de Lautréamont.
Soy el eco de otro más real
de quien dudo a ciencia cierta si anduvo
decididamente de paso.



JAPONESA 

Esta playa la he escogido no para vivir,
sino para soñar que no me encuentro en ella.
Asomo la cabeza a la ventana de mi hotel
 lleno de libros chilenos,
-de Lihn, de Kay, de Rojas-
y así no quedar tan huérfano de la tierra
por obra y eco de una lengua casi extinta,
como si sus viajeros no acabaran de navegar
mientras alguien confusamente los lee.
Siguen lejos, muy lejos, de la Isla de los Muertos
que  Böcklin les hizo imaginar en sus ataúdes
con la esperanza de llegar a su infierno a la hora.
Lo que pudo ser sólo el olvido
es la aparición de un cuerpo en su lago,
                       la multiplicación del vacío en el poema
sus reencarnaciones que hojear distraído,
literariamente fraudulentas,
difuntos que hablan, en tono ausente,
                                                   mejor que los vivos.
Nada sabe de eso y de mi mirada
la japonesa más bella del siglo
que posa frente al mar de Sitges
con toda la luz del sol a su favor
bajo el foco fotográfico, celosamente de pie
en el que resplandece una y otra vez
la sustitución de su cuerpo
como si aquello le fuese a valer la eternidad:
pensar que su sonrisa no se extenderá
más allá de una orilla lejana del mundo
donde otro espíritu recita este poema
después
                ahora
arrancando aullidos de lo invisible,
escarbando en mi fantasma
como si este sitio realmente hubiese
                              existido.
Y ella también,
si no fuera por mí.




ERASER HEAD, 1977. 

Él quiere ser otra fuga de sí mismo
como un baile de los astros dispersos
un túnel sin ventanas
donde asomar hacia lo más hondo del frío
una noche de insomnio en la cabeza.
Quizás él duerme a medias su vacío
se cansa de ayunar
en un mundo tan fácilmente repleto
lo perturba el ruido del metal,
el aroma a cámaras cerradas
y cada día esplende inconmovible
la ciudad de la que se oye hablar,
que se presiente a lo lejos
donde nunca habita el hombre.
La terrible criatura es él
como un día sin frutos y sin espigas
y sin preguntar por la cosecha;
aplasta con el pie los espermios
que no deben volver a florecer
como sangre en los jardines.
Finalmente, el gran arquitecto de los sueños
le regala ese abrazo de la Mujer del Radiador:
una fracción de segundos
                           para que entre algo de luz
y arda
          se consuma
                              se ciegue
sediento de tragar su ser baldío
por arte de una boca lejana.
No es verdad – como quisiera el autor-
que el espíritu lo alcance.
El deseo hecho irrealidad
corta la escena sin llegar a iluminar lo oscuro,
un cierre de plano que tributa al instante
que sin memoria lo humilla
y el amor se aleja.





URINARIO (HIZO SOMBRA AL NOMBRE DEL POEMA) 

Mientras existió nada más que el nombre
iba a ser un libro por el que todos
se recuperarían,
un mosaico lleno de esperanzas
como una tirada de dados sobre amapolas
lapidariamente putrefactas
el golpe de palabras quebradizas
que el vidrio de la tarde
arroja a las iglesias como solución final
para el hombre agotado de cavar sobre hielo
y agolpar los cuerpos como frutas en veda.

Y muchos esperaron felizmente desnudos
junto al sol del exterminio,
sosteniendo un trago de moscas con que culmina la sed,
una plétora de buenos sentimientos
por los que el poeta había muerto de sueño- dijeron-
y las largas viudas ciegas de soledad
vistieron uniformes cortos en pie de guerra
con las bragas ligeramente jubilosas
de sangre manchada de impotencia
ante la visita nupcial de un  juego gozoso
              a primera hora
cuando el pájaro rompe de un orgasmo el huevo.

Todo fue euforia
mientras el nombre del poema arrojó su luz
como el feto que bosteza y se llena de aire para nunca nacer
en las fauces de la efímera vulgata,
demasiado encinta de una metamorfosis imperfecta.

Se lo vio en cursiva estampado en un cuaderno
en las callejuelas de Montmartre,
en una vitrina en el Barrio Lastarria
e incluso como anuncio de neón, a toda luz,
en el bulevar de los perezosos.

Pero a última hora
el autor decidió aparecer,
atrayendo la mirada
hacia el vacío del lugar que se precipitó en vivir
un pozo constelado de aguas turbias
que duplican hasta hoy
la imagen de un silencio
escandalosamente perfecto.

Hay que separarlo todo para hacer una vida en común,
dejarse estar a solas liberados, al fin,  del insomnio
ser infiel a uno mismo y, sobre todo,
abandonar la poesía
completamente a su público.
No hacer sombra ahí donde ella debe brillar
como el pan de la mañana
entre los mendigos de siempre.

El mundo no pasará a mejor vida
porque ante todo el poeta ha precisado existir
poner firmas al dolor para evitar sus copias
y la Belleza nunca fue de nadie.





Rodrigo Arriagada–Zubieta (Viñadelmar, Chile, 1982), es un poeta, crítico literario y académico chileno. Ha cursado estudios de humanidades, literatura universal, teoría literaria y literatura comparada en las universidades Adolfo Ibáñez, del Desarrollo y de Barcelona. Su actividad artística y académica se centra en temáticas propias de la modernidad estética: la ciudad, el paseante urbano, la mirada, la memoria, el extrañamiento y la crisis de la experiencia, especializándose en autores de diversas disciplinas, como Walter Benjamin, Merleau Ponty, Edward Hopper, Francis Bacon, Baudelaire, Proust y Enrique Lihn. Escribe crítica en revistas literarias como Latin American Literature Review de la Universidad de Oklahoma y Buenos Aires Poetry. Como académico ha impartido diversas cátedras en universidades chilenas, abarcando diversos temas de la modernidad: teoría literaria, literatura rusa, literatura norteamericana y literatura europea contemporánea. 

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