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Poemas de Andrea López Kosak

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LIMA







Siempre había parejas jugando al tenis

en las canchas que veíamos desde arriba

por entre alambres electrificados

cuando bajábamos a la playa sin conocernos

mostrándonos cada vez

todo lo que cabía

en ese trecho, entre la puerta del club

donde un cartel

prohibía la entrada con armas de fuego,

y las olas del Pacífico rompiendo

en hilera

trajes de neoprenne colgados

como piel de foca, ella dijo.





*



Estamos en la edad en la que ya podemos

imaginarnos viejas, por la avenida Camino Real

en taxi, llegando tarde al teatro

estiro la mano al medio del asiento

siento los dedos de Ana sobre mis dedos,

el auto rodea el monumento del Angel Miguel

a la luz de carteles de cines

y centros comerciales, las caras cambian de color

el taxista mira por el retrovisor las manos

apretadas como las de dos nenas con vértigo.





*







HUANCHACO






Como Alma y Elizabeth corriendo entre las piedras

de una playa en blanco y negro, frías

y hermosas a la vez nos desconocimos

impactadas en el fondo

de la otra que reía, no de contenta,

haciendo ademanes en espejo

las olas dejaban huevos de tiburón

en la orilla:  también nosotras fuimos

lejos de lo respirable

gritando vos tu nombre, yo el mío

secándonos bajo el graznido de un ave guanera

de las que no hay en Suecia, observamos.





*



Una nena llora sobre su tarea

atrás de la cortina que separa

la cocina en la peluquería Lo de Flor.

Flor depila a una extranjera

después de la cachetada

a la nena del otro lado de la cortina

donde una vieja troza maíz para la chicha

otra rumorea avemarías como en trance.

Se tiene hijos nomás pa’ odiarlos

decía la madre de esa película

haciéndole a la hija

un aborto con una percha.





*







MEDELLÍN







Esos días tiradas en la cama de un apartamento en el Poblado

metiéndonos todo lo que conseguíamos en el aeropuerto

quemando opio en papel de aluminio

mirando por el balcón lluvia y motos de reparto

desconcertando a los porteros

que nos veían de la mano

las pocas veces que salíamos, volvíamos con bolsas de Éxito

aprovechábamos la voluntad que nos quedaba

encerradas en el sexto

tomando jugos con ron.





*







BUENOS AIRES







Me quedé ciega en la pista de Amerika.

Bailaba con un mejicano

que había rebotado mi amigo

antes de irse con uno que le hizo la billetera.

Este es el final, pensé, a oscuras

mi destino. En la enfermería

tomé un poco de Sprite.

Las voces alrededor decían crisis

hipoglucémica y mi cerebro revelaba

ante el sonido de la esdrújula

una mancha luminosa.

Lo primero que vi fue a uno de seguridad.

Me filmaba como parte

de la no sé qué reglamentaria,

la enfermera preguntaba

cuánto tiempo había pasado

desde el último sólido ingerido.

Salí sola, en el kiosco de enfrente

compré un Guaymallén de fruta.

Después, viajando en el 129 pensé en vos

por un papel que encontré en el bolsillo:

ahí me di cuenta que había perdido las llaves.

Y que iba a tener que llamarte

de madrugada, como esa vez

que me era imposible sacar el pie de la bota.





*





Decís que hoy huelo a swetercito de Shetland sin estrenar.

A tienda donde las empleadas

embolsan y desembolsan

sin parar, por orden del dueño judío.

Las tardes atrás del mostrador de Océano

sin saber cómo pararte

mirando a través de la vidriera la vereda de Lavalle,

con la compañera evangélica que dice:

Dios va a perdonarte aunque no creas,

y de fondo ruido de bolsas

para que en el local se vea movimiento,

vos creyendo hay que dejar de gastar el sueldo en merca

venderles ropa a las putas del privado de Junín

donde te enamoraste de Elizabeth, la jujeña

a la que una noche le corregiste la media

con esmalte incoloro.





*







CATAMARCA





Ayudame con el glande, dice Ana,

es lo que menos me acuerdo.

Está sentada en la cama de la habitación 129

haciendo pijitas de crealina

para portasahumerios.

La ventana da a un patio que lleno de colillas.

La familiaridad de los otros nos excluye.

Es sábado

y anuncian por megáfono

la llegada de un circo a la ciudad.







*





TAGANGA




Esta es la escena, dijo.

La luz era perfecta.

Como si nos hubiésemos extraído

una a la otra las vértebras

nos transformamos en una masa blanda.

Y había en el fondo verde de la ventana

unas ramas que parecieron graciosas.

Y había de fondo otra cosa.

La implícita caducidad que da la gracia.

Nos incluye al todo en tono de tragedia personal.





*




CARTAGENA



Una cruz con la uña sobre la picadura.

Práctica que asegura el fin de la picazón.

El loro repite un silbido

en el árbol de un patio a mitad de manzana.

Cuelgan medias negras

de un alambre en la terraza

atrás de los tanques, la bahía

se desgarra entre un avión y un barco.

La chica rubia de la Colombo Alemana

se lleva las medias antes de la tormenta.

Un mosquito zumba alrededor del móvil

que sobre nuestra cama dice Good Luck

y ahora siento como una señal de desastre.





*

  

Andrea López Kosak, Bahía Blanca, Argentina 1976. Publicó: Bailar sola, colección Chicas de bolsillo EDULP 2005; La Tarea, Manual Ediciones 2011; Le dan hueso, Cinosargo Ediciones 2012; Leva, Editorial Literal 2014; Indor, El ojo del mármol 2015. Estos poemas pertenecen a un libro aún en proceso de escritura.



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